Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Pineda Ochoa

La partera de la historia

(Cuarta parte)

III

Morelos y el Primer Congreso de Anáhuac

Con premura el párroco arregló sus asuntos personales y salió de la diócesis acompañado por 25 hombres de su confianza, rumbo al sur. El territorio suriano no le era desconocido, sus andanzas como arriero lo llevaron por muchas veredas y caminos y conoció todo tipo de gente. En el recorrido, en las comunidades que era preciso cruzar, al enterarse de su cometido, veían con beneplácito el reto que iba a enfrentar. Cuando llegaron a la población de San Juan Huetamo, el número de seguidores había aumentado a 350, 50 que venían montados a caballo. “Cada uno con su propia historia de abusos y racismos”.
Más adelante, en Zacatula, Marcos Martínez capitán de caballería del lugar, ingresó al grupo con 50 hombres armados y algunos fusiles más. Siguieron la ruta hacia Tecpan, y por primera vez divisaron las líneas de un ejército regular, al mando del coronel José Antonio Fuentes, que gozaba de una fama de militar rudo, quien en esa ocasión prudentemente rehuyó el combate. Continuaron los insurgentes el recorrido y pasos más allá se adhirieron a la causa, Ignacio Ayala y don Hermenegildo Galeana. Tata Gildo como lo conocían, invitó a la partida rebelde a la finca familiar ubicada en las cercanías de Tecpan; ya en lugar, sin mayor protocolo la familia Galeana completa se incorporó al movimiento independentista. También pasó a formar parte del inventario castrense El Niño un “cañoncito” de manufactura inglesa que compró don Hermenegildo a unos náufragos de esa nacionalidad y cuyo uso ordinario estaba reducido a tronar en las festividades religiosas organizadas en la hacienda de El Zanjón.
Con el manifiesto apoyo de los surianos y el rápido crecimiento de las columnas rebeldes fueron dándose los combates de El Aguacatillo, Las Cruces, El Marqués, La Cuesta, San Marcos, la toma de Oaxaca, expedición en la que destacó Valerio Trujano, amigo del cura Morelos desde sus andanzas como arriero y considerada entre los hechos de guerra como una de las acciones de mayor relevancia…, ganando y perdiendo, fogueándose, creciendo en cada victoria y aprendiendo de las derrotas; echando mano de cualquier recurso, era común que el líder michoacano arengara a la tropa (en particular a los indios): “Vosotros podéis ya quedaros con el fruto de vuestras tierras. Trabajadlas y lo devengado será sólo vuestro”. Respecto a la disciplina militar advirtió: “Castigaré a todo motín tendiente a provocar la guerra de castas y sólo a mi criterio quedan reservados los nombramientos del ejército. Se acabó ya ese modo de andar haciéndose oficiales sólo por aclamación”34; pretendía instaurar un orden militar del cual carecieron las tropas de Hidalgo. Así transcurrió el tiempo hasta integrar un verdadero ejército, el Ejército Insurgente del Sur, dirigido por el futuro Siervo de la Nación.
Ya con 700 hombres se tomó la decisión de apoderarse del cerro El Veladero, colina estratégica que dominaba la panorámica completa del puerto de Acapulco, en ese periodo objetivo principal. A varias horas de intercambiar balazos, los 400 elementos que defendían el fuerte huyeron dejándolo a merced de los noveles combatientes. En esta acción participó Juan Álvarez, un joven de 20 años que había ingresado al grupo insurgente en el poblado de Coyuca –hoy de Benítez–, como miembro de la escolta del generalísimo. El muchacho tiempo después llegaría a ser uno de los hombres más significativos de la historia del sur y de México. Enterado el gobierno virreinal de estos hechos, tomó providencias y urgió el traslado del capitán Francisco Paris destacamentado en la mixteca oaxaqueña, para reforzar la defensa del puerto, al lado del teniente coronel Juan Antonio Fuentes y del gobernador Antonio Carreño. A Morelos le urgía, aparte de cumplir la consigna mandatada por Hidalgo de tomar Acapulco, controlar el correo, manejar el comercio con Filipinas, conseguir el libre intercambio de mercancías con los demás pueblos americanos y de Asia, adquiriendo a través de estas maniobras, la autonomía comercial de cara al mundo. El puerto de Acapulco finalmente fue ocupado y controlado por los revolucionarios hasta el 6 de abril de 1813.
