Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

Los dos Francisco Ruiz Massieu

A diez años de la muerte de José Francisco Ruiz Massieu, la exaltación edulcorada de su obra complace la conciencia de sus amigos pero tergiversa la historia. Es natural y de buena educación que en los aniversarios luctuosos se hable bien de los homenajeados. Con mayor razón cuando se trata de recordar a un hombre que fue vilmente asesinado. Pero se debilita la memoria colectiva cuando por amabilidad se elude una revisión plural y crítica de los personajes.

Recordado en estos días como visionario, promotor del cambio político y practicante de la concordia y el acuerdo, es posible que Ruiz Massieu haya sido eso, pero también fue algo más que en ningún discurso se dijo. Si hemos de proponer una caracterización de Ruiz Massieu, ésta es la de un hombre inteligente y sensible, que sin embargo se dejó vencer por la hoguera del poder.

José Antonio González Fernández, ex líder del PRI, lo recordó de la siguiente manera: “No sólo mataron a un hombre sino a sus ideas, sus ideas de un México del futuro, de proyectos de unidad. Esa política que él sabía, que él practicaba; esa política de pasión, de visión, de acuerdos, concordia y civilidad, y en palabras suyas de paciencia”.

Con similares términos se le recordó en Chilpancingo. En el discurso oficial, el secretario de Desarrollo Social del estado, Heriberto Huicochea, resaltó de esta forma la obra y gobierno de Ruiz Massieu: “El gobierno del estado de Guerrero rinde hoy merecido homenaje a uno de sus más destacados y preclaros líderes; a quien con sus brillantes y avanzadas ideas y acciones creó en fondo y estilo una nueva forma de gobernar y hacer uso del poder para servir más rápido a la gente”.

Heriberto Huicochea añadió que Ruiz Massieu puso en la mira “el interés social y público; logrando así que Guerrero se sacudiera para siempre la infame etiqueta de estado problema, que se le colgó por varios años, a fin de encauzarlo por el camino de la legalidad, el trabajo coordinado, el pluralismo democrático, la modernización política y el desarrollo planificado” (El Sur, 29 de septiembre).

Si se le dejase en el plano teórico, Ruiz Massieu vendría a ser algo así como un fino ideólogo de la política; porque en efecto, produjo ideas interesantes y abrazó posturas conciliadoras.

Si, en cambio, se observa su praxis política, Ruiz Massieu vendría a ser algo así como un hijo del más fiero autoritarismo cultivado en los regímenes del PRI; porque, en efecto, en el ejercicio del poder se condujo autoritariamente, traicionando sus propias posturas académicas.

¿Cómo asimilar el hecho de que en su gobierno se produjera una encarnizada persecución y represión política? Porque la hubo, y esa, a pesar de sus amigos que sólo querrán hablar del rostro amable de Ruiz Massieu, es también parte de su obra.

No es posible elegir entre uno y otro personaje, entre el ensayista lúcido y el duro hombre de poder; en cambio, es posible moderar tanto la visión idílica que se pretende imponer, ocultando los rasgos indeseables de su historia, como la percepción contraria que trataría de calificar a Ruiz Massieu solamente por su forma de ejercer el poder y excluyendo el valor de sus ideas.

Ruiz Massieu fue un hombre de claroscuros, como suele ser el ser humano. Y en cierto modo su forma de practicar el poder fue congruente con el fondo que subyace en sus planteamientos, pues en último término tanto en sus ensayos como en su práctica política lo que Ruiz Massieu tuvo siempre en mente fue la conservación del poder en manos del PRI.

Así se entiende, por ejemplo, que hacia el final de sus días acuñara y propagara la idea de que era necesario “cambiar para que no nos cambien”, en una suerte de vacunación “anticambio”. Es decir, lo que a Ruiz Massieu más le importaba era legitimar y revaluar al PRI. En consecuencia, su idea de una transición política no incluía necesariamente la alternancia en el poder.

Resulta comprensible que sus apologistas se afanen hoy en destacar de la obra ruizmassieuista sólo aquello que es socialmente presentable, y que pasen por alto lo impresentable. Como la feroz persecución que desató contra la oposición política, o su actitud profundamente conservadora en materia de prensa, dignas de lo más atrasado de los regímenes priístas.

Pero que sea comprensible no elimina la falsedad de los discursos conmemorativos. Si “acuerdo”, “concordia” y “civilidad” fueron términos profusamente empleados en los ensayos de Ruiz Massieu, no tuvieron ningún rol durante su gestión en el gobierno del estado.

Tampoco le quitó a Guerrero la etiqueta de “estado problema”; al contrario, precisamente durante su gobierno esa etiqueta cobró tanto sentido como el que tuvo durante los gobiernos de los años setenta y principio de los ochenta.

Y si somos rigurosos en nuestro examen, llegaremos a la conclusión de que “legalidad”, “trabajo coordinado”, “pluralismo democrático” y “modernización política” son nociones frente a las cuales nuestro brillante político mantuvo un desdén de marca olímpica. ¿”Desarrollo planificado”? Si eso existió con Ruiz Massieu, entonces que alguien explique por qué 30 municipios de Guerrero están hoy clasificados como de “muy alta” marginación social y otros 37 como de “alta” marginación social.

Ni todo es luz ni todo es oscuridad en la historia de José Francisco Ruiz Massieu. Aceptemos el hecho definitivo: era un hombre de ideas brillantes y claroscuros profundos. Quizá como cualquier otro ser humano.

[email protected]

468 ad