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En la Alejo Peralta, damnificados del Paulina rememoran sus tragedias

 Karina Contreras  

Aunque han pasado siete años de que el huracán Paulina provocó destrozos en Acapulco, a la señora Glafira Rivero Valdés no se le olvida, y nunca se le olvidará mientras viva, pues las fuertes corrientes del río de La Sabana le arrebataron a su hijo Miguel Ángel, de 33 años.

En una conversación con este medio en su casa ubicada en el fraccionamiento Alejo Peralta –uno de los construidos para reubicar a personas afectadas por el huracán–, doña Glafira, con ojos perdidos en la distancia, recordó su vida cerca de la rivera con sus siete hijos, los casi dos meses que permaneció en el albergue, y luego la suerte de salir sorteada para ocupar una de las casas destinadas para damnificados.

Hace siete años doña Glafira vivía cerca del río La Sabana –el punto conocido como el puente roto en Ciudad Renacimiento– con sus siete hijos. Recuerda que en años anteriores, a pesar de las lluvias, nunca había pasado nada, y nunca se imaginó que la lluvia que empezó a las 7 de la noche del 8 de octubre se volvería una tragedia al día siguiente.

Glafira Rivero dijo que cuando empezó a subir el nivel del agua, lo que hizo fue salirse con sus hijos, pero Miguel Ángel regresó para avisar a sus vecinos que deberían de salir porque el río estaba creciendo. Entonces, a Miguel Ángel la corriente se lo tragó, por lo que dijo “Paulina me dejó un amargo recuerdo que llevaré mientras viva. Me resigno porque sé que mi hijo murió por ayudar a otras personas”.

Aun así la anciana, de 79 años, manifiesta el horror que fue ver cómo los cuerpos destrozados eran apilados, y donde cientos de familias iban a buscar con desesperación a sus familiares.

Doña Glafira permaneció por dos meses en el albergue, luego le fue entregada su casa en el fraccionamiento Alejo Peralta –ubicado en la avenida Juan R. Escudero–, y dice que es buena la casa, si se toma en cuenta que la de ella era de madera y lámina de cartón.

Las 52 casas del fraccionamiento están construidas en un terreno de 15 metros de largo por 8 de ancho, están hechas de tabla roca, y tienen dos recamaras, baño y sala-comedor. A diferencia de los demás fraccionamientos construidos para damnificados por el huracán, en éste no han tenido problemas ni con el drenaje ni el agua.

En el mismo fraccionamiento vive doña Ana Barrios, quien antes de vivir allí, ella tenía su casa en el cerro Marbella –ubicado en Pie de la Cuesta–, la cual fue arrastrada por las fuertes corrientes que estaban bajando de la colina.

Recordó cuando unas rocas cayeron en una casa de sus vecinos, y que “milagrosamente se salvaron todos”. Dijo que cuando amaneció, con su esposo decidieron bajar al centro y lo que vieron fue desolador, pues había cuerpos destrozados en las calles.

Comentó que permanecieron varios meses en el albergue de La Mira hasta que le dieron su casa en el fraccionamiento, aunque todavía le duele su hogar erigido de madera y cartón que perdieron, pues era todo su patrimonio que habían hecho con esfuerzo.

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