Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Pineda Ochoa

La partera de la historia (Quinta parte)

IV

Vicente Guerrero y compañeros de armas

Vicente Ramón Guerrero Saldaña (1783-1831), tomó la estafeta para continuar el combate por la independencia en condiciones verdaderamente desventajosas y adversas. La muerte del generalísimo no repercutió únicamente en lo castrense, cuyo desorden quedó manifiesto en la dispersión de pequeños grupos armados carentes de coordinación y de un mando único, más parecidos a una guerrilla que a un ejército regular; estas circunstancias no impidieron que las autoridades virreinales continuaran aplicando correctivos violentos sin ninguna consideración, fueran soldados insurrectos o civiles pacíficos; del mismo modo, campeaba en el tejido social un desánimo generalizado resultado de la violencia y lo prolongado de la guerra. El coraje, la firmeza de Guerrero y sus compañeros de armas Pedro Ascencio de Alquisiras41, Juan del Carmen (murió en combate el 20 de marzo de1817), Isidoro Montes de Oca, Tomás Bedoya y otros más que participaban jugaron un papel definitivo en el curso final de la prolongada lucha para liberar a México del yugo colonial.
Los combatientes de esta última etapa tuvieron destinos desiguales. Por ejemplo el insurgente español Javier Mina que comandaba una expedición armada, fue derrotado y fusilado en octubre de 1817; Ignacio López Rayón y Nicolás Bravo fueron detenidos y encarcelados, el primero, el 11 de noviembre de 1817 y el segundo el 22 de diciembre del mismo año42; Guadalupe Victoria cayó herido en el frente de batalla en tierras veracruzanas y se vio obligado a permanecer oculto por mucho tiempo, para evitar caer en manos del enemigo; además, la amnistía prometida por las autoridades virreinales repercutió en el ánimo de dirigentes reconocidos y un buen número de cuadros medios terminaron aceptando la indulgencia brindada. Poco antes de que Manuel Mier y Terán con un grupo de seguidores, decidieran acogerse al perdón, disolvieron el Congreso, esfuerzo y obra de la visión de Morelos; Andrés Quintana Roo y su esposa Leona Vicario, que tuvieron un rol decisivo en las jornadas libertarias, terminaron accediendo ante la promesa ofrecida aunque otras versiones omiten o niegan que el matrimonio hubiera convenido someterse al indulto manipulado por la corona española.

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Al regresar Fernando VII al trono hispano el año de 1814, no terminaba de salir el último soldado francés del territorio español, cuando el monarca abolió la Constitución de Cádiz procesada en 1812 y restauró la monarquía absoluta. El descontento del pueblo fue acrecentándose a tal grado que el soberano no pudo evitar reintegrar, seis años más tarde, el acreditado decreto Constitucional. Al virrey de la Nueva España no le quedó otra opción que acatar las ordenanzas de la metrópoli y el 31 de mayo de 1820 hizo el juramento a favor del valorado documento “para el disgusto del alto clero y de todos los demás enemigos de los principios liberales. También ese día cesaron las funciones del temido Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición”. La aplicación del pliego constitucional permitió la libertad de expresión y disolvió el tribunal eclesiástico, dos logros nada despreciables43.
Estos acontecimientos permearon la conciencia política de los principales actores sociales del viejo y del nuevo mundo de manera diferente; los españoles radicados en Europa celebraron como un triunfo del liberalismo el regreso de la Carta Magna de 1812 y paradójicamente los españoles residentes en América, los criollos opositores a los postulados insurgentes y la jerarquía eclesiástica, la incluyeron con recelo obligados por las circunstancias; quienes reivindicaban ideológica y militarmente la independencia de México, juzgaron que el giro político auguraba tiempos mejores. No sucedió así de manera inmediata. El combate para lograr la soberanía siguió su marcha, alargándose hasta los inicios del segundo decenio del siglo XIX.

