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En la marcha, familiares de normalistas gritan para que el gobierno los entregue con vida

*Tristeza, impotencia, coraje y remordimientos acompañan a los seres cercanos a los estudiantes en su protesta para pedir justicia por sus muertos y la aparición de los jóvenes

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

Efrén Sánchez tiene sentimientos encontrados. “Tristeza, impotencia, coraje, desesperación por no saber qué va a pasar más adelante, angustia, pero también es unión familiar, porque es un momento muy difícil el que estamos pasando”, dice mientras camina en medio del contingente de padres de familia, que marchan este 2 de octubre con dos consignas: justicia por los tres estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa asesinados el fin de semana, en Iguala, y la presentación con vida de 43 desaparecidos.
Él es hermano de Martín Getsemany Sánchez García, y su casa está en la calle Prolongación Justo Sierra, de Zumpango del Río. Martín cursa el primer año en la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, tiene 19 años y es uno de los 43 estudiantes desaparecidos desde la noche del 26, cuando normalistas que iban a bordo de tres autobuses fueron atacados en Iguala por policías municipales y civiles armados, y algunos fueron detenidos por los policías que se los llevaron en patrullas de la corporación, como ha sido probado por los testimonios de los estudiantes y por imágenes de las cámaras instaladas en la calle.
Efrén lleva en la marcha de este jueves una pancarta amarilla, con el nombre de su hermano: “Martín Getsemany Sánchez. Vivos se los llevaron vivos los queremos”.
Cuenta: “Él decidió estudiar en la Normal Rural de Ayotzinapa por falta de recursos económicos. Nosotros somos una familia humilde y nuestra única oportunidad para que mi hermano estudiara es la Normal de Ayotzinapa”.
Los padres de Martín Getsemany no acudieron a la marcha de ayer para exigir la presentación con vida de su hijo, porque ya son de mayor edad y difícilmente hubieran podido caminar más de cuatro horas bajo el sol, gritando hasta irritarse la garganta: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, y “por qué, por qué los asesinan si son las esperanzas de América Latina”, como lo hizo su hijo, Efrén Sánchez, hermano de Martín Getsemany.
Entre consigna y consigna, Efrén contó que su hermano salió de su casa el lunes 22 de septiembre por la mañana, les dijo a sus padres y a él que se habían reanudado clases y que regresaba el próximo fin de semana, como lo hacía normalmente.
Sin embargo no regresó. La noche del 26 de septiembre le tocó ir en el camión de donde policías municipales se llevaron a la mayoría de los normalistas hoy desaparecidos.
Efrén expresa que su familia estaba de acuerdo en que Martín se involucrara en las manifestaciones y protestas, a las que comúnmente convoca la dirigencia estudiantil de esa escuela: “Nosotros estamos de acuerdo en la libre manifestación y en la libre expresión de los jóvenes, también estamos de acuerdo en que si hay alguna falta por parte de los jóvenes debe castigarse, hay leyes para eso, pero creemos que la represión a tal grado no la comparte nadie”.
Efrén dice que no sabe si hay responsables intelectuales del asesinato de los tres estudiantes y la desaparición de 43, “por lo tanto yo no puedo acusarlos, pero sí les exigimos que asuman su responsabilidad. Alguien que quiere representar a un pueblo, sabe que se echa un compromiso y si uno de esos compromisos es dar seguridad, debe de brindarla. Hay presupuesto para la seguridad y el presupuesto tiene que gastarse para lo que es”.
Luego acusa: “Muchas veces los políticos, ese presupuesto y esa seguridad la utilizan para uso personal, y la seguridad debe ser para todo el pueblo, porque ellos son representantes del pueblo, que no se olvide que se deben al pueblo”.
Efrén Sánchez dice que por lo pronto lo que les queda a las familias de los jóvenes desaparecidos es la manifestación, “sólo si exigimos tenemos la posibilidad de que el gobierno nos voltee a ver. Si los desaparecidos fueran hijos de algún político, tenga la seguridad que los estarían buscando por todos lados y a lo mejor ya los hubieran encontrado”.
Reprocha: “Pero como no es así reaccionan muy tarde, hasta el día de ayer (el miércoles) escuchamos al gobernador (Ángel Aguirre Rivero) decir que tenía toda la intención de que esto se aclare. Nosotros también tenemos esa intención, pero estamos exigiendo que así como se los llevaron así los queremos, vivos”.

A los 33 años quiso ser maestro

En la acera de enfrente a donde camina Efrén Sánchez, marchan los familiares del estudiante José Ángel Campos Cantor. Él es del barrio de El Fortín, en Tixtla.
A diferencia de los sentimientos encontrados de los familiares de Martín Getsemany, los de José Ángel, tienen remordimientos y cargos de conciencia.
Su tía, Rocío de la Cruz, cuenta por qué: “Nosotros (sus familiares) lo animamos para que estudiara la Normal, él trabajaba de albañil para mantener a sus dos hijas, una de 7 años y otra recién nacida”.
Hablando bajito, casi al oído del reportero, como cuidando que sus palabras no sean escuchadas por el resto de los padres de familia que caminan a su alrededor, revela: “El tiene 33 años y va en primero”.
Su vista se clava en el pavimento cuando insiste, “hoy me remuerde la conciencia, yo fui una de las personas que le pidieron que estudiara, que ingresara a la Normal de Ayotzinapa para que fuera maestro en vez de albañil, y ya ves lo que pasó, hoy me da mucha pena y sentimiento cuando su hija mayor llora y pregunta por él”.
La tía del desaparecido cuenta que su sobrino José Ángel fue el que sacó el puntaje más alto en el examen de admisión, y de eso sí se siente orgullosa, dice.
Luego con rabia expresa que todo lo que pasó, el asesinato de los tres estudiantes y la desaparición de otros 43, “es culpa de este maldito gobierno”. De hecho, algo de eso dice la consigna de su pancarta: “Gobierno maldito, reprimir es un delito”.

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