Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Octavio Klimek Alcaraz

Reconstruir la convivencia pacífica

En estos días tan aciagos para tanta gente en Guerrero, ha sido difícil encontrar palabras para un artículo. La barbarie imperante antes y a partir de esa noche trágica del viernes 26 de septiembre en Iguala me sigue horrorizando, hoy convertidas sus tierras de la Independencia de México en gigantesco sepulcro anónimo, como seguramente están igual otras tierras guerrerenses. Por ello, escribir sobre los temas que normalmente me ocupan, el ambiente, la ciencia y la sociedad pone en revisión mis ideas sobre la violencia.
El horror  e indignación deriva de mi formación como biólogo, trabajo cuidando la continuidad de la vida en el planeta, y para mí la vida humana es sagrada. Además soy un admirador de la doctrina de la acción de la no violencia inspirada en Cristo, Gandhi, Luther King, César Chávez, y tantos hombres y tantas mujeres que han buscado resolver conflictos sin recurrir a la violencia, refrenando la violencia física, la de la lengua y del propio corazón, apoyados en el imperativo moral kantiano de no usar al resto de la gente como instrumento de mis propios fines. Esto lo refrendo, ya que viví personalmente en 1989 en las calles de Dresden una revolución pacífica de la ciudadanía, cuando la caída del muro de Berlín en la antigua República Democrática Alemana. Por ello, sé que existen múltiples acciones de desobediencia civil no violentas como opciones exitosas de rebelión o de exigencia de justicia ante un poder establecido.
El reto al Estado mexicano en su conjunto por el crimen organizado es terrible, ellos son quienes mandan en Guerrero y en muchas otras entidades. El balance es negativo para la estrategia a nivel nacional. Se han privilegiado más las estrategias para mantener o recuperar el monopolio en el uso de la fuerza, las reformas al sistema policial, al de procuración y administración de justicia, un poco a las medidas para atacar la corrupción y el lavado de dinero. En general, ha quedado en desventaja el fortalecer aquellas acciones locales que desde la sociedad civil privilegien la cultura de la paz a través de la prevención de la violencia y el fortalecimiento de los derechos (educación, salud, empleo), y que sean dirigidas de manera especial a una vida sana en la comunidad, en especial para los infantes y jóvenes.
Para Guerrero se requiere un enorme esfuerzo, tanto de las autoridades de los tres órdenes de gobierno como de la ciudadanía para superar los problemas actuales de la violencia criminal. Se requiere para tener éxito, por un lado instituciones públicas fuerte, autoridades honestas y los consensos necesarios de la hoja de ruta entre todas las fuerzas políticas formales y no formales; por otro lado, la ciudadanía debe hacerse corresponsable, organizarse, informar demandar, participar y contribuir a mejorar la vida de su comunidad. Es primordial que la ciudadanía participe desde el origen en el diseño, la implementación y el control de las acciones de gobierno, en especial el local. Desde la sociedad se debe hacer visible la efectividad de las políticas públicas, y en su caso denunciar su inefectividad –en este caso especialmente, en materia de seguridad.
En este momento hay demasiado dolor e indignación por las víctimas de la violencia en Guerrero, por los estudiantes de Ayotzinapa, los demás hombre y mujeres que han sido asesinados por la delincuencia, sus familias, los maestros movilizados y tantos actores sociales sumados a la demanda de justicia, de castigo a los culpables de estos crímenes. Es un imperativo que aparezcan sanos y con vida los estudiantes desaparecidos.
Por eso, amplios sectores de la ciudadanía de Guerrero han salido a las calles a denunciar la barbarie y violencia imperante. No voy a trivializar los incendios en Chilpancingo, los bloqueos cotidianos, la rotura de vidrios, la retención de los empleados en el palacio estatal –que irónicamente habían sido enviados a Iguala antes de que existiera la fuerte presencia policial a buscar a los estudiantes levantados. Creo, que son excesos de la indignación –en ningún momento comparables con la barbarie criminal. Me preocupa, y seguramente también a buena parte de la ciudadanía, la posibilidad de más mártires por acciones de este tipo, esto antes los riesgos de una confrontación con los demonios que andan sueltos.
No omito señalar que esto también ha generado rechazo en sectores importantes de la ciudadanía, pero también su tolerancia, en especial la de Chilpancingo. Al respecto, es importante señalar que si se quiere reconstruir la convivencia pacífica, incluyendo el dejar de estigmatizar en Chilpancingo a los estudiantes de Ayotzinapa como vándalos, tendrá en su momento que discutirse y resolver por todos los involucrados hasta dónde se vale, en nombre de una causa justa, realizar acciones violentas que pueden poner en riesgo la vida de ellos mismos y de otros ciudadanos. Por eso, necesitamos aspirar a lograr una cultura de la legalidad, que implique para la mayoría de la ciudadanía guerrerense estar convencida de que el Estado de derecho ofrece, en el largo plazo la mejor respuesta para lograr una vida en bienestar, mantener sus derechos humanos y libertades.
Yo sigo creyendo en la acción de la protesta pacífica y que el propósito primario es encontrar a los estudiantes desaparecidos vivos, así como combatir la impunidad y la injusticia, encontrar la verdad de lo que ha pasado y castigar a los todos los autores intelectuales y materiales de tanta barbarie.
Por ello, espero sigan siendo todas las acciones en contra de la violencia, de denuncia ante las omisiones y responsabilidades de las instituciones públicas de manera pacífica, sin represión de ningún tipo. De ahora en adelante es cuando más se va a necesitar sumar a la ciudadanía a reconstruir la convivencia pacífica en Guerrero. Todos deben ser incluidos e invitados a estar en ese proceso, salvo obviamente los criminales a quienes se debe combatir.
Todo esto lo digo ante el evidente crecimiento de la polarización de la sociedad en Guerrero derivada de tantas injusticias, de tanta desigualdad, de tanta impunidad y de una violencia a la que no escapa nadie. De manera autocrítica, señalo que la propia izquierda en Guerrero se encuentra dividida y polarizada, y peor aún el enorme capital político acumulado a través del sacrificio heroico de muchos de sus militantes se ha dilapidado ante la sociedad guerrerense. El fracaso como izquierda es más allá de las omisiones, la corrupción y la ineficacia del poder, es moral e ideológico. Los gobiernos de origen de izquierda no tenían manchadas las manos de sangre, hoy trágicamente eso ya no existe. Además de hacerse evidente entre muchos de sus liderazgos la frase de que el poder corrompe, y que el absoluto poder es absoluta corrupción. Finalmente todo cambió, para seguir igual. Peor aún, no se logró extinguir al dinosaurio del crimen, se le toleró e incluso este usó el discurso de la izquierda como camuflaje, para volverse más fuerte, depredador, cruel y violento.
Desde la izquierda, en especial del PRD, se debe mandar una señal inmediata a la sociedad guerrerense de cambio, de querer volver a ser una opción basada en los principios y programas de la izquierda. Eso tiene que pasar por todos sus espacios en el gobierno estatal y municipal, el propio congreso local y los propios partidos, en especial reitero el PRD. Quienes sean un impedimento para dicho cambio deben comprender que su momento ha pasado y retirarse de la vida pública y política. Necesitamos ya, desde la izquierda contribuir a reconstruir la convivencia pacífica de los guerrerenses con el objetivo de lograr una sociedad realmente democrática, justa y, sobre todo segura.

468 ad