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Gana la Quincena de los Realizadores en Cannes la cinta No, esteralizada por Gael García

DPA

 

Cannes

 

No, del director chileno Pablo Larraín, se alzó ayer con el premio de la Quincena de los Realizadores en el Festival de Cannes.

No se centra en un publicista exiliado (el mexicano Gael García Bernal) que regresa a Chile para el referéndum de 1988, con el que se puso fin a la presidencia del dictador Augusto Pinochet.

Se trata de la cuarta película del realizador, que ha ido retratando distintas fases de la historia reciente de su país con trabajos como Tony Manero, Post Mortem (presentada en septiembre pasado en Venecia) y ahora No.

Al presentar esta cinta, que tuvo una buena acogida por la prensa especializada en Cannes, Larraín (Santiago, 1976) explicó que su película contiene no sólo lo que pasó durante la dictadura, sino lo que ha pasado en el país sudamericano en los últimos 20 años.

“Los pilares, las columnas, las bases del Chile de hoy, se mapearon en la manera en la que se constituyó la franja del “no”. La lógica que hay ahí sigue siendo hoy día muy relevante en un país como Chile”, aseguró el director, que ya se marchó de Cannes.

No está protagonizada por Bernal, así como por los chilenos Alfredo Castro, actor fetiche de Larraín; Luis Gnecco y Antonia Zegers, habitual colaboradora y esposa del realizador.

La cinta fue rodada además con cámaras de 1983 para captar mejor la atmósfera de la época.

La Quincena es una sección paralela del certamen francés, cuyo objetivo es impulsar la obra de jóvenes directores y por ella han pasado nombres como los de Jim Jarmusch, Michael Haneke, Werner Herzog o Martin Scorsese.

En total este año había 19 títulos a concurso y entre ellos varios iberoamericanos como 3 del uruguayo Pablo Stoll, Fogo, de la mexicana Yulene Olaizola y Sueño y silencio, de Jaime Rosales.

 

Ucraniano Loznitsa emociona con el drama En la niebla

 

El director ucraniano Sergei Loznitsa dejó un buen recuerdo en Cannes hace dos años con My Joy y ayer no defraudó las expectativas con En la niebla, el drama ambientado durante la Segunda Guerra Mundial que ayer se presentó a concurso en el certamen francés.

Basada en una novela del escritor bielorruso Vasily Bykov, En la niebla centra la historia en un campesino que es capturado junto a otros miembros de la resistencia por el ejército alemán ocupante.

Tras su liberación todo el pueblo comienza a sospechar de él y uno de sus amigos de la infancia, que forma parte de la resistencia, recibe la orden de matarlo.

“La guerra está presente como la atomósfera en la que se mueven los personajes”, señaló Loznitsa (Baranovichi, 1964) en rueda de prensa. “Una de las cosas cosas que me atrajo del libro de Vasily Bykov es que no hay enfrentamientos entre enemigos, sino entre los mismos vecinos del pueblo con el trasfondo de la ocupación y la guerra”, explicó.

“Como hay una guerra, la vida es más dura y por ello esas confrontaciones son tan duras”, añadió el director, que no quiso establecer paralelismos entre aquella situación y el régimen político de la actual Bielorrusia, cuyo presidente Alexander Lukashenko ha sido definido como el “último dictador en Europa”.

En su opinión, la cinta aborda un tema universal que puede darse en cualquier sociedad y en cualquier momento. Además “la película es más amplia que cualquier debate político”.

Loznitsa, un matemático que ganaba dinero con las traducciones del japonés y se hizo una reputación en el mundo del cine como documentalista, quería llevar a la gran pantalla este libro desde hace años y llegó a hablar con el propio escritor del tema antes de que falleciera en 2003.

“Hablé con Bykov para conseguir los derechos del libro y lo único que me pidió fue que no quería trabajar en el guión, porque ya estaba muy enfermo. Sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida y quería hacer otras cosas. Me dio su bendición y me dijo que me fuera al infierno, que en ruso es una expresión para desear suerte”, contó Loznitsa.

