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Silvestre Pacheco León

El pasante

(Quinta Parte)

*En demanda de que se respete la vida de los estudiantes desaparecidos y de que el gobierno se deslinde del crimen organizado.

Con la iglesia hemos topado, Sancho

El pasante, egresado de la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional, tenía obligación de prestar su servicio social por seis meses, adscrito al Centro de Salud de Quechultenango, los cuales se cumplirían durante la festividad anual del santo patrón.
Era el año de 1959, y durante ese tiempo el pasante realizó el estudio de comunidad involucrando a sus habitantes y autoridades en la identificación y priorización de sus necesidades, derivándolas en un plan de desarrollo que se enfocaba en buscar la solución de los problemas yendo a su raíz.
En poco tiempo la comunidad se empoderó aprendiendo a procesar decisiones autónomas de manera organizada, como el hecho de tomar en sus manos el embovedado del templo católico, ante la indolencia del párroco que justificaba su inacción en la supuesta falta de fondos.
Aunque esa iniciativa llevó a los habitantes a confrontarse con el poder caciquil, el pasante quiso ser consecuente con las decisiones de la asamblea que lo había erigido en su líder, encabezando el trabajo de construcción.
En el fondo el pasante se sentía satisfecho por tener en sus manos la posibilidad de reconstruir esa joya del siglo XVII que los agustinos dejaron como herencia del pueblo. Era una iglesia con basamento de piedra, de gruesas paredes y techo abovedado, envuelto en un atrio de altas bardas, con una avenida central que era la entrada, rodeada por una decena de panteones que eran la muestra del poder de la gente adinerada que pudo conseguir un lugar privilegiado para sus difuntos.
El temblor de 1957 había tirado medio techo de la iglesia y dejado expuesta a la lluvia toda la altar y sus santos bajo la indolente actitud del cura.
Fueron pocas semanas de un trabajo frenético que no conocía descanso. Las cuadrillas de peones se organizaban por barrios para aportar su trabajo voluntario, un día por semana.
Desde los comienzos del embovedado el médico sorprendió a los trabajadores cargando en el hombro una lata con mezcla que subió por la improvisada escalera hasta el techo de la iglesia.
Pocos sabían que en su adolescencia el pasante se ganaba la vida haciendo los trabajos más rudos para ganarse el pan de cada día, y quizá nadie en el pueblo sabía que ése hombre de caminar presuroso, vestido siempre de blanco impecable, robusto y educado, apenas el año pasado había recorrido las principales ciudades de Sudamérica para visitar las facultades de medicina de aquellos países, en su carácter de organizador del Segundo Congreso Latinoamericano de estudiantes de Medicina.
El propio pasante desconocía que en 1951, con otro carácter, pero con la misma profesión, el guerrillero Ernesto Che Guevara había realizado similar recorrido.
Con el ejemplo del médico en el trabajo rudo el propósito de reconstruir el templo se cumplió de manera tan holgada que dio tiempo para construir, en la fachada frontal de la iglesia, la cúspide para alojar el moderno reloj de cuerda que en homenaje a su pueblo los paisanos radicados en México habían comprado y regalado para embellecerla.
Cuando llegó la fecha de la feria anual que se inicia el 25 de julio, se organizó una gran fiesta para la inauguración del reloj y de la iglesia, que contó con la presencia del propio obispo de Chilapa como invitado especial.
Después se supo en el pueblo que el único a disgusto por la obra terminada era el propio sacerdote de la parroquia quien mereció un regaño de su superior por haber dejado en manos del médico una tarea que sólo a él le competía.

La escasez de maíz

Ése año la población de Quechultenango sufrió la escasez de maíz debido a la sequía que se abatió sobre sus campos el año anterior.
El médico recuerda que la gente sufría para conseguir el grano que es base de su alimentación.
La gente se lamentaba de que el cura ponía oídos sordos a todas las peticiones que le hacían para que abriera la troje del curato y repartiera el maíz aunque fuera en calidad de préstamo bajo la promesa de entregarle una ración doble cuando llegara el tiempo de cosechas, recuerda el médico.
Curiosamente, el mismo maíz que el cura negaba a la gente necesitada, aparecía a la venta en el tianguis dominical para especular y hacer negocio con el hambre del pueblo.
Esa situación que indignaba a las amas de casa llegó al seno del Comité para discutirse en una de sus reuniones semanales.
La decisión fue drástica y novedosa porque en la discusión se involucró a la autoridad municipal comprometiéndola para que actuara bajo el principio de velar por la legalidad, contra la especulación y el abuso, obligando al principal acaparador a bajar el precio del grano para que su ganancia no fuera exagerada.
Con ese acuerdo, al domingo siguiente el propio presidente municipal encabezando un grueso contingente de hombres y mujeres, enfrentó al comerciante encarecedor, comunicándole que tenía prohibido alterar el precio del maíz a su antojo, fijándole lo que la autoridad juzgó adecuado.
Como el acaparador se negó a cumplir con la orden, la autoridad procedió a requisarle tres camiones de maíz ante el alborozo de la gente, vendiendo el maíz a precio accesible a los demandantes del producto que formaron una gran cola.
Al final de la venta y agotado el producto, las autoridades entregaron al acaparador los envases vacíos y el precio que amparaba todo el maíz requisado.
Es obvio decir que el acaparador ya no se apareció por el tianguis con nuevo cargamento de maíz la semana siguiente, y que a partir de ése día el grupo de los caciques tuvo una nueva razón para enfrentar al médico que ya identificaban con el mote de comunista.
En adelante, como las autoridades locales habían previsto que la escasez artificial del maíz continuaría durante los meses más lluviosos de agosto y septiembre, con el apoyo del pasante consiguieron comprar en los almacenes de CEIMSA, en Chilpancingo, el maíz suficiente para satisfacer la demanda, con un fondo revolvente cuyo monto la tesorería entregaba desde el viernes al recién nombrado comité de abasto el cual devolvía el préstamo el lunes siguiente.
Ese mecanismo de la compra en común se aplicó desde el mes de julio hasta septiembre, cuando llegó el tiempo de la nueva producción de maíz, con lo que el precio del grano bajó drásticamente y todo mundo tuvo que comer.
Gracias a esa experiencia aleccionadora para las familias campesinas que vivieron y fueron víctimas de la escasez de maíz, en el futuro nunca se volvió a repetir, pues al año siguiente, sin necesidad de hacer ningún trabajo de convencimiento entre los campesinos, se formó un fondo común para la compra de semillas mejoradas y suficiente fertilizante químico que en ése tiempo se estaba poniendo de moda como la gran novedad en la agricultura.
La otra novedad fue la reunión efectuada en el curato entre los caciques a convocatoria del cura. A la gente le había llamado la atención ése hecho porque hasta entonces los personajes reunidos eran enemigos declarados por la disputa de la presidencia municipal. Algo tramaban en contra del movimiento emancipador que se había iniciado.

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