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La intuición política del general Vicente Guerrero y el apoyo de sus colaboradores, hizo posible la consolidación de una amplia red de informantes que permitió detectar las fisuras, las desavenencias surgidas en el seno del aparato virreinal y como el líder suriano conocía al detalle la situación organizativa y militar insurgente, el manejo de las dos perspectivas hizo posible evaluar de manera correcta la panorámica nacional. Se podía subsistir con las armas en la mano mucho tiempo, desafiando lo agreste del territorio, la falta de recursos y lo encarnizado de la lucha; pero otra cosa sería lograr derrotar al ejército realista y acceder al poder. Por ello preveía que desaprovechar la coyuntura (caracterizada acertadamente, de dimensiones estratégicas), podría repercutir negativamente para la causa emancipadora. El virrey Juan Ruiz de Apodaca sustituto de Calleja también tenía conciencia de las condiciones existentes en uno y otro bando. La pronta caída de Guerrero era una incógnita difícil de predecir.
Bajo tales premisas, el dirigente revolucionario creyó conveniente sondear primero al jefe militar español encargado de combatirlo y le envió una misiva proponiéndole dialogar. El coronel José Gabriel de Armijo, aduciendo fidelidad a la corona, respondió negativamente a la convocatoria44. No obstante, al no poder derrotar a Guerrero, Armijo fue destituido del mando y en su lugar quedó Agustín de Iturbide. Al poder novohispano no le disgustaba un arreglo pacífico con el general rebelde, pero derrotarlo militarmente en el transcurso del coqueteo político, sería ideal.
En el marco de estos augurios, el 16 de septiembre de 1820 tomó posición el nuevo comandante del Ejército Realista del Sur, que concentraba a los mejores soldados de la tropa imperial. El señor Iturbide era un personaje con un pasado político turbio y estaba en entredicho su calidad moral. Pendían sobre su él acusaciones en el ámbito militar y administrativo, por abuso de autoridad, malversación y enriquecimiento ilícito; sin embargo, su carnet militar lucía dos prendas: su participación en la arremetida del Monte de las Cruces contra los insurgentes encabezados por el padre Hidalgo y ulteriormente en el combate de Valladolid donde fue derrotado Morelos.
La Conspiración de la Profesa, conocida con este nombre por la iglesia en donde se realizaron las reuniones secretas dirigidas por el inquisidor general Matías de Monteagudo, tuvo como finalidad ponerse a la vanguardia de un movimiento que condujera y controlara el ímpetu de los líderes insurgentes de ideas populistas y constitucionalistas. Temían que un triunfo revolucionario con estos atributos impidiera que la mayoría de criollos y el clero siguieran preservando sus privilegios. Por lo tanto era necesaria una fuerza militar afín, al mando de un buen oficial (militarmente hablando) que además compartiera el enfoque ideológico de los conjurados y consideraron que Agustín de Iturbide reunía tales requerimientos. El virrey Apodaca, que no desconocía las intenciones de los conspiradores, avaló la propuesta. Pretendían deslizar sigilosamente la política del Gatopardo: algo debe cambiar para que todo siga igual.

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Vicente Guerrero no fue derrotado de manera definitiva en el terreno de las armas; contrario a lo previsto, desde que llegó a Teloloapan –provincia donde estaba instalado el cuartel colonialista– Iturbide sufrió severas derrotas. Buscando acomodo a la política guerrera, trataron de convencer al tixtleco para que accediera indultarse, con la promesa de reconocer y respetar su grado militar; al negarse don Vicente a dicho ofrecimiento, convencieron a su padre para que éste hiciera lo propio con su hijo y el padre exhortó al hijo a deponer las armas. Todos conocemos la respuesta del adalid revolucionario. Pero el gobierno y los mandos militares coloniales estaban convencidos que de continuar por la vía armada las hostilidades no llegarían a su fin cuando menos a corto o mediano plazo, añadiendo además que el triunfo era incierto. Los derroteros del movimiento armado bajo tal óptica, debían modificarse. Unos y otros, insurrectos y realistas asumieron la responsabilidad de elaborar una estrategia que los llevara a transitar el camino de la conciliación.

