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Jaime Castrejón Diez

Vuelve a asomarse el populismo

Estamos viendo poco a poco el renacer de lo que en los años sesenta fue rampante en las sociedades de América Latina: el populismo. Esta es una forma de hacer política que tomó carta de presencia en los conflictos estudiantiles de principios de los sesentas que se basaba en ganar la calle y presionar desde fuera a las instituciones para iniciar cambios sociales y políticos.

Después vino una evolución hacia la institucionalización en un sistema democrático que pudiera garantizar la marcha de los países hacia el desarrollo, ya no tanto el desarrollismo de los años cuarentas y cincuentas sino de un desarrollo concertado socialmente.

El caso de Venezuela, es claramente el caso de un populismo que tiene visos de ideologizarse y presentarse nuevamente como en los escenarios de los años sesentas, pareciera que se echara el reloj hacia atrás. En parte es debido a circunstancias y que la globalización no fue el método que elevara a las naciones en vías de desarrollo, sino que el resultado no fue el esperado.

Pero el caso es que en México empieza a haber señales de un populismo renovado o reactivado, uno de los representantes principales de este movimiento es el caso del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, que ha puesto en duda al Estado de Derecho y ha expresado su deseo de, a través de movilizaciones sociales, impedir el desarrollo institucional cuando no le favorezca. Esto es más grave aún porque es uno de los hombres que se manejan y se perfilan para las elecciones presidenciales del 2006.

Pero no es solamente la presencia del populismo como algo que surge espontáneamente, tenemos que ver que también hay una sociedad insatisfecha, la cual también entra en un periodo de activismo. La fuerza que tienen los medios de comunicación en la opinión pública y la crítica fuerte los ha hecho en sí mismo un poder que presenta todas las características de una lucha política por conducir la opinión pública. Por un lado la época en que se consideraba en que menos ideología y mayor pragmatismo iba a llevarnos a evolucionar como país no ha mostrado resultados. La esperanza era basada en un sistema político que a través de la concertación logrará puntos intermedios y se pudiera evolucionar. No ha habido tal concertación y no se han logrado resultados.

Si bien el siglo XX en su mayoría tomó la revolución como modelo de desarrollo, cuando se rompe la continuidad hacia dos alternativas: o la revolución en otras manos o la corriente menos ideológica, más pragmática y la concertación como punto de partida.

Todo esto basado en una sola característica, el que se diera la concertación entre orientaciones políticas, que actores y partidos actuaran más con patriotismo que por intereses políticos. Como esto no se dio, hay conciencia de que la alternancia en el poder no es suficiente para garantizar el desarrollo político y social del país y por ello empiezan a revivir las ideas del pasado, por un lado el populismo, por otro lado el modelo duro revolucionario y como tercera presencia un modelo revolucionario democrático que no se ha dado todavía. Por otra parte está el PRD que no aumenta en números, un PAN que disminuye y la concertación que no se da.

Es por esto que el caso de Venezuela es importante para toda América Latina donde en las encuestas recientes se ve que las expectativas de la ciudadania no han sido satisfechas por los regímenes democráticos.

Lo malo de esas alternativas es que todas ellas conducen a el retorno de gobiernos autoritarios y francamente a un retroceso social que pudiera volver a sumir en el eterno problema del subdesarrollo a esta región del mundo que ha hecho intentos, pero nunca ha podido evolucionar satisfactoriamente.

Pero debemos preguntarnos ¿en dónde está la sociedad?, ¿adelante o atrás de los planteamientos políticos? Cuando las sociedades van adelante se ha dado naturalmente el desarrollo, el ejemplo más claro es la Unión Europea. En cambio cuando la sociedad se rezaga, el cambio no se da.

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