Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Federico Vite

Contemporáneos

Más allá del revestimiento amoroso por la geografía, la noción ética de asistir como escritor a un territorio ingobernable y lleno de sangre no sana las heridas, pero rejuvenece una de las razones de la literatura: cantar al vacío, ahí donde el otro no está. Si en Acapulco no hay librerías, más allá del Partenon, Sanborn’s y uno que otro tenderete de puestos viejos (en el Zócalo, aparte de las eventuales ferias en la piñata del Parque Papagayo), la importancia de una actividad como la Feria Internacional del Libro de Acapulco cobra una relevancia superlativa. En sí, esta actividad regocija por su existencia, pero desgraciadamente tiene impacto mediático por el vacío que dejan algunos invitados, aunque notoriamente eso no le hace mella, la ensalsa, le confiere un aura de escándalo. Y desde hace tiempo, salvo por los festivales que organiza Televisa, no se ponía tanto énfasis en un proyecto de índole cultural acapulqueño.
La FIL también será un lugar en el que las vanidades cobran importancia. Habrá modos que no gusten. De este acercamiento literario, que comienza mañana, habrá errores que serán cuajados para la siguiente edición (un asunto capital porque en Guerrero son contadas las iniciativas que tienen continuidad). Nadie nos enseñó a organizar ferias de libro, estamos en pininos y se verá lo bueno que sale de esto.
En cuanto a la negativa de algunos invitados, no, no me sumo a las descalificaciones porque no asistan Javier Sicilia, Mónica Maristain y Laura Martínez Belli. Lamento el vilipendio. Simple y sencillamente me quedo con la expresividad de su silencio, que de algo, al igual que su obra,
servirá para entender mejor lo que pasa en Guerrero. Lo preocupante es que a la FIL Acapulco no le basta con ser sólo una feria literaria, le buscan aristas que por su propia naturaleza posee, porque en un ámbito hostil, donde la palabra se yergue como bandera, el romanticismo cobra sentido y este intento de acercar expresiones literarias sólo es eso, no más, no menos: un acercamiento, no la cura inmediata de la violencia.
Debería trabajarse en informar o brindar una noción de quienes visitan el puerto por la FIL. Somos nuevos en esto. Pero yendo al grano, quien sí estará es Alan Pauls El pasado (2003, Anagrama), Wasabi (1994, Alfaguara); lo ideal será que los asistentes le pregunten sobre Historia del llanto (2007, Anagrama). Un testimonio emblemático que tiene que ver con los hechos recientes en Guerrero. Esta noveleta inicia con un niño de 4 años que, pretendiendo volar, se lanza por una ventana vestido de Superman; salva la vida, pero le queda un hueco en el pecho. Con esa imagen Pauls cincela todo el hilo narrativo de su libro: el trauma de una época aciaga (la Argentina anterior a la llegada de Perón) en la que el protagonista (lector voraz de toda la literatura militante que en los años 70 era indispensable en Latinoamérica) busca hacer algo para sumarse a las causas de su tiempo, pero cuando presencia por televisión la caída del Palacio de Moneda intenta llorar, pero se descubre sin fuerza para eso, baldío, impotente. “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido contemporáneo”, dice Pauls en voz de su protagonista. Habría que preguntarle, ¿qué lección tenemos de todo esto? Tanto el libro como en la actualidad de Guerrero, hay una alegato por la ética y la política.
Historia del llanto, narrada en tercera persona, no posee capítulos ni diálogos, es una disertación de 128 páginas sobre la injerencia de la educación progresista en la realidad. Es el símil de alguien ansioso por contrarrestar la pasadez de la realidad, austera, turbia y empantanada, como la vemos pues, alguien que sin nombre, porque su nombre son muchos, intenta reconocer en el llanto, pero no puede, la derrota. Es ahí, con ese puente nacido del sentimiento, donde uno comprende que el otro no está y para eso ayuda mucho la literatura.
Si uno es escritor se llena con la voz de muchos, porque nunca estamos solos, siempre hay espectros llamando nuestra atención, atendamos lo que hay. Aprendamos a vivir con el silencio generoso de otras personas.
Lean con furia por los asesinados, los desaparecidos, los que no tienen trabajo y por nosotros. Ahítos en nuestra epidermis, guerrerenses, no demos bandazos de locura. Estos es lo que hay y si buscan un niño lindo, esto es lo que hay. Ni más ni menos. No se necesita el vacío para entender la grandiosidad de lo mal hecho, pero de ninguna manera, aunque quisiera, se deshace la injusticia leyendo en voz alta los versos más tristes.
Finalmente, me alegra que los asistentes a la FIL, porque la literatura es un asunto de muchísimas personas, descubran el gesto noble del escucha guerrerense. Que tengan buen martes.

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