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Precedida por una copiosa correspondencia epistolar en donde se abordan una variedad de temas, el 25 de enero de 1821, Guerrero recibió –por el mismo conducto epistolar–, la proposición del jefe realista de lo que podría considerarse un esbozo de un plan político y solicita una entrevista para dirimir personalmente los puntos trazados. Estas señales puestas a la vista en la carta aludida, formarían parte del Tratado de Iguala. Los representantes de las dos directrices llegaron a un compromiso45 y decidieron reunirse por vez primera. Don Vicente no llegaría a la cita, y mandó en su lugar a un subalterno. De ser cierta tal versión, quedaría en duda el famoso abrazo de Acatempan.
El Plan de Iguala es un documento confirmado por el general suriano (si no de manera explícita sí de modo implícito) y Agustín de Iturbide, que estipula el logro de la Independencia de México. Fue certificado el 24 de febrero de 1821 en la ciudad de Iguala. Son tres los ejes: establecer la Independencia de México; reconocer a la religión católica como único credo religioso; y transitar a la unión de los grupos sociales, declarando la igualdad de todos los individuos. Estos postulados serán acreditados como las Tres Garantías reconocidas y promovidas para sustituir, presumiblemente, al viejo orden e integrar un nuevo ejército, que será conocido en la historia como el Ejército Trigarante. Según este plan, el gobierno sería una monarquía moderada, regida por Fernando VII (miembro de la Casa de los Borbones) o en su defecto, se buscaría a otro príncipe europeo. Mientras tanto, una Junta de Gobierno delegaría el poder a una Regencia encargada de organizar la elección del emperador; la transición culminaría convocando a las Cortes para elaborar una Constitución y con un llamado a todos los soldados y oficiales insurrectos y realistas para integrarse al Ejército Trigarante bajo las órdenes de Agustín de Iturbide.
Por instrucciones directas del criollo convertido en libertador, el Plan de Iguala fue distribuido en gran parte del territorio nacional para que fuera conocido y admitido por los mexicanos. Las autoridades gubernamentales y eclesiásticas nada pudieron hacer para evitar la circulación del pliego. La distribución del documento surtió efecto y varios militares de diferente rango resolvieron aglutinarse en torno al convenio; algunos insurgentes activos y otros que habían abandonado la lucha como Nicolás Bravo, los Rayón y Guadalupe Victoria, regresaron a la actividad política.
Seis meses después el 24 de agosto de 1821, en Córdoba, Veracruz, Juan de O’Donojú último virrey de la Nueva España (de pensamiento liberal) y Agustín de Iturbide, comandante supremo del nuevo Ejército, firman un acuerdo reconociendo la emancipación de la colonia española y convienen la alineación de una Junta de Gobierno provisional. Diecisiete artículos constituyen el edicto que será conocido como el Tratado de Córdoba y considerado una extensión o complemento del Plan de Iguala. “En dicho Tratado se reconoce a la Nueva España como un Imperio independiente, el cual se reconocía como Monárquico, constitucional y moderado”. El 27 de septiembre entra victorioso a la ciudad capital el ejército de las Tres Garantías, al frente su comandante en jefe Agustín de Iturbide y al día siguiente 28 de septiembre de 1821, refrendan la validez del Acta de Independencia de México.