El Ejército Libertador combatió en todas las regiones sureñas, agregando los estados de Michoacán, Oaxaca, Puebla, incluyendo tierras veracruzanas y el ahora estado de Morelos (erigido precisamente en honor del cura de Valladolid). Al calor de la disputa armada, se integraron y complementaron los nuevos cuadros militares que sustituían a los Allende, a los Aldama, a los Jiménez y demás participantes de la primera oleada insurgente. En Tecpan, un joven arriero tixtleco Vicente Ramón Guerrero Saldaña, se unió al grupo revolucionario con el grado de capitán, bajo las órdenes directas del mayor de los Galeana. Durante años, ya muertos Tata Gildo y el propio Siervo de la Nación pilar indiscutible del triunfo libertario, Guerrero sostuvo hasta el final (1821), el combate por la independencia. Los Bravo, Leonardo, su hijo Nicolás y sus hermanos Víctor y Miguel, seguidos por los peones de la Hacienda de Chichihualco, que era de su propiedad, resolvieron alinearse a las filas insurgentes; Mariano Matamoros sacerdote de la orden Carmelita, ingresó al contingente libertario en la batalla de Izúcar (del estado de Puebla y hoy llamado Izucar de Matamoros) el 16 de diciembre de 1811. Al poco tiempo sería el hombre junto con don Hermenegildo, de mayor confianza del Generalísimo; Pedro Asencio, Valerio Trujano, Guadalupe Victoria (que va a ser el primer presidente de la República mexicana), Francisco Javier Mina (español) y otros y otras, que destacaron en la epopeya emancipadora.
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Los habitantes de Cuautla no solamente fueron testigos sino partícipes directos de una de las hazañas de mayor preeminencia en todo el transcurso revolucionario, conocida en las lides bélicas como El sitio de Cuautla. El 31 de enero de 1812 llegó a esta población el ejército encabezado por Morelos y su estado mayor. Este desplazamiento puso nerviosos a los realistas. El virrey Venegas consideraba que podía tratarse de una maniobra previa al intento de apoderarse de la capital colonial. La respuesta fue inmediata y Calleja marchó hacia el poblado, para impedirle a los rebeldes el paso hacia la ciudad de México. Los insurgentes sopesaron la situación y consideraron conveniente permanecer en la villa. Rápidamente prepararon la defensa; distribuyeron a la tropa en puntos estratégicos al mando de los principales jefes insurgentes (Leonardo y Miguel Bravo, Tata Gildo, Matamoros, Valerio Trujano…) e iniciaron la tarea de controlar el agua, recabar la mayor cantidad de víveres y forrajes que fueran posibles.
El general virreinal tenía la convicción en base a las diferencias existentes entre los dos ejércitos, que ganaría la partida incluso con cierta facilidad: poseía un armamento superior, el fogueo de las tropas bajo su mando rebasaba a las de sus enemigos y la diferencia numérica le era favorable. El 19 de febrero de 1812 comenzaron los primeros combates. Después de varios enfrentamientos infructuosos pero cruentos (incluso hubo varios momentos en que se luchó cuerpo a cuerpo), Félix María Calleja pidió la anuencia del virrey para sitiar al vecindario, considerando que entre seis u ocho días tendría en un puño al odiado rival; al llegar la respuesta afirmativa, actuó de inmediato.
El Ejército Libertador estaba compuesto por 3 mil efectivos, 2 mil de infantería, mil de caballería, agregándole 16 cañones. Calleja dirigía primero a 5 mil soldados, pero pronto llegó una partida de refuerzo, haciendo un total de 7 mil hombres.
Transcurrieron no sólo los ocho días pronosticados por el experimentado oficial realista, sino poco más de dos largos meses y los insurgentes seguían firmes en el resguardo de la Plaza; el 21 de abril, Morelos comisionó al coronel Matamoros para que saliera del poblado a buscar alimentos. Luego de diversos intentos y a costa de muchas vidas, consiguieron cruzar las líneas enemigas; cumplida la misión, ya de regreso trataron de nuevo de burlar las trincheras realistas y llevar a cabo la distribución de las indispensables provisiones para seguir resistiendo. No fue posible. La única salida que quedaba era romper el sitio. Los mandos militares deliberaron al respecto y el 2 de mayo de 1812 los rebeldes bajo las órdenes del Generalísimo rompieron el cerco.
La defensa heroica de Cuautla y el salir airosos del anillo de hierro, dio mayor fuerza y prestigio a la causa independentista, a sus soldados y líderes. La valentía y el genio militar de quienes participaron en aquella gesta, años después, fue reconocida por el principal estratega enemigo, Félix María Calleja. (Además está la ahora muy conocida frase de Napoleón Bonaparte: “Con cinco hombres como Morelos, conquistaría el mundo entero”). Esta batalla mostró la consistencia del Ejército Insurgente, pues reveló que pese a las derrotas del periodo precedente con Hidalgo a la cabeza, se mantenía el insuperable apoyo del pueblo a la causa independentista. Las hazañas de María Reyes, una mujer del pueblo que frente a las trincheras enemigas provocaba a los soldados realistas burlándose de ellos35; ¿y qué decir del Niño artillero Narciso Mendoza? Todavía quedaba un largo camino por recorrer, muchas campañas que ganar para ensanchar el territorio liberado, derrotar y expulsar a los enemigos de la patria que estaba naciendo.

