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Tomás Tenorio Galindo


El atentado contra la educación

La esperanza de vida, la educación y el ingreso son los tres grandes pilares en los que descansa el bienestar familiar. De la forma en que concurran estos tres factores depende el nivel de vida de las personas. En Guerrero, el ingreso per cápita anual es de poco más de 40 mil pesos (4 mil dólares), frente a los cerca de 90 mil de la media nacional (8 mil dólares). El analfabetismo es de 22 por ciento, mientras la media nacional es de 9 por ciento. Y la esperanza de vida es de 73.3 años, dos menos que la vida media del país en la actualidad, que es de 75.3 años.

México ocupa el lugar número 51 en el índice de desarrollo humano de la ONU, y el tercero entre las naciones de desarrollo humano medio. El Distrito Federal, si fuera un país, estaría en el lugar 28, que es el sitio que ocupa Portugal; pero Guerrero, si fuera un país, estaría relegado en el lugar 100, junto a Argelia y Vietnam.

Las cosas, pues, están muy mal en Guerrero. Y en educación los datos son tan alarmantes como en cualquier otro rubro. De acuerdo con el XII Censo Nacional de Población, el grado de escolaridad en Guerrero es de 6.1 años, frente a los 7.8 años del promedio nacional. Con una particularidad dolorosa: entre la población indígena este indicador es de 2.2 años.

De un millón 850 mil guerrerenses mayores de 15 años, aproximadamente 400 mil carecen de instrucción, es decir, son analfabetas. Con otra particularidad: en Metlatónoc, municipio emblemático de la pobreza y la marginación, el analfabetismo afecta a 70 por ciento de su población. Y este porcentaje no es muy inferior en otras poblaciones indígenas.

Aproximadamente el 15 por ciento de la población de 6 a 14 años no asiste a la escuela, lo que significa que unos 100 mil niños o adolescentes de Guerrero no tienen acceso a la educación y que se sumarán más tarde a las cifras del analfabetismo.

Aproximadamente un millón 100 mil personas mayores de 15 años de edad, cantidad equivalente a la tercera parte de la población total del estado, cuenta con primaria terminada pero sin haber estudiado la secundaria.

Eso explicaría el hecho de que la población mayor de 15 años con secundaria terminada sea de apenas 250 mil personas, y que aquellos que no pudieron concluirla sean cien mil. Que la población de 18 años o más con educación superior sea de apenas unas 160 mil personas, y que la población de más de 18 años que no tiene ninguna clase de educación superior ascienda a un millón 500 mil personas.

Algo ha estado sucediendo en la planeación educativa y en la conducción del estado, para que sólo el 8 por ciento de su población actual tenga estudios superiores. Eso es un indicador del fracaso de las políticas aplicadas hasta ahora, que condena a Guerrero a permanecer perpetuamente en el atraso educativo. Lo que, a su vez, incide en el subdesarrollo económico.

Con una tasa de analfabetismo dos veces más grande que la media nacional, una lastimosa eficiencia terminal y una cobertura educativa claramente insuficiente, el problema educativo en Guerrero resulta sumamente grave y demanda políticas urgentes, realistas y de largo plazo.

Con ánimo evasivo se dirá que todo es producto del olvido de la federación, pero lo cierto es que estos alarmantes datos no pueden ser consecuencia exclusiva de tal abandono. ¿Qué ha sucedido aquí para que los guerrerenses estén virtualmente segregados de los beneficios de la educación? ¿A dónde se ha ido el presupuesto para educación?

Si algo ha necesitado Guerrero, es educación. Esa ausencia conduce a que la población carezca de opciones para el fortalecimiento de sus capacidades, lo cual redunda en el debilitamiento general del estado. En lugar de eso, con sus erróneas políticas, o con su inacción, las autoridades educativas locales han alimentado la injusticia social.

El monto de los recursos destinados a educación no rebasa en Guerrero el 15 por ciento, mientras estados del norte como Nuevo León o Jalisco destinan más del 30 por ciento. Pero para encarar este problema no sólo hacen falta recursos; también hacen falta talento y compromiso por parte de las autoridades.

La ausencia de compromiso por parte de los responsables de la educación en Guerrero queda expuesta no sólo en los pobres resultados de su gestión; también en la corrupción que han tolerado o alentado. Como el caso de los centenares de aviadores cuya existencia se dio a conocer el año pasado en la Secretaría de Educación estatal. Por esa vía salían del erario –o salen aún– cuantiosos recursos que se pierden por el simple hecho de que dejan de aplicarse al propósito para el que fueron legalmente destinados.

¿Responderá alguien por el atentado perpetrado contra la educación en nuestro estado?

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