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Gil Florente Castellanos

Momento de definición en el PRD

 Para pasar de un estado a otro se transita una etapa intermedia, donde la fuerza social remplazante se consolida sustituyendo a la fuerza remplazada. El proceso de reemplazo se concreta y abrevia cuando el poder en ascenso cohesiona a sus componentes, algo complicado en lo social, porque la unión de las partes no responde al simplismo sumatorio, sino a la conjugación de intereses de los entes sociales poseedores de proyectos divergentes que buscan su materialización con prácticas y vías alternas.

Por ello la construcción de la unidad en la citada dimensión se inicia con el reconocimiento del otro, prosigue con la inclusión de sus propuestas al proyecto alternativo y se fortalece con la integración de un equipo de profesionales encargados de concretarlo.

Esto es así porque la transición a la democracia no depende del líder por más atributos y virtudes que posea, responde a la adición de voluntades y oficios y al trabajo colectivo para el logro del cambio. Exige una distribución racional del poder y el desempeño honesto de roles de dirigencia y obediencia apegados a cánones establecidos, que si han de ser para avanzar a la democracia, supeditarán el interés particular al general y alentarán una praxis inequívoca para construir relaciones justas en el nuevo estado.

En el PRD se viven momentos de definición tendientes a construir un acuerdo político para elegir un candidato e impulsar un proyecto de gobierno consensuado para el tránsito hacia la democracia. Los dos aplazamientos para la realización                                           del Consejo Estatal del PRD son indicios de que se logrará el acuerdo, que habrá candidato unificador, que se cancelará la elección interna del 15 de agosto y persistirá la unidad del partido.

Si esto sucede, el grupo aglutinante deberá ser abierto, incluyente, tolerante, plural y habilitado para tender puentes que atraigan a un mayor número de ciudadanos y organizaciones sociales, evitando la fuga de grupos resentidos, que sin duda serán alentados por el partido en el poder hacia la realización de alianzas con fines aviesos y de esquirolaje como sucedió en Oaxaca. Esto lo ha previsto el precandidato con mayor preferencia electoral, Zeferino Torreblanca Galindo y así lo dio a entender en el acto proselitista de El Coloso realizado el pasado 6 de agosto, donde acompañado del precandidato que declinó en su favor, Félix Salgado Macedonio, hizo un llamado a los otros precandidatos a unir esfuerzos para construir una candidatura fuerte y un proyecto de gobierno alternativo.

El grupo aglutinante también iniciará el diálogo para la definición del posible equipo administrativo, que de entrada se abocara a la elaboración del proyecto de gobierno. Debe dejarse de lado el falso desinterés de los actores, pues es obvio que por lo menos la organización que apoya al precandidato Armando Chavarría Barrera condiciona la aceptación del acuerdo político a la concesión                                           de espacios de gobierno. Uno de sus voceros pregunta: “ ¿Quién convencerá a Chavarría y cómo, de que renuncie a su derecho de disputar la candidatura en una elección interna?” y se contesta: con generosidad (cursivas mías) de ambas partes. (Tomás Tenorio, El Sur 090804, pg.6).

Se ha publicado que se firmó un convenio para que el próximo gobierno, en caso de ganar el PRD, esté integrado predominantemente por funcionarios perredistas. Si esto es así, habría que acotar que los que se incorporen al mismo tengan el respaldo del perfil, la experiencia, la disponibilidad, la capacitación y estén sujetos a la revocabilidad, de lo contrario la administración pública adolecería de fortaleza.

Dicen algunos dirigentes perredistas que antes de negociar cargos debe ganarse la elección; ello sería lo apropiado si en el partido del sol azteca no existiera la amenaza de ruptura; en las condiciones actuales el menor detalle puede ser pretexto para el rompimiento del acuerdo. Las condiciones de inestabilidad imponen la negociación y en ella se incluyen ciertos espacios, lo cual no debe ser motivo de alarma, sino de compresión de la realidad política.

Superado esto habrá candidato de unidad, y todo indica que será Zeferino, hecho que desbordará los ánimos de sus seguidores y acentuará la preocupación de sus adversarios. Ante ello, conviene no caer en el triunfalismo, porque los priístas no caerán en el pesimismo. El experimento oaxaqueño los alentará a poner en acción la maquinaria del fraude y a desplegar una guerra sucia contra Zeferino. A ello se aprestan connotados mapaches tricolores del ámbito local y nacional que al no lograr detener a Zeferino por la vía indirecta, lo intentarán ahora con el desprestigio y el fraude electoral. Lo pueden hacer porque conservan el poder político y los órganos electorales están a su favor. Además le apuestan al desprendimiento de grupos inconformes como ocurre en los procesos electorales no exentos de buscadores de canonjías y chambas. Entonces, no todo está ganado con la selección de un candidato unitario. Viene la etapa difícil, se avecina la verdadera lucha por el poder, al que se aferrarán quienes lo han detentado por más de 70 años. La resistencia será fuerte. En la campaña proselitista las fuerzas progresistas habrán de marchar juntas para enfrentar y vencer al adversario actual: el madracismo.

El combate contra esta fuerza fraudulenta necesita una fuerza opositora organizada, cohesionada, combativa y creativa; requiere que las organizaciones que apoyaron la precandidatura de Zeferino se mantengan unidas, que no jalen cada cual por su lado en la búsqueda de espacios; se cohesionen con las organizaciones que apoyaron a los demás precandidatos y juntas con el partido que conducirá la campaña electoral, emprendan una cruzada proselitista ambiciosa, extensa para dotar al candidato perredista de un potente blindaje popular donde se estrelle la maniobra priísta.

Sólo con la mayoría se podrá transitar a la democracia y en consecuencia a la justicia social; porque un orden social justo nunca será obra de una minoría iluminada, es tarea de toda la sociedad. Una minoría puede encaramarse en el poder, pero no avanzará hacia la transición democrática sin la participación social.

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