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La Suprema Junta Nacional de Zitácuaro va a constituirse por iniciativa de Ignacio López Rayón, luego de la muerte de Hidalgo y sus compañeros del círculo queretano. El 19 de agosto de 1811 en la villa de Zitácuaro, Michoacán, dicho organismo quedó formalmente constituido. El plan estratégico de Rayón convenía que al consolidarse la Junta como cuerpo político del grupo emancipador, llegado el momento, podría convertirse en un órgano de gobierno reconocido y aceptado por la corona española, con la suficiente calidad para representar a los mexicanos. Asistieron al llamado de la convocatoria 16 jefes regionales, quienes avalaron a la dirección del Consejo que quedó integrada por el sacerdote José Sixto Verduzco, José María Lizaga y el mismo Rayón denominados como vocales. A don Ignacio López Rayón, a la par, lo distinguieron nombrándolo Ministro Universal de la Nación y Presidente de la Suprema Corte. Posteriormente a José María Morelos y Pavón lo integraron como cuarto vocal.
El 2 de enero de 1812, el ejército español comandado por Calleja expulsó de Zitácuaro a la Junta, que no tardó en reaparecer en el poblado de Sultepec, al sur del hoy Estado de México. Aquí elaboraron varios documentos sobre diferentes tópicos políticos; la mayoría salieron de la pluma del veracruzano José María de Cos y de sus colaboradores y con la anuencia de Ignacio López Rayón se editaron dos periódicos: El Ilustrador Americano y El Ilustrador Mexicano, que ponderaban y difundían la lucha emancipadora36.
La verdad es que las pretensiones de la Junta estaban lejos de concretarse. Si bien sus miembros se encargaban de administrar las localidades bajo el dominio insurgente, el resto de las autoridades eran designadas por los respectivos jefes militares que habían tomado la plaza. Es válido señalar que sus directrices dejaban mucho que desear y su potestad iba restringiéndose cada vez más; por ejemplo, quienes reconocían estar bajo su dirección en realidad obraban por cuenta propia. Las desavenencias políticas iban profundizándose; los fracasos militares de Rayón le dieron la puntilla y la Junta de Zitácuaro no tuvo otra alternativa que ceder el lugar como máxima autoridad a lo que sería el Primer Congreso de Anáhuac. A esta convención acudieron representantes de todos los territorios liberados. Era perentorio darle al movimiento una cohesión política, ideológica y militar que las desavenencias entre los integrantes de la Junta estaban lejos de cumplir.
En los inicios de 1813 una franja importante del territorio colonial estaba controlada por los insurgentes. El éxito tenía como premisa la composición del ejército; Morelos había logrado formar un núcleo beligerante compuesto por negros cimarrones y ex esclavos de la Costa Chica, indios, pardos, campesinos y mestizos pobres a los que se agregaban criollos como los Bravo y los Galeana ya mencionados. Pero lo fundamental era la participación entusiasta de la población incorporada en distintos frentes; algunos producen y distribuyen alimentos para la milicia, otros sirven como correo o se suman directamente a las filas del Ejército Libertador acrecentado los héroes y mártires anónimos. El Siervo de la Nación por su contacto permanente con la gente del pueblo, es considerado el portador más preclaro de los anhelos de liberación de los mexicanos (sin menoscabo de las críticas que han señalado algunos investigadores reconocidos)37. Su visión no queda limitada al aspecto político-militar. Va más allá e incorpora a su ideario reivindicaciones sociales. Sus opiniones sobre los problemas agrarios son claras y precisas, si bien no se expresan explícitamente en el documento que será conocido como Los Sentimientos de la Nación, donde esboza un nuevo sistema teñido de humanismo igualitario y cristiano. Así lo demuestran su obra epistolar, sus discursos, los documentos donde polemizando, aseverando, contradiciendo y legislando va formando los conceptos que serán plasmados en la Constitución de Apatzingán38.