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Fernando VII no acepta la corona del territorio liberado, y la misma actitud exterioriza el total de la familia de los Borbones. El monarca y las Cortes Españolas tampoco reconocen el Plan de Iguala ni el Tratado de Córdoba. No le dan ningún valor legal a la proclama independentista de la Nueva España. Ante esta disyuntiva, las comandancias militares de la ex colonia exigen el nombramiento de Agustín de Iturbide como emperador de los mexicanos. El 21 de julio de 1822 en la catedral de la ciudad de México, es coronado Agustín I. Pocos meses fueron suficientes para que se derrumbara el llamado Imperio Mexicano46.
La revuelta de Casa Mata de febrero de 1823, iniciada por Antonio López de Santa Anna tras ser destituido como comandante general de la provincia de Veracruz a la que Guadalupe Victoria y don Vicente Guerrero le imprimieron la fuerza necesaria para convertirla en el instrumento político-militar que puso punto final al imperio, rehabilitó al Congreso y demandó la instauración de un régimen republicano. El 19 de marzo de ese año dimite ante el pleno de la asamblea camaral el frustrado emperador. En octubre del mismo año se decreta el establecimiento de una República Federal y durante 365 días gobernó un triunvirato formado por Nicolás Bravo, Pedro Celestino Negrete y Guadalupe Victoria; luego este último sería el primer Presidente de la República Mexicana (1824-1829), encabezando un gobierno federal regido por la Constitución del 4 de octubre de 182447. Antes, el 11 de mayo de 1823 Iturbide partió con destino a Europa llevando en sus espaldas el estigma de traidor. Doce meses más duró la vida del malogrado emperador, que el 24 de julio de 1824 sería fusilado al regresar a territorio mexicano, en Padilla, Tamaulipas.

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Tres ciclos distinguen al proceso emancipador: 1) los ejércitos de masas encabezados por Hidalgo, además de la indisciplina que los distinguía, mostraban la diferencia abismal entre el armamento rebelde y el usado por las huestes realistas; 2) el debate de las posiciones ideológicas en torno a la independencia, que culmina con el documento Los Sentimientos de la Nación leído por el generalísimo Morelos en el Primer Congreso de Anáhuac (1813) y en cierta medida, el fogueo y avance de las milicias insurgentes; 3) la valiente tozudez y arrojo de Vicente Guerrero y sus compañeros, añadiendo la lectura acertada que el general suriano hizo de la correlación de las fuerzas militares y sociales en disputa, que culminó con la consumación de la Independencia.
El 13 de agosto de 1521 quedó enteramente arruinado para no restablecerse jamás el imperio de los aztecas, y el 27 de septiembre de 1821 lo fue para siempre la dominación española; así es que México fue colonia el dilatado periodo de trescientos años, un mes y catorce días.48

V

El presidente don Guadalupe Victoria suscribió un préstamo de 32 millones de libras. La transacción monetaria se realizó con la Casa Barclay & Goldsmith de Londres, operación financiera que contribuyó en cierta medida a la estabilidad de su gobierno49. Terminado el mandato constitucional, las tendencias ideológicas que venían configurándose antes de la independencia (hacemos referencia de los centralistas y federalistas) se consolidaron conformando dos alineaciones arropadas bajo los secretos y el simbolismo de las logias masónicas, que luchaban sin tregua por el control del Estado. Los conservadores, aglutinados en el rito escocés, pretendían conservar el statu quo que rigió la vida colonial, es decir, mantener los mismos privilegios, la misma división clasista; por su parte, los liberales pertenecientes a la logia yorquina, concebían un futuro diferente lo que requería transformaciones económicas, políticas y sociales50.
Las revueltas eran monedas de uso corriente operadas por la casta militar, los terratenientes y la jerarquía católica, para alcanzar o conservar el poder disperso en una infinidad de localidades, lo que mostraba la falta de un verdadero Estado nacional. Dentro de este oleaje naufragó el risible intento del general español Isidro Barradas de reconquistar México. El 11 de septiembre de 1929 el español fue derrotado por los militares mexicanos Antonio López de Santa Anna y Manuel Mier y Terán, terminando con ello sin mayor trascendencia la intentona restauradora. Estas asonadas fueron los vientos que movieron el molino de este tramo histórico en el que pelearon por la silla presidencial un indeterminado número de figurantes51. El caso extremo está vinculado con el general veracruzano Antonio López de Santa Anna, que fungió como presidente de la república once veces, en diferentes ocasiones y modalidades, de 1833 a 1855. En el ojo de esta vorágine arrancó la década de los años treinta del siglo XIX, los conservadores y liberales aludidos líneas arriba constituyeron de manera formal dos partidos políticos que se disputaron entre sí ferozmente el poder del Estado.

