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Moisés Alcaraz Jiménez

Creel, caricatura de lo que fue

En la propia Secretaría de Gobernación Santiago Creel anunció el pasado miércoles su intención de buscar la candidatura del PAN a la Presidencia de la República. Esto no molestó a Vicente Fox, como sucedió cuando Felipe Calderón Hinojosa hizo pública la misma pretensión, que motivó inclusive su salida del gabinete.

Ello demuestra hacia donde se inclinan las preferencias de Fox, lo cual es explicable pues Creel ha sido uno de los más fieles intérpretes del foxismo y el colaborador más leal, hasta sumiso se podría decir. Además, es de los pocos miembros del gabinete que ha conservado la amistad con Marta Sahagún, que es el poder tras el trono.

Santiago Creel Miranda es el más vivo ejemplo de un rápido deterioro político, igual que su jefe. Llegó con una imagen positiva al cargo que ostenta, además de haberlo hecho con un alto grado de credibilidad y confianza ciudadanas por sus antecedentes como un destacado jurista, buen académico y demócrata de avanzada.

Fue el único pensante en el gabinete foxista, sobresalió en medio de la mediocridad de funcionarios ineptos provenientes del sector privado, inexpertos en las funciones de gobierno. Ahora cabe hacer aquí una excepción, la del guerrerense Florencio Salazar Adame, que se incorporó después a este equipo. A Creel se le atribuyeron facultades excepcionales que se pensó podrían dar brillo al área política del actual gobierno federal.

Sin embargo, Fox lo involucró en causas oscuras, lo utilizó como punta de lanza en sus afanes golpistas en contra de Andrés Manuel López Obrador, lo degradó y lo llevó a las alcantarillas de la política. Al tratar de esconder o justificar las aberraciones foxistas, Creel ha llegado al extremo de utilizar un lenguaje cantinflesco y hacer uso de declaraciones y discursos absurdos que han movido más al patetismo y la compasión que a la conciliación, al análisis o a la reflexión política.

Ser parte de la alianza con Carlos Salinas de Gortari en el complot contra el jefe de Gobierno del Distrito Federal lo ha hecho descender a los sótanos de la política y a lo más tenebroso del poder.

Con ello la figura de Santiago Creel Miranda se redujo a una simple caricatura de lo que antes fue. Está metido de lleno en el estiercolero generado por el foxismo. Hoy vive en el desprestigio e inmerso en la suciedad en la que se desenvuelve este gobierno.

Ha dejado de ser parte de los esfuerzos de conciliación y los entendimientos que realizan los diversos actores políticos, como debería ser en su calidad de responsable de la política interna del país, y se ha convertido en factor de riesgo para la estabilidad y la gobernabilidad, se ha subido al ring político y se le considera ahora un golpeador eficaz al servicio de un grupo faccioso que utiliza en su beneficio las instituciones del Estado mexicano.

Ahora Creel, contrariamente a lo que afirma, ha formado personalmente un reducido grupo de servidores que promueven su candidatura.               Se dice que lo hace precisamente con recursos públicos. No se trata de un grupo de espontáneos que libremente se hayan reunido para impulsarlo a la presidencia de la República, como él mismo lo señaló. Su figura ahora no da para eso. Se trata, más bien, de un sector mínimo de panistas movidos desde la propia dependencia que Creel encabeza, donde muchos de ellos trabajan o han trabajado.

Con esta nueva imagen pública que Creel Miranda tiene, una especie de comparsa de un pésimo gobierno, aliado a lo peor del panismo (Diego Fernández de Cevallos) y al servicio de los caprichos y extravagancias políticas de Marta Sahagún, será muy difícil que su proyecto avance.

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