Chilpancingo estuvo de plácemes un poco más de cuatro meses; los vecinos mujeres y hombres se identificaron de manera solidaria con los congresistas y las milicias armadas; participaron en la organización del evento, cocinaron y compartieron comida sin excluir a nadie; abrieron las puertas de sus casas para hospedar a tan distinguidos huéspedes. El acto terminó convirtiéndose en una auténtica verbena popular. El generalísimo elevó al poblado a rango de ciudad y capital provisional de la Nueva España (de la América Septentrional), para que pudiera ser sede del Congreso, instalado formalmente el 13 de septiembre de 1813. Al día siguiente José María Morelos y Pavón, en la iglesia de la Asunción, pronunció el discurso de apertura de la Convención.
El Congreso quedó constituido por los diputados Andrés Quintana Roo, representante de la provincia de Puebla que fue nombrado presidente; el licenciado Cornelio Ortiz de Zárate (Tlaxcala) y Carlos Enriques del Castillo fungieron como secretarios; el Lic. José Manuel Herrera representaba a la provincia de Tecpan; Carlos María Bustamante del Estado de México; José Sixto Verduzco de Michoacán; José María Liceaga, Guanajuato; José María Cos, Veracruz; don José María Murguía, Oaxaca e Ignacio López Rayón por Nueva Galicia. Del conjunto sólo dos fueron electos por el voto popular.
La asamblea no estuvo exenta de dudas y contradicciones. Los delegados conocían varios textos de la Ilustración francesa, el legado de la Guerra de Independencia de Estados Unidos (1775-1783), el pensamiento liberal europeo plasmado en la Constitución de Francia (1793-1795); la influencia de la Constitución de Cádiz (1812) y haciendo hincapié que un buen número de insurrectos simpatizaba con dichos proyectos políticos, también había posiciones menos proclives al liberalismo radical. Debatieron sobre el significado de soberanía y el tipo de gobierno que regiría al México independiente. Rayón fundamentaba que tal significación debería salvaguardarse en el entendido de entregar el mando tan pronto fuera restablecida la monarquía española; aducía el mismo Rayón que el pueblo depositaba tal soberanía en manos de Fernando VII y por lo tanto, éste sería el camino para desatar los amarres coloniales de manera tersa. Tal razonamiento aterriza trazando la pista para que el futuro gobierno autónomo continuara siendo monárquico.
Otra proposición fue la representada por el Generalísimo, quien replicó a la argumentación del bloque de López Rayón y su posición quedó plasmada en Los Sentimientos de la Nación. El documento está constituido por 23 apartados los cuáles de manera precisa fundamentan que la soberanía radica en el pueblo y el nuevo Estado sería una república independiente, libre y soberana de España y de todas las naciones del mundo; el régimen gubernamental estaría compuesto por tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial (basado en la doctrina jurídico-filosófica que data del opúsculo de Montesquieu, titulado Del espíritu de las leyes39); también establece preceptos en materia de justicia social como el que propone “moderar la opulencia y la indigencia” y “aumentar el jornal del pobre”; el derecho a la propiedad, la inviolabilidad del domicilio; prohíbe la tortura y expone la regulación de los tributos. Exceptuando el artículo segundo que a la letra dice: “Que la religión católica sea la única sin tolerancia de otra”, los más exponen la posición ideológica de la burguesía liberal revolucionaria de esos tiempos.
El pliego Los Sentimientos de la Nación –ponencia triunfadora–, fue impreso en El Correo Americano del Sur, periódico editado en el puerto de Acapulco a iniciativa del jefe insurgente y dirigido por José Manuel Herrera y Carlos María Bustamante.
