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Tomás Tenorio Galindo

¿El candidato equivocado?

La candidatura del empresario Zeferino Torreblanca es absolutamente legítima. Esa condición se la otorga la amplia votación que obtuvo en las elecciones internas del PRD, precisamente aquellas a las que él se opuso hasta la necedad. Sin embargo, y por desgracia, la virtud de las urnas partidistas no llega tanto como a conceder gracias que los hombres no tienen.

Por eso, y a riesgo de hacer que la sección de correo de este diario se sature de coléricas cartas, es preciso tener presente que Zeferino Torreblanca sigue siendo, después del 15 de agosto, el mismo de antes de esa fecha: un político cuya trayectoria personal, hoja ideológica, obra de gobierno y acciones lo sitúan bastante lejos de la plataforma ideológica, del origen social y de la práctica política del Partido de la Revolución Democrática.

Al elegir a Zeferino Torreblanca como su candidato, el sector del perredismo guerrerense que votó por él –no olvidemos que hay otro sector perredista que votó por el senador Armando Chavarría– sembró un conflicto ideológico y político que podría estallar en cualquier momento a partir de ahora, y casi sin duda si el PRD triunfa en los comicios de febrero de 2005.

Es que resulta difícil encontrar puntos de convergencia entre el PRD y su candidato. El PRD, por ejemplo, se opone sistemáticamente a incrementar la carga de impuestos que ya pesa sobre las espaldas de los ciudadanos; su candidato, en cambio, ha dicho explícitamente que no se puede aspirar a realizar obra de gobierno si no es recaudando más dinero. Este punto se ilustra a la perfección con la propuesta de aplicar IVA a los alimentos y las medicinas, idea rechazada por el PRD y apoyada por su candidato.

Las posturas del contador Zeferino Torreblanca suelen ser congruentes con su formación empresarial. Y si el estado requiriese la dirección de un gerente, quizá nadie lo haría mejor que él. Pero no es así. Guerrero necesita un líder con una acentuada visión social. Que ataque no sólo la corrupción enquistada en los gobiernos priístas, sino también, y sobre todo, que ataque el hambre, la injusticia y la terrible desigualdad social que sufren los guerrerenses de carne y hueso. Nuestro estado necesita establecer las bases de su desarrollo futuro, pero también atacar la emergencia del día a día.

Si la posible alternancia política no responde a ese diagnóstico, la consecuencia será el desaliento, la desesperanza o el retroceso. El PRD tiene una responsabilidad sobre el contenido que adquiera la alternancia política. Sacar al PRI para meter al gobierno a un político neoliberal no parece ser el mejor papel que el PRD tiene reservado en esta coyuntura.

¿Cómo va a manejar el PRD este conflicto latente entre su candidato y la plataforma ideológica del partido? ¿Cómo resolverá este problema si su candidato se convierte –como es muy probable– en el gobernador de Guerrero? De ninguna manera: es un conflicto que, si se presenta, no tiene solución.

Simplemente puede ocurrir que el PRD lleve al poder a Zeferino Torreblanca, y desde ahí éste le dé las gracias al partido por haberle hecho el favor de prestarle sus siglas para contender. Si ya lo hizo dos veces, ¿por qué habría de creer que en esta ocasión no sucederá lo mismo? En Nayarit ya le sucedió al PRD este fenómeno. Igual en Chiapas. O en Tlaxcala. Además, el propio Zeferino Torreblanca lo advirtió en su condición de precandidato; dijo que no piensa negociar con nadie.

De hecho, ya demostró su estilo cuando intentó “negociar” la declinación del senador Armando Chavarría. De acuerdo con versiones de testigos, fue él quien ofreció a Chavarría puestos para el equipo chavarrista, y al propio Chavarría lo invitó a ser secretario de Gobierno; éste habría aceptado en principio; pero Zeferino Torreblanca salió de las pláticas a decir lo contrario, que el chavarrismo quería quedarse con todos los puestos. Eso obligó al senador a dar marcha atrás a su inicial aceptación, pues se le estaba haciendo ver como un “mercader de la política”, según sus propias palabras.

O puede suceder que tarde o temprano el PRD rompa por la vía de los hechos con el gobernador que contendió con sus siglas. Pero de lo que podemos estar seguros es de que algo va a ocurrir en esa relación equívoca establecida el 15 de agosto.

Son hechos consumados. Con habilidad que debe reconocerse al ex alcalde de Acapulco, supo centrar el debate de precampaña en el método para elegir al candidato, cuando debió haber sido sobre el perfil, la ideología y las propuestas de los precandidatos. Por eso no se discutió qué representaba cada quién, ni cuál sería el tipo de gobierno que encabezaría. Y por eso se incuba ahora el conflicto entre el candidato y el partido. Y que nadie intente engañarse: el conflicto está sembrado. El tiempo lo dirá.

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