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Se consolida el voto hispano en EU

 Tomás Tenorio Galindo  

En las elecciones del martes pasado “la comunidad latina demostró la influencia que tiene y tendrá en la política de Estados Unidos”, dijo Janet Murguía, directora ejecutiva del Consejo Nacional de la Raza (en inglés NCLR). “Nos inspira la motivación de los votantes hispanos, especialmente los que lo hicieron por vez primera, superando problemas de lenguaje e información, para asegurarse de que su voz se escuche en estos comicios”. (La Opinión, 5 de noviembre de 2004.)

Es una de las opiniones más centradas y mejor expresadas sobre el comportamiento del “voto latino” o “hispano” en las elecciones presidenciales del martes pasado. Las previsiones en el sentido de que la comunidad hispana se volcaría a favor del candidato demócrata John Kerry, de quien se le suponía muy cercana, se vieron frustradas el día de la elección. Al igual que el voto nacional, el voto hispano también se dividió entre las dos opciones que se disputaban la Presidencia estadunidense. Y si bien Kerry en efecto obtuvo un poco más de votos hispanos, la realidad es que George Bush logró incrementar apreciablemente el apoyo de esta comunidad.

El diario Los Angeles Times publicó el jueves 4 de noviembre un estudio según el cual los hispanos representaron el 5 por ciento del total de votos emitidos el día 2, aunque otros organismos han llegado a estimar en 8 por ciento esa participación. Según ese diario, el voto hispano fue en 54 por ciento para Kerry y 45 por ciento para Bush. En el plano nacional el voto fue de 51 por ciento para Bush y 48 por ciento para Kerry. A su vez, la organización Coalición Latina, vinculada a los republicanos, informó que el presidente Bush consiguió entre 42 por ciento y 45 por ciento del voto latino. En el año 2000, el voto latino se dividió en 63.7 por ciento por el demócrata Albert Gore y 33.3 por ciento por George Bush.

Esos resultados electorales desafiaron a las encuestas realizadas antes de los comicios. Un sondeo efectuado por el diario The Washington Post, el Instituto de Política Tomás Rivera y la cadena televisiva Univisión, indicaba que el 60 por ciento de los latinos daría su voto a Kerry y que 30 por ciento se lo daría a Bush. Decía también que                             54 por ciento de los posibles votantes hispanos no aprobaba la forma de gobernar de Bush, y que sólo 36 por ciento creía que lo hacía correctamente. Conclusiones parecidas arrojaba una encuesta del Centro Hispano Pew y la Kaiser Family Foundation, que pronosticaba 59 por ciento de apoyo para el Partido Demócrata entre los votantes de origen latino, y 31 por ciento para el Republicano.

¿Qué sucedió? La explicación que ahora se da al incremento del apoyo del voto hispano a Bush, señala que la comunidad hispana fue receptiva a las posiciones conservadores del Partido Republicano sobre temas como la familia, la religión, los valores tradicionales, el aborto y el matrimonio entre homosexuales. Sin embargo, si ahora brotan esas explicaciones es porque el candidato del Partido Republicano comprendió muy bien los sentimientos de los hispanos y supo enviar los mensajes adecuados para atraer sus simpatías.

Como sostiene el Consejo Nacional de la Raza, lo fundamental es que la comunidad hispana se hizo notar con toda claridad en estas elecciones como no lo había hecho nunca antes, y que el sentido electoral de su participación impide encasillar su voto en un solo partido. Si alguna duda había sobre el perfil y la fuerza política de la comunidad hispana, quedó completamente disipada. Es una gran fuerza, tiene voz y está decidida a hacerse escuchar.

Una prueba adicional de la fuerza del voto hispano es que en esta ocasión llevó al Senado a dos políticos de origen latino, el demócrata Ken Salazar, en Colorado, y el republicano Mel Martínez, en Florida. Para valorar la importancia de este hecho recordemos que en los últimos 30 años no había llegado un latino al Senado de Estados Unidos.

No resultaría extraño, por ello, que a partir de ahora el voto hispano crezca notablemente. Para participar en estas elecciones se registraron 10.2 millones de hispanos, y votaron 7.6 millones. En el 2000 habían votado 5 millones 934 mil. Pero su potencial es de aproximadamente 15 millones de votos si consideramos que la población de origen latino es la principal minoría en Estados Unidos, y está compuesta por 40 millones de personas (13 por ciento del total de la población estadunidense). El voto latino se concentra mayoritariamente en estados considerados importantes para los comicios, como California, Illinois, Florida, Texas y Nueva York.

La demostración política que protagonizó en estas elecciones evidencia la adquisición entre la comunidad hispana de una conciencia sobre el papel activo que puede tener en la vida pública de aquel país, posibilidad que no se había manifestado en el pasado con tal contundencia. Con esta exhibición de fuerza, si bien relativa en las cifras absolutas, es previsible que las cosas no serán igual que antes para los hispanos, pues representan un voto con capacidad para premiar o para castigar. Se trata, pues, de un fenómeno de gran trascendencia.

Esa es la conclusión más razonable que en México podemos extraer de los comicios estadunidenses. Porque cuando hablamos de los 40 millones de “hispanos” o ”latinos” y del voto “latino”, en realidad estamos hablando de mexicanos y de votos “mexicanos”, pues en esa minoría poblacional la mayoría es mexicana.

 

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