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Las ilusiones arrastradas por el Paulina en el río del Camarón

Las ruinas están allí. En las noches de lluvia los recuerdos se hacen presentes y los habitantes de las márgenes del río del Camarón se resisten a dejar sus casas, aún cuando hace siete años lo perdieron todo.

Josefina Carranza, Ramón López Olmos, Enriqueta Pineda Flores, Sara Cortés Velázquez, Gabriela López y María de la Luz Albarrán son vigilantes permanentes del río del Camarón. Los gritos, las explosiones de los tanques de gas al chocar con las piedras, los derrumbes de las casas, la pérdida de su patrimonio, el lodo acumulado en las calles, son recuerdos vivos de una experiencia que confían en que no se volverá a repetir, aunque para estar seguros de esto tengan que permanecer despiertos cada vez que llueve.

Están concientes del riesgo, así como de las ventajas que la ubicación de sus viviendas les ofrecen, cerca del mercado, del Centro, de la iglesia y con el riesgo latente de que el nivel del agua aumente igual que hace siete años –más de cuatro metros.

Pareciera difícil escudriñar entre sus recuerdos, por la tragedia que encierran, sin embargo, conviven con ellos a diario, recuerdan cuántas casas había y dónde estaban antes del 9 de octubre de 1997, aunque muchas de ellas se las llevó la corriente, de otras sólo quedaron los cimientos, algunas paredes y sobre algunos de estos sus moradores decidieron volver a empezar.

Con recursos propios o con las indemnizaciones que la Comisión Nacional del Agua (CNA) les entregó, las cuales “no fueron parejas”, según relatan algunos de los damnificados, pues mientras unos perdieron todo, solo recibieron 55 mil pesos y otros a los que el agua daño los muebles, sin averiar la construcción, la CNA entregó 150 mil pesos, lo cual les permitió a los dueños adquirir una casa nueva y rentar la que está cerca del arroyo, es decir, por la que fueron indemnizados, tal es el caso de una vivienda ubicada en la colonia Palma Sola-Independencia, relató Sara Cortés Velázquez.

El vecino Ramón López Olmos, es un ejemplo de esta situación, recibió 60 mil pesos, pero se aferra a sus recuerdos, llegó al cauce del río del Camarón 15 años antes de que se fundara la Unidad Habitacional Fovissste, su trabajo como chofer de un camión de volteo lo obligaba a visitar el cauce para comprar piedra, tiempo después compró dos predios de 15 metros de largo por 15 metros de ancho en 600 pesos, en 1973, recuerdó que en esta decisión influyó la presencia de una pila de agua que le proveía de este insumo, a sus 73 años, con el pelo cano y con reumas en su pierna izquierda, dice que no piensa retirarse de su casa, la cual en la madruga del 9 de octubre el huracán Paulina dejó convertida en una caverna, “el agua escarbó por debajo de la casa, se llevó el muro y todos los muebles”, mientras relata esta anécdota, señala con sus manos donde estaba la sala, la televisión, las camas y la cocina.

Hoy, en compañía de su hijo está reconstruyendo la casa, en las paredes aún está la marca del nivel que alcanzó el agua, las paredes están fracturadas, en el piso se observa el antes y el después, dos tonalidades de gris muestran como ha progresado la recuperación de un hogar donde hace siete años habitaba, su esposa, un hijo, su nuera y dos nietos.

Ramón López, originario de Cuernavaca, desde hace 45 años vive en Acapulco, afirma que su permanencia en una zona de alto riesgo se debe a que es “muy testarudo”. El día en que se registró el ciclón, él se encontraba en el estado de Hidalgo, llegó tres días después, los taxis no podían traerlo a la unida habitacional Fovissste, fue así como se enteró que el agua había arrasado la iglesia de la Sagrada Familia y que no había puente, por lo que improvisó una ruta para llegar a casa de uno de sus hijos que vivía en la colonia Santa Cruz, al llegar sus preocupaciones terminaron, allí encontró a su esposa, sus nietos, su hijo y su nuera.