(Continuará el próximo domingo).

* Investigador de tiempo completo adscrito a la Secretaría General de la UAG

NOTAS

41. Se distinguió por su audacia y valentía, dominando con maestría las tácticas de la guerra de guerrillas. Muere asesinado por el enemigo el 3 de junio de 1821. Alfonso Sánchez Arteche, Héctor Sumano Magadan, Pedro Ascencio de Alquisiras (Antología de Textos Históricos); H Ayuntamiento Constitucional de Tejupilco 1991-1993.
42. A Nicolás Bravo lo sentenciaron a muerte el 12 de enero de 1818; le conmutaron la pena y salió liberado el año de 1820. López Rayón por su parte quedó en libertad en 1820; ambos aceptaron el indulto. Don Nicolás se incorporó al Plan de Iguala e Ignacio López Rayón consumado la independencia se integró al gobierno de San Luis Potosí como tesorero.
43. José N. Iturriaga, Charlas de Café con Agustín de Iturbide; Grijalbo, México, 2009. P. p. 61-62.
44. El general insurgente también le envío una carta a Carlos Moya, oficial subordinado del coronel Armijo, al cual le propone encabezar la independencia de la Nueva España; Raquel Huerta-Nava, El Guerrero del Alba, La vida de Vicente Guerrero, Grijalbo novela histórica, México, 2007. Este mismo punto de vista es avalado por el investigador y escritor José Antonio Crespo en su opúsculo ya citado.
45. Según la opinión (vía Internet) del Dr. Jaime del Arenal Fenochio, especialista en el tema, existe un archivo en buenas condiciones denominado General Guerrero Correspondencia, compuesta de 11 volúmenes (eran 12 tantos pero se extravió uno) el que es factible recurrir para profundizar en la temática. Presumiblemente el documento histórico de referencia debe de estar resguardado en el Archivo General de la Nación; también podemos consultar el libro, Vicente Guerrero, de Jorge Armendáriz Zúñiga, DASTIN, S, L., España, 2003, Pp. 43-53, donde el autor presenta un intercambio de misivas entre Guerrero e Iturbide.
46. La corte de los ilusos, texto de Rosa Bertrán Álvarez, Planeta de Agostine, Conacultaa. México, 2004. En el libro se relata la historia del ridículo primer imperio mexicano.
47. La constitución de 1824 establecía una forma de gobierno republicana, representativa y popular, dividida por los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial; estipulaba a la religión católica como oficial y única. El poder ejecutivo recaía en una sola persona y establecía una vicepresidencia. Dividía al país en 19 estados y cinco territorios.
48. José María Luis Mora Político, Catecismo; Planeta-Conaculta; P. 10, México, 2007.
49. Únicamente se entregó el 50% del monto inicial concertado debido a las condiciones precarias del país que generó desconfianza entre los banqueros ingleses.
50. No obstante ser uno de los episodios históricos más estudiados, es necesario procesar un proyecto que permita delinear con mayor acuosidad las posiciones político-ideológicas de liberales y conservadores, para ir desintegrando la historia de bronce y sustituirla por una visión crítica del pasado.
51. Para quienes gusten profundizar en este periodo histórico, recomiendo el texto escrito por Enrique González Pedrero, en dos tomos titulados: País de un solo hombre: el México de Santa Anna, v. I. La ronda de los contrarios; v. Ii La sociedad del fuego cruzado 1829-1836. FCE. Primera edición v.i 1993; primera edicion v ii 2003.

t Ilustraciones: Teta

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