Bajo el acoso de las autoridades y de los soldados virreinales, el Congreso tuvo que retirarse. El camino tomado los condujo a Tlacotepec, población serrana del actual estado de Guerrero, y concluye sus sesiones iniciadas en Chilpancingo, el 15 de enero de 1814. El 22 de octubre del mismo año, en Apatzingán, Michoacán, se edita el primer esbozo de la Constitución Mexicana, hechura del primer Congreso de Anáhuac. La Carta Magna proclama la independencia de México y de la América Septentrional; rechaza la monarquía y establece la república, aduciendo que la soberanía proviene del pueblo; suscribe los derechos esenciales del hombre y del ciudadano en igualdad ante la ley; el poder legislativo sustituye a la Junta de Zitácuaro y al Siervo de la Nación lo designan titular del Poder Ejecutivo (razón por la cual renunció a la comandancia suprema del Ejército Insurgente Libertador del Sur).
A Morelos lo capturó el ejército colonial al mando del teniente general Manuel de la Concha y del teniente coronel Eugenio Villasana a los cuales acompañaba Matías Carranco, que la hacía de guía para que si fuera el caso, no perdiera de vista al caudillo insurgente e identificarlo en cualquier circunstancia o instante de manera precisa. Este sujeto, ex militante de las filas revolucionarias y originario de esta región sureña, era un viejo conocido del generalísimo en sus andanzas como arriero y el único entre la tropa que lo conocía personalmente; habían tenido rencillas personales, pues se disputaban el amor de Francisca Ortiz, una dama originaria del vecindario de Tepecoacuilco, hoy Guerrero. El 5 de noviembre de 1815, en una ranchería llamada Temalac ahora distinguida como, Temalac de Morelos, Guerrero, perteneciente al municipio de Atenango del Río del ahora estado guerrerense, le dieron alcance a las columnas insurrectas. El dirigente rebelde comandaba un ejército diezmado, cargando a cuestas la derrota de Valladolid, la captura y ejecución de Matamoros, la increíble muerte de Hermenegildo Galeana (atravesaba una coyuntura crítica recurrente, propia de los conflictos armados) y en su afán de poner bajo custodia a los representantes del poder legislativo que le pidieron protección para llegar sanos y salvos a Tehuacán, estancia en donde se agruparía la totalidad del mando insurrecto, resolvió quedarse como garante de la retaguardia, con un grupo reducido de leales tratando de retener lo más posible al enemigo para dar una amplia ventaja a los fugitivos que seguirían protegidos, por mandato suyo, por Nicolás Bravo y José María Lobato. La vanguardia logró escapar pero Morelos fue capturado junto con sus compañeros.
En Temalac de Morelos, del estado de Guerrero un obelisco indica el punto preciso donde detuvieron al generalísimo José María Morelos y Pavón.
Antes del traslado del prisionero a la ciudad de México, 150 compañeros del caudillo de 200 detenidos junto con él, fueron pasados por las armas. La premura de trasladar a la capital de la Nueva España al general insurgente, tenía como finalidad presentarlo de inmediato ante los tribunales religiosos y militares, exhibiéndolo “…de haber incurrido en el delito de alta traición al rey, la patria y Dios, sabotaje del virreinato y provocar muertes y destrozos”. A continuación el juicio eclesiástico lo inculpó de violar el celibato al tener tres hijos ilegítimos y de no hacer caso de las excomuniones levantadas en su contra por el obispo michoacano Manuel Abad y Queipo. El dictamen de la Santa Inquisición lo condenó a la degradación religiosa y además lo declara hereje y lo sentencia a reclusión perpetua en África (sic) si no es condenado a muerte. El 21 de diciembre, Calleja –entonces ya virrey de la Nueva España–, emitió la sentencia condenatoria validando la pena capital40. Al día siguiente, 22 de diciembre de 1815 en Ecatepec Estado de México, ejecutaron al odiado enemigo: José María Morelos y Pavón, Siervo de la Nación (1765-1815).