Su hijo fue beneficiario con una casa en El Quemado, aunque no todos los que viven cerca del cauce recibieron este auxilio, “no’mas nos dijeron que nos iban a reubicar pero nunca lo hicieron”, comenta la señora Josefina Carranza, a quien la lluvia del martes la obligó a mantenerse despierta por el temor que el agua que arrastra una barranca, que está junto a su casa, subiera de nivel, justo en ese costado de su casa hay una ventana, por la que en octubre de 1997 entró el agua y el lodo.

Desde hace 14 años, Josefina Carranza vive junto a los edificios del Fovissste, aunque, para llegar a su casa los andadores no están pavimentados, camina sobre piedras y en días lluviosos llegar o salir de casa se vuelve complicado.

“Esa noche” como recuerda la fecha, la fuerza de la corriente, el golpe de las piedras y las casas a su alrededor derrumbándose, la obligaron a dejar su casa para trasladarse a un albergue, allí permaneció un mes y nunca le dieron una casa para reubircarse y asegura que sí estaría dispuesta a cambiar de lugar de residencia, porque no le gusta vivir en una zona de alto riesgo.

Siguiendo el cauce del río del Camarón, se pueden conocer otras historias de personas a las que afectó el huracán Paulina, pese a vivir lejos de cauces de arroyos, la vecina Gabriela López, propietaria de la miscelánea Bella, el local que renta en la colonia Progreso, sobre la calle Bernal Díaz del Castillo desde 1995, quedó sepultado bajo el lod,o para llegar a éste tuvo que caminar desde la Calzada Pie de la Cuesta, el local no se lo llevó la corriente, pero el lodo le impidió abrir la tienda al día siguiente, todos los negocios a su alrededor estaban destrozados, la casa de materiales para la construcción Mexicali estaba cubierta de lodo, la camioneta que había en el interior del inmueble, la corriente la arrastró una cuadra abajo, otros autos estaban encima de otros “parecía como si los hubieran acomodado”, las pérdidas en su miscelánea calcula que ascendieron a 20 mil pesos, pero después del huracán, las ventas han bajado considerablemente, antes del paso del meteoro, vendía 60 cajas de refresco a la semana, actualmente, sólo 10 y de cerveza de 15 cajas han bajado a cinco “ha quedado el comercio muerto”, dice.

Sin embargo, el registro de estas lluvias, favoreció a ciertas personas, algunos de ellos son los vecinos del andador del Camarón, quienes antes del huracán caminaban sobre el arroyo para llegar a sus casas, ahora hay un muro de contención que sostiene un pasillo, dos metros más arriba que el nivel del agua que escurre por este cauce.

Uno de estos vecinos es María de la Luz Albarrán, quien solicita que se le brinde mantenimiento al muro, pues teme que la corriente del agua escarbe por debajo de éste y ocasione una tragedia, ya que desde que construyeron el pasillo, nadie se ha acercado a evaluar las condiciones de la obra.

Para Luz Albarrán el huracán Paulina, es el culpable de la muerte de su hermano, no lo arrastró la corriente, ni quedó sepultado bajo el lodo, sino que dentro de su casa, cuando estaba dormido, la corriente desbordada del río del Camarón, ocasionó un remolino, que le hizo tragar agua “y como no era agua limpia” le provocó una infección en el páncreas que cinco años después le causó la muerte.

Estos son algunos testimonios de los que “cada año se acuerdan”, como lo dice Sara Cortés Velázquez, quien permanece junto a su esposo, en el sitio donde depositaron las cenizas de su suegra, una pequeña capilla a la que milagrosamente no le paso nada el día del huracán, en cambio la casa que está a su lado se la llevó la corriente. Este es el vínculo que los une al cauce del río del Camarón desde hace 27 años. (Daniel Velázquez).

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