Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jaime Castrejón Diez

 Aguas turbias

La política sigue siendo el arte de lo posible. Hemos visto como los personajes más improbables de repente aparecen con la posibilidad de obtener los más altos cargos del país. Pero en ocasiones la política entra en un proceso de turbulencia en que se navega en aguas turbias y nada es claro. En esa situación estamos viviendo actualmente, si uno se asoma a los medios para tratar de entender la política se encuentra con que no sólo un partido, no sólo un personaje sino todo el complejo político está en crisis. Esto se debe a muchas cosas, a la falta de un plan maestro de transición que hubiera hecho de la alternancia en el poder el camino para una nueva sociedad y por otro lado la falta de un plan de los partidos para recuperar legitimidad y vigencia.

Los desafueros, por las razones que fueran, son en estos momentos el centro de la atención de una ciudadanía que ve con sorpresa que en lugar de que en estos años se hubiera promovido una ideología partidista para recuperar el poder o para retenerlo o para alcanzarlo, la ideología pasó a un segundo lugar y volvimos, sin lugar a dudas, a la época del culto a la personalidad, a la época de los golpes bajos y las zancadillas y ahora más que nunca a las interferencias de fuerzas que no han podido ser controladas.

Estas fuerzas aparentemente con el cambio, la ausencia de un presidente de la vieja tradición, se iban a acabar, ya no existiría la fuerza del sistema corporativo mexicano, la influencia de los líderes sindicales estaba destinada a desaparecer. Pero lo que pasó fue diferente, el gobierno electo democráticamente no tuvo la capacidad para frenar los grandes amarres de los líderes sindicales y los sindicatos, que de hecho han ganado la partida, así podemos ver la millonaria contribución de Petróleos Mexicanos al Sindicato Petrolero cuando                             éstas transferencias fueron la base para generar el escándalo llamado Pemexgate.

¿Qué ha pasado con todo esto? Pues ha salpicado a los partidos políticos que atendieron más a los complots y a los juegos políticos que a su desarrollo institucional y ahora vemos que los partidos, todos ellos, han caído en un profundo desprestigio. A esto tenemos que agregar que el México joven es escéptico y pragmático, ha hecho conciencia de que la política no ha podido cumplir las expectativas de desarrollo que conlleva la generación de empleo y la elevación del nivel de vida sino por el contrario se está viendo un sistema político que a pesar de los cambios y a pesar de la evolución mundial sigue rezagado. Es por eso, que los jóvenes no ven en la política el futuro de México sino un tanto inocentemente esperan que el desarrollo nacional se base en el empuje de las nuevas generaciones.

Tal vez este escepticismo de los jóvenes acerca de los partidos debería ser su principal preocupación porque los partidos son corrientes de opinión, en los momentos que cesan de existir estas corrientes, naturalmente cesan de existir los partidos, porque no hay movimiento que pueda superar la parálisis que se empieza a dar en el pensamiento del México joven.

Si vemos también por otro lado la falta de personajes, no aparecen ni los grandes líderes, ni la gente que galvaniza al país con su presencia o sus ideas por el contrario hay debilidad o prepotencia y esto naturalmente va haciendo que los partidos políticos realmente se han convertido en aparatos burocráticos que usando la frase de un viejo escritor “son los corredores del poder”. También encontramos que existe una falta de ética en los personajes que están en la vanguardia de los movimientos dentro de los partidos así hemos visto como López Obrador se voltea contra los Cárdenas, que entre los priístas se meten zacandillas, que los panistas están a la rebatinga, tratando de controlar el partido y tratando de obtener la nominación presidencial.

Lo que estamos observando es el deterioro  de todo el sistema y el desprestigio de todos los personajes que aparecen todos los días en los medios de comunicación. Ni la teoría del complot, ni los juegos maquiavélicos son los que están presentes en la mente de los mexicanos; en la mente de los mexicanos cada vez más se comprueba que los políticos no son los que van a sacar al país hacia el desarrollo.

Los partidos debieran revisar la distribución de la población por edades. Se darían cuenta que esos jóvenes escépticos son mayoría en el electorado. Si con sus actitudes los alejan, los partidos actuales están cancelando el futuro.

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