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Jesús Mendoza Zaragoza

Y a los adultos, ¿quién los educa?

Cuando se habla de educación, se piensa inmediatamente en los niños, en los adolescentes y en los jóvenes. Y se piensa, más que nada, en instrucción, que es sólo un aspecto del proceso educativo. Y se insiste por todas partes en que la educación es el factor fundamental del desarrollo, del progreso y de la superación de los rezagos sociales. Y tenemos un sistema educativo pensado para cumplir ello, pero utilizado, en la práctica, para sostener intereses políticos, económicos y sindicales. Así que lo que viene quedando de la educación es “una manita de gato”, un devaluado esfuerzo que no logra el impacto esperado.

Pero, ¿cuál impacto puede tener un proyecto educativo que supone que los adultos ya están educados y dedica sus esfuerzos a quienes no tienen en sus manos las decisiones importantes en la familia y en la sociedad puesto que son dependientes en muchos sentidos? Los valores que la escuela logra infundir en los niños, tantas veces son arrojados a la basura por los adultos en la familia. Las inercias de los adultos inhiben el esfuerzo que muchos educadores realizan en el trabajo directo con niños y jóvenes. Y se construye un círculo vicioso entre el bajo rendimiento educativo en los menores y las inercias de los mayores.

Apostar a la educación de los menores al margen de procesos educativos con los adultos, es apostar a resultados escasos. Y es que en el fondo, se maneja un concepto poco feliz de la educación que se encasilla en los límites estrechos de la formación profesional. Se educa para hacer y para tener, para realizar tareas profesionales con eficiencia. Por lo general, no se educa para ser, para forjar una identidad para modelar la personalidad, para construir la libertad y para asumir responsabilidades en la comunidad. Y más aún, con la tendencia tecnológica de la educación, se esfuma el humanismo y la responsabilidad social. Esto es lo que sucede con nuestros niños y nuestros jóvenes.

Y, ¿qué sucede con los adultos? Tal pareciera que son casos perdidos y no pueden ser educados. Decía una vez un viejo campesino muy entrado en años: “no pierdan el tiempo con los viejos, ya no cambiamos”. El adulto piensa, generalmente, que ya está acabado, “hecho y derecho” y que el mundo tiene que adaptarse a él. Un dato cultural al respecto es el hecho de que los menores son insistentemente inducidos a respetar a los mayores, mientras que éstos no se percatan de que han de respetar a los menores. Consecuencia de todo esto es que, fatalmente, el mundo de los mayores se reproduce en el mundo de los menores. Toda una carga de mañas, inercias y vicios se transmiten de generación en generación.

El deseado desarrollo no llega y no puede llegar con una generación de adultos que no está preparada para participar y para asumir responsabilidades. En el campo económico, los adultos se ven desamparados, no cuentan ni con las energías espirituales ni con las capacidades culturales ni con las habilidades profesionales para hacer frente a la pobreza, al desempleo, a un sistema económico injusto y excluyente. En el campo político, los adultos son presas fáciles de mercenarios, son manejados por la propaganda y por lemas vacíos, son utilizados para proyectos políticos contrarios a sus intereses. No cuentan con criterios de juicio consistentes para discernir las opciones políticas y para asumir responsabilidades sociales de manera libre y consciente. Suelen votar por quienes les mienten y les roban, suelen apoyar a sus caciques, sueles jugar el juego de quienes les oprimen y les manipulan. Y en el campo cultural, los adultos carecen de referentes claros, pues no suelen cultivar la memoria del pasado, ni elaborar proyectos de futuro, ni asumir la responsabilidad del presente. Son manipulables en el mundo de los medios de comunicación social y bailan al son de los reality shows del momento.

Estoy consciente de que estoy trazando una especie de caricatura del adulto, pero lo que quiero poner de relieve es que está necesitado de educación, tanto como lo están los niños y los jóvenes, para que esté en condiciones de asumir su responsabilidad histórica. Todos necesitamos ser educados para estar en condiciones de ser lo que somos, y la educación es un proceso permanente que no concluye. Para cada etapa de la vida hay aprendizajes que realizar.

Y un aprendizaje que los adultos necesitamos, de manera urgente, realizar, es el que se refiere a la formación política, para construir y vivir en la polis. Sólo con la educación política podemos construir una cultura política que sea capaz de conseguir las transformaciones necesarias que garanticen el desarrollo integral de las personas y de los pueblos.

Pero, ¿quién se ocupa de la educación de los adultos?.

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