(Continuará el próximo domingo).

NOTAS
34. Pedro Ángel Palou, Charlas de café con José María Morelos; Grijalbo, P. 89, México, 2009.
35. Este personaje femenino fue detenida por las huestes de Calleja y la condenaron a cinco años de prisión (Pedro Ángel Palou, Ibid).
36. Asimismo escribió un Manifiesto que hacen al pueblo mexicano los representantes de las provincias de América y los Planes de Paz y Guerra. Editados el 16 de marzo de 1812; también participó en el Congreso de Chilpancingo como diputado por la provincia de Veracruz, lo que le permitió participar en la redacción de la Constitución de Apatzingán. José María Cos, terminó aceptando el indulto ofrecido por el Virrey en 1817; murió en Pátzcuaro, Michoacán en 1819. Existen datos que ubican a Cos como oriundo de Zacatecas, lo que no le impedía (en caso de ser así), representar a Veracruz.

37. Luis González de Alba, en el ensayo ya citado; Vicente Leñero, La ruta crítica del martirio de Morelos; y José Antonio Crespo, en el libro antes aludido.

38. Consultar el texto, Morelos Antología documental, Introducción, selección y notas, de Carlos Herrejón; SEP, 1985.

39 . Del Espíritu de las Leyes; Edi. Porrúa, S. A. “Sepan Cuantos…” No. 191; México, 1992. Montesquieu, pertenece a la generación de pensadores del Siglo de las Luces.
40. (Pedro Ángel Palou… P. 160). En el transcurso del juicio, salen a relucir “… las relaciones de los insurgentes con potencias extranjeras, los recursos con los que cuentan y otros pormenores sobre las fuerzas y los jefes de la insurgencia”. Asimismo, la amenaza de condenar a cadena perpetua a Morelos en África. Lo primero seguramente se refiere al convenio con Estados Unidos para comprar armas; ésta transacción la hizo Manuel Herrera, que ostentaba el cargo de embajador plenipotenciario del Siervo de la Nación y lo segundo, la intención de enviar al cura michoacano al continente africano, posiblemente se trata del presidio de Tetuan, perteneciente al Marruecos español.

* Investigador de tiempo completo adscrito a la Secretaría General de la UAG

? Ilustración: Teta

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