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Poca gente en las playas; “están en los panteones visitando a sus muertos”: vendedora

 Magdalena Cisneros  

En las tradicionales playas de Caleta y Caletilla ayer durante la celebración del puente por el Día de Muertos se observó una regular afluencia de visitantes, mientras en la playa Tlacopanocha hubo pocas personas.

Las playas fueron visitadas por familias enteras que decidieron aprovechar este puente para disfrutar de las cálidas aguas de uno de los lugares más populares de Acapulco.

Los turistas o acapulqueños que decidieron ir a estas playas se encontraron con vendedores ambulantes que ofrecían sus mercancías, pero también observaron albañiles que apurados trabajaban en la mezcla de cemento, grava y arena para terminar pequeños detalles de los restaurantes que se entregarán dentro del programa de rescate integral de las playas Caleta y Caletilla.

Antes de entrar a la playa Caletilla, se observa a decenas de trabajadores en las acera y una gran fuga de agua “es agua limpia, de CAPAMA”, dice uno de los topógrafos, quien considera que se debió quizá a los trabajos que llevan a cabo.

Mientras arriba de las estructuras de los restaurantes unos jóvenes pintan de naranja, amarillo, azul, los barandales y fachadas, en la arena varios meseros descansan sobre unas sillas de plástico esperando que los visitantes les hagan un pedido de bebidas o comida.

Ostiones, pulpo, caracoles y tiritas de pescado se expenden arriba de unas lanchas que están sobre la arena, y donde las personas pueden adquirir los productos de manera rápida por 40 o 30 pesos la docena.

Los vendedores ambulantes de quesadillas, frutas, tatuajes muestran su mercancía entre ellos, mientras se mezclan con los acapulqueños que decidieron visitar esas playas, y descansan sobre las sillas al no haber ventas en las playas, y es que la mayoría de las personas bajo las sombrillas comen emparedados ahí mismos preparados junto a su refresco de coca de dos litros.

En el agua, varios papás enseñan a sus hijos a nadar y juguetean entre las tranquilas olas, y entre las sillas y los toldos de plástico, está la estructura enmohecida de la torre del guardavidas, quien vestido de short rojo y playera blanca observa a los niños divertirse en el agua, cerca de él hay dos chalecos naranjas despintados.

En el puente que conduce al centro acuático Mágico Mundo Marino y donde se encuentran las lanchas con fondo de cristal hay más vendedores ambulantes, de pulseras, collares y aretes de piedritas; jícama, sandía, mango, pepino con chile, de a 10 pesos; figuras de onix y cerámicas; huaraches; cubetas y palas de plástico; así como de trajes de baños.

Allí se encuentran los lancheros que esperan ansiosos que las personas decidan ir a dar un paseo en el mar, y les explican que no pueden llegar a la isla Roqueta porque están arreglando el muelle. Como testigo silencioso de los lancheros, están las decenas de costales amontonadas en un rincón de los escombros de los trabajos de construcción.

La playa Caleta presenta la misma imagen: niños jugando entre las calmadas olas, y familias bajo las sombrillas de plástico para cubrirse del sol, mientras algunas mujeres se dejan hacer trencitas y el salvavidas vigila el mar.

Atrás, están los albañiles que trabajan donde estuvo la Torre Caleta, donde se piensa construir una ventana ecológica, pero ahora se observa montones de tierra y varillas, que dan la bienvenida a los turistas.

En la playa Tlacopanocha se observó una escasa presencia de visitantes, algunas familias, sobre todo acapulqueñas, estuvieron junto a sus hijos disfrutando del agua y de los rayos solares en estos días de asueto.

Los visitantes “están en los panteones visitando a sus muertos”, expresa la señora que vende plátanos fritos, cocos y fruta en un carrito habilitado para la vendimia, mientras mira las pocas personas que hay sentadas en la pequeña plaza.

Allí, el ambiente lo ponían unos seis niños y niñas de diversas edades que improvisaban diversos clavados para demostrar quien tenía más fuerza y habilidad. Una y otra vez los niños sin camisa se zambullían en el agua, felices de estar jugando.

En la arena, las escasas familias ahí presentes descansan bajo la sombra de sombrillas multicolores que están enterradas y en la acera una pareja de enamorados descansa sobre la sombra de unos árboles.

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