Con actores de pasado teatral (Vladimir Svirski, Vlad Abashin y Sergei Kolesov), las dos horas de película cuentan con apenas 72 planos, gran parte de ellos en un bosque. Los sonidos de la naturaleza impregnan toda la cinta, sustituyendo a la música.

El trabajo de Loznitsa, nacido en 1964 en la antigua Bielorrusia pero criado en Kiev, tuvo una buena recepción en Cannes.

 

Robert Pattison, de vampiro a star cannoise con David Cronenberg

 

Ídolo de masas, sueño platónico de millones de adolescentes y objeto de deseo en el mundo de la publicidad, el vampiro Robert Pattison avanzó a la esfera de star cannoise de la mano de David Cronenberg.

Juntos presentaron ayer a concurso en el Festival de Cannes Cosmopolis, una película intensa, de densos y filosóficos diálogos, que intenta desesperadamente no perder un ápice de la esencia de la novela homónima de Don DeLillo.

El escritor norteamericano también se encontraba ayer en la rueda de prensa apoyando la cinta. “Cuando vi la película me pareció algo totalmente nuevo, y eso que los diálogos me deberían haber sonado, pero película y libro son totalmente diferentes. No buscaba imágenes de mis novelas, sino actores recitando”, indicó el escritor, poco dado a las apariciones en público.

 

“La esencia del cine es un rostro hablando”, concluyó Cronenberg

 

En Cosmopolis ese rostro es el de Pattison, que encarna a un joven y poderoso ejecutivo, que recorre las calles de Nueva York en su limusina para ir al peluquero.

Por su limusina desfilan toda una galería de personajes (entre ellos una fantástica Juliette Binoche como marchante de arte o un Mathieu Amalric como antisistema) con los que conversa sobre la cotización del yuan, el significado de una obra de arte o del paso del tiempo, así como el poder del dinero y el sentido de la seguridad, entre muchos otros temas.

Cronenberg, a través de Pattison, vomita sin parar todos esas reflexiones que en papel, el lector puede detenerse a pensar, pero en la pantalla se suceden sin pausa.

Y el clímax de toda esta intensa actuación llega con la escena final de 22 minutos que comparten en un sucio apartamento Pattison y Paul Giamatti, un duelo interpretativo del que Giamatti sale mejor parado.

Pattison, que provocó ayer un despliegue de medios gráficos que sólo suscitan los grandes de Hollywood, representa en Cosmópolis a un joven que lo tiene todo al alcance de su poder, que puede ser un tiburón de Wall Street y “sin embargo es una persona con un pasado y una historia”, que es vive en un entorno protegido y que controla, pero en el que a la vez ha quedado atrapado. Es un rehén en su limusina, de su personal de seguridad y su propia vida, según explicó el director canadiense, que compite por quinta vez en Cannes, donde se llevó en 1996 el premio especial del jurado por Crash.

Para Pattison, Cosmopolis es una película que transmite esperanza. A pesar de presentar un mundo que no tiene sentido y la metáfora de ello son las finanzas, el mundo no acaba, necesita ser purificado, el mundo renace y es ahí donde está la esperanza, explicó el actor.

Para Cronenberg, sin embargo, la esperanza está en el arte, en el hecho mismo de haber hecho esta película, que alude además al arte desde los créditos iniciales y finales con obras de Pollock y Rothko.

El director canadiense opina que el arte está en películas que siguen planteando cuestiones, no en esas que cuestan 200 millones de dólares y tienen que ser forzosamente conservadoras, porque no se pueden correr riesgos.

Robert Pattison será la estrella esta noche de la alfombra roja de Cannes, donde ya pasó fugazmente en el estreno de la película On the road, protagonizada por Kristen Stewart, con la que no llegó a posar.

Más allá de las fotos, Pattison lo que sí revela con este tipo de trabajos es que tiene la ambición de seguir en la esfera cannois.

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