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Campesinos de El Chirimoyo, en Acatepec, sobreviven tras la tormenta Manuel sin casa ni tierra para cultivar

*Son ocho las familias me’phaa destruidas por la muerte de sus padres y sin apoyo de ninguno de los tres niveles de gobierno. Piden las viudas becas para que sus hijos puedan continuar sus estudios

Carmen González Benicio

Chirimoyo, Acatepec

Tres caras aparecen sobre lo que era el techo de una casa de adobe, se cuelgan, ríen, se sientan y acomodan en los morillos descubiertos, se observa que antes los cubría lámina negra, ahora hecha jirones. Son los rostros de la orfandad.
Los tres pequeños quedaron sin padre por la tormenta Manuel y el huracán Ingrid, fue sepultado por un alud de tierra al desgajarse el terreno de cultivo que visitaba con otros para documentar las afectaciones por la lluvia.
Además de perder a su padre, los pequeños no pudieron ver su cuerpo ni enterrarlo. Los vecinos sólo encontraron cinco cuerpos de las seis personas que perecieron el 16 de septiembre mientras tomaban fotos a las tierras de labor afectadas por la lluvia, que se hundieron o desaparecieron bajo sus pies.
Sólo hay la esperanza y el sueño de que algún día volverá su padre, Jaime Librado de la Cruz.
La casa de láminas roídas es la de Manuel, Cristóbal y Sinaí Librado Villa, quienes se encuentran en el lugar porque su mamá Valentina Nava Enrique salió a la cabecera municipal de Acatepec.
Los niños aceptan platicar con la reportera, quien con la traducción del señor Andrés Villa Sánchez, responden en me’phaa.
Manuel, de 11 años es quien responde que su mamá no está y que llegaría tarde; dice que su hermano Manuel tiene 8 años y que, como él, va a la primaria; y que su hermana Sinaí tiene seis y va a preescolar.
Faltaba Paulina, de 12 años, quien estudia en la telesecundaria del pueblo, pero ese día acompañó a su mamá a Acatepec para ayudarle con su hermanito Emiliano, de ocho meses de edad, de quien estaba embarazada Valentina cuando murió su esposo. Ahora son cinco hermanos.
Manuel puso cara triste al preguntarle por su papá, lo extraña y espera que algún día encuentren su cuerpo porque él y sus hermanos no tienen una tumba para llevarle flores, sólo tienen el recuerdo.
Comentó que ayuda a su mamá, Valentina, a traer la leña del campo y en la siembra del maíz que este año fue poco porque ya no les quedó terreno bueno, todo se lo llevó la lluvia.
Sobre su casa sin lámina dijo que el apoyo que llegó fue de lámina y alcanzó para cubrir una parte, donde duermen, y la otra se quedó así, libre porque no tienen dinero para comprar material y componerla, que tal vez en un año lo puedan hacer.
El me’phaa Andrés recordó que fueron seis los hombres sepultados y arrastrados por la tierra, y de ellos sólo encontraron cinco cuerpos con ayuda de las autoridades y vecinos de La Palma, que se encuentra cerca del cauce de la barranca que se vuelve un río caudaloso en tiempo de lluvias.
Para recoger los cuerpos caminaron por horas entre piedras, lodo y hierba. La búsqueda duró más de una semana de forma intensa.
También que los indígenas fueron velados y llevados a la comisaria del pueblo porque en sus casas no se podía. Que tuvieron que hacer los cajones con madera de la comunidad porque no recibieron ayuda, aunque después el ayuntamiento municipal les pago los gastos para llevar a los cinco cuerpos a Acatepec, porque en la comunidad no hay panteón. Eso implicó caminar más de una hora con los cuerpos al hombro, porque estaba cerrado el paso y no entraban los carros.
Andrés Villa es papá de Cecilia Villa Joaquín, una de las seis viudas de El Chirimoyo por las lluvias de septiembre. Su hija tampoco estaba, pero contó que no le había llegado mucha ayuda, sólo los primeros días cuando organizaciones civiles como la Red Macuilxochitl y la Alianza de Mujeres Indígenas, Tlachinollan y otras organizaciones no gubernamentales llevaron maíz, ropa y víveres, pero ninguna institución federal ni estatal ha regresado.
Contó que a su hija le prometieron una vivienda porque la perdió, pero sólo le hicieron la plancha de concreto y ahí quedó todo, dijo mientras señalaba una loma, unas casas y en medio un espacio encementado, lo único que le hicieron a la casa y ya no volvieron más.
Reconoció que les hicieron llegar unas láminas para mejorar los techos de su vivienda, pero fue todo para ellos, que por eso Cecilia y sus tres hijos Lorena, Inés y Anacleto vivían con ellos, porque se había quedado sin marido y no tenía ningún ingreso para comer, ni siquiera el de sus terrenos de cultivo porque estaban destruidos. Su marido tenía otra mujer en el poblado, que también quedó viuda.

