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El Convenciones sede de los caprichos de una Primera Dama

 

El ingeniero José Beltrán recuerda que la que fuera primera dama Carmen Romano de López Portillo “fue muy fina en su trato, era muy extravagante, se vestía con ropa y joyería muy llamativas y era muy derrochadora”.

“Inmediatamente le atrajo la idea de dirigir el Centro Acapulco, así de bohemia como era, que le encantaba la fiesta y la música”, dice Beltrán.

Entre los “caprichos” que llegó a cumplirse, se cuenta la adquisición de un piano Steinway and Sons, de gran cola, importado de Austria, debido a que desde chica le gustaba tocar ese instrumento. “Con frecuencia lo mandaba traer del teatro Juan Ruiz de Alarcón al Cine Centro, para que su pianista particular le tocara sus canciones predilectas”, señala Beltrán.

–Pero señora, cada vez que se mueve el piano hay que mandarlo a afinar y nos cobran 2 mil 500 pesos por afinada –le dijo una vez un empleado de mantenimiento.

–Pues váyanle llamando al afinador porque lo quiero listo para las seis –contestaba la señora, según cuenta el ingeniero Beltrán.

Uno de los empleados del Centro, que prefirió omitir su nombre, recuerda que “doña Carmen” traía siempre un perro pequinés, tan pequeño que tenía que sostenerlo en brazos para que no se quedara atrás. Sin embargo, cuando se cansaba de la mascota, asignaba a uno de los guardias presidenciales para que se lo cargara.

El mismo empleado agrega que también tenía su propia vajilla, “porque no le gustaba que nadie comiera donde ella lo hacía, y por eso llevaba a todos lados sus copas, vasos, cubiertos y manteles”. Era, se cuenta, su servicio personal.

Olivia D’Montenegro, en esos tiempos la cantante estelar de la Plaza Mexicana del Convenciones, narra que Carmen Romano tenía con ella un código de señales por medio del cual le solicitaba las canciones que tenía que interpretar cuando llegaba a la plaza. “Si ponía las dos manos unidas por los pulgares y las agitaba como dos alas, ya sabía que quería Paloma Negra, y así para varias”, dice la intérprete.

“Cuando canté por primera vez para doña Carmen fue en una cena que le ofreció el gobernador Rubén Figueroa Figueroa en el hotel Estrella del Mar, en el salón Siete Mares, cuando se terminó la remodelación del Centro de Convenciones en 1978”, recuerda Olivia D’Montenegro.

“Yo canté con el trío Los Presidentes y empecé a cantar esa canción de Los Panchos, Celoso”, precisa. La misma Olivia, canturrea: “Si no estas conmigo nada importa / el vivir sin verte es morir / si no estas conmigo hay tristeza y la luz del sol no brilla igual”.

Agrega la cantante: “Cuando acabé me sorprendió mucho que me mandara llamar porque todavía no terminaba yo mi show. Estaba sentada con Giacomo Barabino y me preguntó: ‘¿Quién le dijo que cantara esa canción?’, ‘nadie señora, yo la tengo dentro de mi repertorio, pero si no le gusta no la vuelvo a cantar’ a lo que me contestó: ‘todo lo contrario señora Montenegro, ese tema para mí es como un himno, entonces, siempre que usted trabaje para mí o me vea llegar a sus escenarios, que ese tema siga a continuación de lo que usted esté cantando’”.

D’Montenegro remata: “Después supe que se la dedicaba a su esposo el presidente, porque con esa canción era como decirle al señor Presidente: ‘José, escucha para que no se te olvide nunca’”.

“Si no estas conmigo nada importa / el vivir sin verte es morir / si no estas conmigo hay tristeza / y la luz del sol no brilla igual”.

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