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Erwin Flores Contreras

Las memorias revolucionarias de Gaudencio Ramírez Matilde

El combate de Tecoanapa entre maderistas y zapatistas

Hablar de la Revolución Mexicana de 1910 nos lleva a reconocer lo fundamental que es esta etapa en nuestra historia, principalmente para comprender la naturaleza de los objetivos que perseguían quienes la encabezaron.

Sin embargo es necesario reflexionar y replantear a partir de ahí nuevas formas de la construcción de un México con justicia social.

Mucho se ha escrito sobre la primera conmoción social del siglo XX en el mundo, trabajos que ven tal acontecimiento desde ángulos como el social, el político y el económico, así como trabajos que se acercarían a lo que el historiador Luis González llamaría historia matria o historia del terruño.

El ciclón de la Revolución Mexicana recorrió muchos rincones de la república mexicana y en otros no se disparó ni un tiro, pero en el caso del estado de Guerrero pocas veces pasó así.

Los testimonios de la gesta revolucionaria en Guerrero aún viven bajo el predominio de algunos testimonios grabados y escritos que se han conservado, este es el caso de las memorias de Gaudencio Ramírez Matilde. En dicho trabajo este personaje reúne datos diversos vividos por él, uno de ellos es precisamente la guerra civil de México de 1910 en su paso por Tecoanapa cuando apenas tenía ocho años de edad.

Tecoanapa; historia y leyendas es el título de las memorias de Gaudencio Ramírez las cuales dedica a su sobrino, el profesor Enedino Bravo Ramírez de la siguiente manera: “son dedicadas a ti Enedino, estas memorias, a tu muy digna y respetada persona, y sepas de primera mano, de lo que yo recuerdo y he guardado por largos años y ahora serán notorias y conocidas”.

Larga pesadilla: la guerra civil; este es el subtítulo por el cual nuestro autor escribe sus recuerdos sobre la Revolución Mexicana y enseguida relata:

“De aquellos días de la Revolución no quisiera ni acordarme… los hombres no trabajaban los campos, ni sus huertas, por el temor a los pronunciados… no había dónde alquilarse para obtener dinero y comprar lo indispensable para comer. Y como para acompletar nuestros sufrimientos hubo sequías y perdíanse las cosechas y las milpas… nuestras abnegadas mujeres aumentaban la masa de tortilla con frijol, con raíces del plátano, semillas de parota y aunque todas esas revolturas eran para los puñados de maíz que se podían conseguir, pero nada caía bien a los estómagos”.

La gran mayoría de los mexicanos hemos leído más historias sobre la Revolución Mexicana; sobre Zapata, Villa, Madero, Carranza, Álvaro Obregón etc. Los testimonios como estas memorias dejan en entredicho la definición ideológica de cada uno de los correligionarios de la gesta revolucionaria.

Gaudencio Ramírez sigue relatando: “Algunos de los pronunciados a las mujeres que escondían sus aretes, sus collares y anillos en las grandes ollas de barro que contenían ceniza para hacer jabón, las sorprendieron. Después ellos pateaban todas las ollas esperando encontrar algo de valor. ¿Qué busca, señor?, y al no hallar nada, escogiendo a las más jóvenes, las violaban estrujándolas. Grupos de hombres indecentes, dizque soldados, dentro y fuera de la casas; la gente mirona y entre ellas yo también, oíamos que lloraban, se quejaban y gritaban nuestras indefensas mujeres, pasando de uno a otro hombre y la línea que formaban en turno, parecía interminable”.

Entre la miseria –que narra nuestro autor– que pasaban donde no había qué comer y la gente vivía bajo una tremenda incertidumbre ante la llegada de los pronunciados, el 26 de marzo de 1912 se da un enfrentamiento entre las fuerzas maderistas dirigidas por el general Julián Blanco y fuerzas zapatistas bajo el mando del general Néstor Adame y el coronel Palemón Orozco después de haberse proclamado el Plan de Ayala que desconociera Madero como presidente de la republica.

El combate de Tecoanapa, maderistas y zapatistas es el subtítulo con el cual Gaudencio Ramírez narra el enfrentamiento entre estos dos bandos en la premura de cumplirse los preceptos del Plan de Ayala, proclamado en el mes de noviembre de 1911.

“Serían como unos mil hombres armados , entraban a nuestro pueblo, y frente a nuestra escuela que ahora se llama Delgadillo, nos gritaron: ¡niños… que viva Zapata! Muchos de nosotros inconscientemente, respondimos ¡Que viva! Algunos soldados de la guardia del pueblo dispararon, no lo hubieran hecho, pues los zapatistas los fueron siguiendo para la otra parte del pueblo y los que subían al cerro de Tlayotepec eran blancos de sus certeros disparos”.

Después de matar al presidente Municipal Patricio Hernández de El Techale, los zapatistas “se dieron por robar en las casas, exigieron de comer, forraje para sus bestias y lo peor fue que amenazaron en burlarse de las mujeres cuando llegara la noche. Pero no fue así, oportunamente las tropas del gobierno Maderista dirigidas por Don Julián Blanco comenzaron a disparar por varias partes”.

Ante este acontecimiento nuestro autor narra como el general Julián Blanco supo de la presencia de los zapatistas en Tecoanapa y cómo tejió la estrategia para atacarlos: “Años después , me refirió Darío Ramírez, que el presidente señor Hernández , lo envió a la ciudad de Ayutla con un correo especial y dar aviso al general Julián Blanco, que los zapatistas se acercaban al pueblo después de darle las gracias, el general Blanco, oyó Darío que el general daba órdenes de enviar un cargamento de aguardiente en una recua de bestias rumbo a Tecoanapa. Así que, a las                                     dos horas que los atacó, los halló desprevenidos y embriagados; no tenían guardias, eran chusmas indisciplinadas, Como dos horas duraría el combate. Los zapatistas fueron completamente derrotados; algunos soldados buscaban refugio en los rincones de los patios, aún en los tapancos de las casas, de donde eran sacados y hechos prisioneros. Algunos juchitecos se hicieron fuertes en los hornos de la Tejería, por el arroyo de El Chicharrón, pero fueron exterminados”.

“Néstor Adame ya iba saliendo acompañado de su escolta por la tranca, rumbo a Parotillas. Julián Blanco mandó tocar ‘el cuerno’ que los zapatistas usaban como corneta. Néstor Adame regresó pensando que sus fuerzas triunfaban y murió frente a sus enemigos. Murieron 79 zapatistas y los prisioneros unos 242, estos al siguiente día se les formó un simulacro de fusilamiento, les dispararon con ametralladora, algunos vinieron al suelo de puro miedo. Fueron perdonados y soltados en completa libertad. ¡Por la magnanimidad de Julián Blanco!”.

Estas son parte de las anécdotas que encierran estas memorias en donde Gaudencio Ramírez Matilde a sus 8 años se convirtió en testigo de una guerra que acabó con la vida de entre 825 mil y un millón de personas, acaecidas más por la miseria que por las batallas, diezmando así a una población de nueve millones 735 mil 922 de personas a nivel nacional que vivía antes de la guerra.

¿Cuántas anécdotas más habrá a lo largo y ancho de Guerrero sobre este acontecimiento?

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