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Héctor Manuel Popoca Boone

Proyectos políticos familiares

De hace poco más de un lustro, dentro de la jerga política tomó carta de naturalización, en las negociaciones y compromisos para el aglutinamiento de un grupo con fines de conquistar un puesto gobernante, lo que hasta la fecha se denomina “el proyecto político”. Para el neófito en este lenguaje coloquial de los políticos, puede llamar a confusión el término. Razonablemente se entendería por proyecto político una propuesta de programa de gobierno o una estrategia para combatir la pobreza y perseguir el desarrollo socioeconómico de un pueblo. Pero no es así.

Hoy, proyecto político se le llama, subliminalmente, a la intención y esfuerzo de un político para llegar a ser gobernante. De tal suerte que los proyectos políticos personales siempre han existido y abundado; pero lo que está de moda en la política mexicana son los proyectos políticos familiares, es decir la perpetuación en el poder en forma dinástica. Veamos unos ejemplos:

En el PAN, el propio presidente de la República y su esposa estaban labrando y tejiendo el entramado para una sucesión presidencial de tipo familiar a través de la consorte. No fue sino la fuerza conjunta adversa de la opinión de los partidos políticos, de una parte de la opinión pública, junto con el develamiento del uso de los dineros públicos utilizados en dicha promoción, lo que los obligaron a desistir de tal proyecto político familiar.

En el PVEM es notoria, y a la vez diáfana, la forma como en éste partido político satélite la familia González lo ha usurpado como un prospero negocio familiar. Los cargos políticos en el mismo y los de representación partidaria son asignados y heredados a familiares en línea directa o hasta en tercer grado, sin mayores tapujos. De esta forma los hijos, y los hijos de los hijos de la familia González, tienen garantizada en forma vitalicia carrera política y dietas económicas jugosas, además de las transas económicas que puedan hacer por tráfico de influencias, no faltaba más.

En el PRD no cantan mal las rancheras en esto de los proyectos políticos familiares. El caso más resonante en la actualidad es el del gobernador de Tlaxcala que pretende dejarle a su esposa las riendas y el mando del gobierno estatal. Por lo pronto la senadora consorte ya es la candidata electa del partido y ha decidido salirse de la casa conyugal por aquello que las malas lenguas digan que la está apoyando su marido.

En el PRI es proverbial como los dinosaurios pasan la estafeta y los cargos políticos a sus bebesaurios. Tan solo por ser hijos de papá consiguen puestos y postulaciones que miles de militantes no logran tener, por más tiempo y esfuerzo que le dedican a la política partidaria y a la conquista de méritos que nunca se ven compensados. Como botón emblemático de muestra esta el proyecto político familiar de los Figueroa en Guerrero.

En todos los casos prevalece el atropello a la ética, la desfachatez y el cinismo en la manera como lo hacen. Les importa un bledo la opinión social o el impacto político que a la larga merezca su proyecto familiar. Total, mientras tengan poder para hacerlo así se hará, o por lo menos así lo intentarán. Entronizan la inequidad como práctica tergiversadora de la democracia. No saben que al igual que la consanguinidad familiar, tal práctica degenera cualquier agrupamiento político en la medida que transcurre el tiempo. En el pecado llevan la penitencia.

Cuando los intereses políticos particulares, en este caso familiares, avasallan a la ética; entonces se puede justificar cualquier aberración política. Los cuatro casos mencionados anteriormente dan cuenta que ninguna ideología ya sea de derecha, centro o de izquierda, está exenta de caer en este tipo de perversión política que atenta contra la movilidad política al interior de los partidos y dentro del propio sistema político nacional.

Principios y valores vuelven a ser opacados y vulnerados por conveniencias e intereses particulares, prácticamente familiares o personales. Tendencias que de prevalecer mandarán a la sepultura cualesquier espíritu o genuina práctica democrática que se aspire tener o pretenda prevalecer. No nada más la ambición desmedida por el poder, sino también la perpetuación en el mismo son factores importantes que trastocan el ejercicio democrático.

Llegar al poder, recrearse en él, medrar en él, preservarse en él, reproducirse en él, heredarlo a la directa descendencia consanguínea, son aspiraciones que han estado desde siempre en lo más recóndito de la historia del deseo humano sobre el poder; pero que no dejan de ser, también desde antiguo, los huevos latentes de la serpiente totalitaria e inicua. No hay que permitir que empiecen a incubarse de nueva cuenta.

PD. ¡Oh, mirada de Medusa del poder!. Quien fijó la vista una vez en su faz jamás la puede apartar de ella, queda encantado y hechizado. Quien disfrutó una vez el placer embriagador de dominar y mandar no puede ya renunciar a él. No pueden después renunciar al deleite casi pecaminoso de representar a la Providencia ante cientos, miles o millones de seres. Stefan Sweig.

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