Perdieron la tierra y sus cultivos, lo único que tenían

En el pueblo, la actividad de los indígenas es la siembra de maíz, calabaza y frijol en temporal, que además dan poco por el clima a veces muy frío. No hay otra actividad de la que puedan obtener ingresos que les permitan comprar los alimentos básicos. Sí los contratan para algún trabajo les dan 70 pesos.
Alfonso García nos contó que sus cultivos se perdieron, y que ahora no sembró mucho porque sus tierras quedaron inservibles, además “ya me da miedo acercarme, no quiero que me pase como a los demás”.
Dijo que abonaron la tierra, pero no esperan muchos frutos porque le cayó plaga y no saben que obtendrán, además de que este mes esperan más destrozos en las parcelas porque las lluvias arrecían y los deslaves y hundimientos siguen. “Perdemos lo único que tenemos, las tierras para sembrar, y eso dificulta la vida porque sembramos poco y ahora si nos acercamos nos ponemos en peligro”.
Lo mismo dijo Simona Martínez Mercenario, quien sembró un pedazo de tierra en su casa, porque su terreno de cultivo se hundió “mi terreno ya no sirve, todo se lo llevó el derrumbe, por eso no sembré mucho y tendré que comprar maíz”.
Agregó que el bulto de maíz le cuesta más de 200 pesos, y que tiene que ir por él a Acatepec, pero sólo son ella, su esposo y su hijo.
Se quejó de que no le ayudaron con la construcción de su casa pese a que se cayó, pero como no dormía aún ahí le dijeron que no era pérdida.

Las viudas de El Chirimoyo

Cecilia Villa Joaquín y Zenaida García Espinoza eran mujeres de Celso Díaz Enrique; Rosa Díaz Enrique y Jovita Villa Margarita, de Armando Mateos Prisciliano; Crescenciana Neri Díaz, de Anastacio García Basilio; Florencia Rodríguez Virginio, de Jordán García Rodríguez; Esperanza Sánchez Francisco, de Florentino Diego Villa; y Valentina Nava, de Jaime Librado de la Cruz.
En la visita a la casa de Esperanza Sánchez, una de las viudas, no la encontramos, pero pudimos ver que hubo un cambio en el techo de su vivienda; hace un año éste era de lámina negra agujerada y ahora la vivienda está cubierta con lámina roja de cartón de la que proporcionó Sedesol en otras comunidades. No hay ninguna vivienda construida.
A un año de las tormentas, las viudas retomaron su vida con sus hijos y salen con frecuencia a Acatepec en busca de trabajos adicionales que les permitan llevar el sustento. Sin embargo, piden que el gobierno les dé becas para que sus hijos puedan seguir estudiando en la difícil situación que viven.

Caminos afectados

El Chirimoyo está a cuarenta minutos en carro desde la cabecera municipal de Acatepec. De acuerdo a Julio, conductor del vehículo que nos lleva hasta El Chirimoyo, es un camino “bueno”, aunque haya tramos donde se acumula el lodo y el agua y su carro arrastre. Este camino quedó cerrado durante la contingencia de Manuel e Ingrid, y los vecinos que lo usan cotidianamente porque “bajan” a Acatepec a trabajar, a llevar a sus hijos a la escuela, a comprar o a hacer gestiones caminaban entre el lodo. Es un lugar donde la neblina es lo común, hace frío.
Ahora, dijo Julio, el camino se bloquea ocasionalmente, pero fue abierto, por lo que pueden circular carros, y está mejor que otro que se encuentra en la parte de arriba, donde la terracería se pierde entre los charcos y el lodo, por lo que pocos lo usan, al igual que otra entrada que se encuentra antes de bajar y que sólo usan los camiones pesados porque no se atoran.
Lo cierto es que los pobladores sólo ocasionalmente usan el servicio de transporte público para bajar a Acatepec, porque gastan dinero que no tienen, prefieren hacer los recorridos a pie. Durante el trayecto se ven decenas de personas caminando, unas rumbo al pueblo y otras a la cabecera municipal.
Acatepec forma parte del Consejo de Comunidades de Damnificadas de la Montaña, pero los entrevistados coincidieron en que sólo un grupo tiene acceso a esos apoyos, pocos saben de ellos, y a muchos de los que quisieron entrar no los dejaron.

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