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Con duetos y tríos celebran a los muertos en panteón de Chilpancingo

 A 25 pesos la canción, ofrecían los grupos. Flores, comida y otros productos, al doble del precio de un día normal

 Zacarías Cervantes Chilpancingo  

Mientras un dueto canta Puño de tierra, una familia, integrada por cinco personas, consume sus alimentos alrededor de una tumba en la que se alcanza a leer “Gabriel Montiel G”, en el panteón central de Chilpancingo.

A su alrededor hay cientos de personas dispersas en las otras criptas; algunos limpian las de sus difuntos, otros colocan flores, riegan agua bendita o dispersan humo de copal que se huele a la distancia.

Y es que el 2 de noviembre, Día de Muertos, cientos de familias abarrotaron el panteón, algunos se hicieron acompañar de duetos o tríos que cantan por 25 pesos la canción que más le gustaba al difunto o la que le trae el recuerdo a los vivos del que se adelantó en el camino.

Las escenas se reproducen y algunos de los visitantes, sobre todo mujeres, lloran a sus muertos o platican con ellos: “hace un año no pude venir a verte porque tus hermanos me dejaron sola en la casa del DF, pero hoy estoy contigo, ya te limpié tu tumba y te puse tu agua bendita”, dice en voz alta una anciana que es acompañada por un niño de 10 años de edad, en una tumba en la que en la cruz ya no se alcanza a ver el nombre y en la que colocó al pie un florero de gladiolas, una casuela de caldo rojo y una botella, al parecer de mezcal, junto a un plato con limón y sal.

Afuera, junto a la entrada, en cuya fachada se lee: “Descúbrete ante la augusta paz de tus muertos, aquí donde terminan las ambiciones humanas”, decenas de comerciantes hacen su agosto: venden comida, flores, floreros, agua para tomar y para los floreros, todo con precios aumentados del 25 hasta 50 por ciento del que en un día normal.

Aunque el fin de semana comenzaron a llegar los visitantes, la afluencia incrementó este martes y, según el administrador Ernesto Gaspar Beltrán, se preveía una asistencia de por lo menos 20 mil personas, quienes acudieron a visitar las tumbas de sus familiares o amigos sepultados aquí.

El administrador de lo que se conoce como el cementerio central, ubicado sobre las calles Morelos y Calzada Defensa Nacional, informó que los preparativos se terminaron en tiempo y forma, “el lugar se encuentra lo más limpio posible, los tanques de agua llenos y los operativos de las diferentes direcciones del Ayuntamiento instalados de forma estratégica”,

Del panteón central de Chilpancingo ni los historiadores han podido determinar en qué año empezó a recibir difuntos, pero se tiene el dato de que el registro de defunción más antiguo pertenece al niño José Inés de Jesús, que falleció en 1867. Actualmente este panteón alberga a seis mil 875 tumbas.

Aunque en estas instalaciones ya no hay ni un pedazo de tierra para sepulturas, se recibe un difunto diario, según los registros de los últimos años, debido a que hay familias que apartaron su espacio, informó Gaspar Beltrán.

Una cifra similar recibe el panteón nuevo que se ubica al norte de la ciudad, donde actualmente hay cuatro mil tumbas y se calcula espacio para tres mil más en las casi seis hectáreas de terreno.

El administrador César Peralta Rodríguez informó que son necesarios más trabajadores para la limpieza y conservación, pues sólo en fechas conmemorativas, como el Día de Muertos y de la Madres, los Servicios Públicos Municipales mandan cuadrillas a limpiar, mientras el resto del año con el apoyo de sólo tres personas tienen que mantener más de 4 mil tumbas.

Las fosas comunes

Unos 10 cadáveres son sepultados al año en la fosa común en el panteón de Chilpancingo, después de que han permanecido durante tres semanas en el frigorífico del Servicio Médico forense (Semefo), en espera de que algún familiar, amigo o conocido lo identifique, y si eso no pasa, los restos son envueltos en bolsas de plástico y exhumados en el lugar.

El trabajador del Semefo, Martín Vega Amable, explicó que “de los cuerpos que se inhuman como desconocidos sólo se elaboran algunos expedientes descriptivos, y aunque ahora ya hay un registro por computadora hace un par de años se hacía a mano, en hojas de papel, y se depositaban en cajas de cartón que eran llevadas al Archivo General, de donde jamás volvían a salir”.

“Sería imposible dar con una persona fallecida y que fue sepultada en la fosa común hace algunos años”, dijo.

Indicó que hay personas que han querido hacerlo, pero se complica más porque los cuerpos son enterrados en bolsas de plástico y a muy poca distancia uno de otro, sin ningún tipo de identificación.

“En la fosa común se hace una zanja grandota y al cuerpo antes de envolverlo con plástico se le pone cal para que no huela, se deposita al fondo y se cubre con 50 centímetros de tierra revuelta con cal y listo, a esperar que haya otro”, agregó.

Vega Amable relató que hace unos diez años cuando era director el doctor Sahagón se intentó hacer un archivo de las personas que eran sepultadas en la fosa común, con fotos y detalles de la ropa o calzado, particularidades del cuerpo, ojos pelo etcétera, “además cada que había un caso se le dotaba de una caja de madera rústica para que fuera sepultado y se le ponía un número de identificación, pero para las autoridades resultó ser demasiado caro y se suspendió”.

Hasta antes de la construcción del nuevo panteón la fosa común se encontraba en el cementerio al final de la calle Morelos, pero no había un lugar fijo, sino que se buscaba un terreno libre y se hacía la sepultura sin que se llevaran registros, por lo que la autoridad no sabe exactamente cuántos difuntos en calidad de desconocidos hay en el viejo panteón.

Incluso de los recientes en el panteón de la zona norte hasta antes de 1999 no se sabe con exactitud la cantidad de sepultados con estás características debido a que durante el cambio de administración en ese año se perdieron muchos de los expedientes.

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