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Enfermos, olvidados y en la miseria, sobreviven pescadores de Acapulco

Karla Galarce Sosa

Enfermos, entre el olvido y la miseria, algunos pescadores viven sus últimos días en embarcaciones abandonadas o en locales vacíos donde los dueños les permiten dormir muy cerca de la playa Manzanillo.
Agustín Cristóbal Palma, conocido entre el gremio de los pescadores como El Tigre, comenzó a perder la vista el año pasado después de que desarrolló diabetes hace siete y tras la muerte de su madre, con quien vivía entonces; ahora vive de la caridad de la gente pues come lo que las personas le regalan. Come lo que le dan, aunque le haga daño, pues no tiene nada más que eso.
Sentado bajo la sombra de un árbol, ahora tiene 50 años y después de haber trabajado más de 30 como pescador manipulando el motor de las lanchas, hoy clama por servicio médico y un techo dónde vivir.
Agustín duerme en el piso, afuera de un local muy cerca del astillero, de donde salía a pescar con sus compañeros tiburón, pez vela o dorado. Viste con un short azul, una playera desteñida y desgastada. Su muñeca derecha y rodilla izquierda están vendadas; la palma de su mano izquierda tiene un enorme cayo, los nudillos de sus manos son gruesos y tiene una barba rala, encanecida y la mirada perdida.
Dicen sus compañeros que después de tener una estupenda vista para la mar, ahora Agustín sólo ve sombras.
Agustín Cristóbal está solo. Sus hermanos y su madre murieron y no tiene quién lo cuide o lo ayude a trasladarse cuando necesita ir a alguna parte.
El Tigre no es el único que dedicó toda su vida a la pesca, sino que son “muchos” los que carecen de un techo, que no tienen familia y que tampoco tienen dinero para comprar comida. Algunos, explicó el pescador Eduardo Campos Picado, sobreviven limosnas que sus compañeros les dan, pues estimó que más del 90 por ciento de ellos carece de un techo propio y trabajan para terceras personas en la pesca de tiburón sin ninguna prestación.
“Arriesgan mucho y la ganancia es poca”, dijo en una improvisada reunión en la que sonaba el corrido Del pescador, en voz de los Cadetes de Linares que sonaba en la rocola.
El sitio donde se desarrolló la entrevista, ayer al mediodía, fue bajo el mismo árbol donde tres días antes habían velado a su compañero Mario Morales Monge, que murió en alta mar después de cinco días que una ola hundió la lancha donde viajaba con Raymundo Rodríguez Noyola, quien “milagrosamente” salvó su vida cuando los tripulantes del velero U-Fin lo encontraron muy cerca de La Roqueta el lunes pasado por la noche.
Cuando enferman, explicó Campos Picado, pocos tienen atención pues ni el Seguro Popular o alguna otra institución médica los recibe porque carecen de prestaciones sociales, a pesar de que arriesgan la vida con cada salida al mar.
El señor Wilfrido Cruz Sánchez, a quien apodan Papi Chulo, es uno de los escasos propietarios de embarcaciones, pero explicó que la Esperanza y Guadalupana no las adquirió con dinero de su trabajo como pescador –labor que desempeña desde hace 40 años– sino que fue resultado de una herencia que su madre le dejó en su natal Candelaria, Campeche, pero de la que se deshizo para volver al puerto.
Wilfrido Cruz y el pescador Roberto Salas Palacios, apodado como Sacacillo, desconocen si el gobierno entregó 8 mil pesos por los tres meses de veda de tiburón en Acapulco, a pesar de que ambos forman parte de la cooperativa El Pescador Extraviado, pues nadie les informó qué documentos debían entregar ni dónde debían hacerlo.
El gobierno federal, a través de la Comisión Nacional de Pesca (Conapesca), entregó 8 mil pesos a pescadores que no trabajaron durante los meses que duró la veda del tiburón.
Tanto Roberto Salas como Wilfrido Cruz aún se dedican a pescar en alta mar. Ambos coincidieron en que la labor a la que se dedican es arriesgada, pero admitieron que no saben hacer otra cosa.
Explicaron que por cada salida deben de invertir de 4 a 7mil pesos para pagar carnada y gasolina, además de los alimentos que deban llevar para los cuatro o cinco días que tarden en atrapar algo.
Todos ellos tienen otra coincidencia, y es que han naufragado en al menos una ocasión pero dijeron que gracias a que se encomiendan a Dios, y piden a sus familias que recen por su regreso, es que han vuelto sanos y salvos, aunque desgastados, pues la pesca es un oficio que requiere de todo el esfuerzo, comentaron.
Reclamaron el olvido de las autoridades y criticaron que no continuaran la búsqueda de los tres jóvenes que salieron a pescar el 22 de junio pasado.
Las familias de Luis Andrade Marín Agüegüeteco, Víctor Manuel Cristóbal Moctezuma y de Leonardo Rebolledo Moreno aún esperan su regreso.
El gobierno estatal ordenó la búsqueda por mar y por tierra del estudiante poblano Baraquiel Calva Díaz, quien fue arrastrado por una ola en playa Revolcadero, frente al hotel Princess el 15 de septiembre, sin embargo y a pesar de los sobrevuelos y los once días de búsqueda aún no es localizado.

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