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Renato Ravelo Lecuona

El rey Arturo

De las miles de versiones que dice la propaganda hay de esta leyenda, ésta, que fue dirigida por Antoine Fuqua y producida por Estados Unidos e Irlanda en este mismo año, muestra primero algunas variantes tales como ubicar la muerte de Lancelot antes que Arturo fuera nombrado rey.

Otra es el trabajo más detallado en la conformación ideológica del mismo Arturo quien tiene que ser atraído por Merlín, especie de mesías británico y por Ginebra, bella joven quien gana marido, reinado y líder nacional con grandes esfuerzos, incluida la seducción erótica ante un Arturo tan frío como un héroe de bronce y con su batallar guerrero en luchas de cuerpo a cuerpo con los bárbaros sajones y siendo flechera estrella del equipo.

La parte legendaria, excelente para la adaptación cinematográfica, se entrevera aquí con la suposición histórica. Junto con ilustración de la tradicional barbarie europea, con sus crueldades y guerras genocidas que se prolongan hasta el siglo XX, se plasma el proceso de formación de identidades nacionales, aunque con un manejo actualizado a la americana del término libertad, dudoso en aquellos tiempos que oscilaban entre dominaciones imperiales, esclavismo, sublevaciones y reconquistas de los bárbaros sajones.

El imperio romano, que había hecho construir impresionantes murallas como baluartes de su dominación en el extremo más septentrional, se retiraba ante el avance bárbaro, por allá del siglo II A.C. Este imperio, saturado ya de fanatismo religioso como pretexto para el abuso del poder, con su ambición de riqueza y corrupción, todo amalgamado, tuvo en Arturo, guerrero destacado, noble de sentimientos e invencible de leyenda, un fiel creyente y servidor hasta el momento mismo de su retirada, cuando Arturo fue rescatado por Merlín y Ginebra para lo que suponemos es el momento fundante de la identidad británica, forjada en un bárbaro batallar a la vez contra los sajones y romanos.

Aunque el mérito ideológico de esta gesta fundacional descansa más en Merlín y en la propia Ginebra, los laureles y la fama de la leyenda se los lleva el guerrero convertido en rey.

La descripción del proceso ideológico y político de este momento fundacional es la más clara y realista de las leyendas llevadas a la pantalla, pues explica y da sentido a la crudeza de sus guerras, pero el carácter tribal de jefes de clanes cuyo liderazgo descansa en la habilidad guerrera, hacen ver que el término de gringo de, estaba muy lejos de ser concebido en ese contexto, y se siente como parte del mito moderno explotado por la industria cinematográfica, más aún cuando en Inglaterra prevalece el respeto y el amor a la realeza.

Más que méritos en la actuación se pueden observar las vestimentas como representación del estilo de la época y actitudes convencionales que no exigen más que los estereotipos de las películas de acción, y en este renglón sólo la fotografía nos acerca más realistamente a aquella época imaginaria, a diferencia de las otras producciones que no ocultan su sello de cinematografía moderna.

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