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Tomás Tenorio Galindo

El dilema del acuerdo en el PRD  

A juzgar por la dinámica que la semana pasada tomó el proceso de selección del candidato del PRD, es muy posible que esta semana los precandidatos firmen un armisticio que ponga fin a la prolongada guerra política en pos de la gubernatura de Guerrero. Se cerraría de esa manera un capítulo crudo, que rozó los límites del conflicto pero del cual este partido extraerá sin duda nuevas fortalezas.

Sin embargo, hasta este momento tal acuerdo no es una realidad. Las posibilidades de que las conversaciones sostenidas por los actores se materialicen en la definición de un solo candidato, y con ello se dejen de realizar las elecciones internas previstas para el 15 de este mes, dependen aún de que la negociación en curso sea tomada con seriedad por las partes.

La elección interna es la mejor vía que el PRD ha tenido a la mano para seleccionar a su candidato. Hay una convocatoria en ese sentido. Se produjo un intento de dar madruguete con los resultados de una encuesta en la que sólo los partidarios de Zeferino Torreblanca creyeron. Zeferino Torreblanca provocó en público a Armando Chavarría con expresiones de baja política. Y pese a todo ello, las circunstancias podrían estar cambiando. Ha llegado, pues, la hora de que se pongan en juego todas las habilidades políticas, y que se haga lo que no se ha hecho en meses.

El beneficiario de un acuerdo político es Zeferino Torreblanca. Quien se encuentra en condiciones de convertirlo en realidad es Armando Chavarría. ¿Quién convencerá a Chavarría, y cómo, de que renuncie a su derecho de disputar la candidatura en la elección interna? Sólo hay una manera de que el canal de negociación entre ambos precandidatos sea desazolvado: con generosidad de ambas partes.

Zeferino Torreblanca no llegaría a ninguna parte, ni a ser candidato ni a ser gobernador, si mantiene su torpe postura de no “negociar” con las fuerzas de las que eventualmente dependerían tanto su candidatura y su triunfo, como su propia capacidad de gobierno.

Lo inusitado de este proceso es que el PRD cuenta con dos precandidatos altamente competitivos. Ninguno de ellos, pero menos Zeferino Torreblanca, está en condiciones de imponerse al otro por la fuerza. De ahí la virtud de la elección interna. Y de ahí, en las nuevas circunstancias, que resulte necesaria una negociación política de gran alcance.

Pero ¿será posible que en los pocos días que quedan esa negociación pueda ser culminada exitosamente? ¿Será posible que Zeferino Torreblanca se despoje de su pretendida pureza y comprenda que la política es negociación? ¿Que el “reparto de botín”, aquella fórmula despectiva que utiliza para negarse a compartir el poder, es una realidad en el mundo de la política? ¿Comprenderá que la única forma de que se dé un acuerdo en torno a su candidatura es mediante un pacto con las fuerzas perredistas encabezadas por Armando Chavarría?

Hasta ahora, Zeferino Torreblanca se ha declarado un político “atípico”, que no entiende ni acepta los juegos de la política. Por eso declaró semanas atrás que una vez que obtuviera la candidatura no iba a aceptar ninguna negociación con los otros precandidatos. En su visión, esa es una virtud, cuando en la práctica es un grave defecto.

Es positivo que la semana pasada se haya empezado a hablar en el PRD de un acuerdo para que salga quien salga elegido candidato, sean los principios y la plataforma del PRD la que predomine en el eventual gobierno perredista, y de que en la conformación del equipo de gobierno predominen también los funcionarios perredistas.

Eso es ya un candado. Sin embargo, para el caso de que fructifique el acuerdo y de que Zeferino Torreblanca sea el candidato, no podemos olvidar que el ex alcalde de Acapulco es un hombre con una estructura vital, formación profesional, preocupaciones, propuestas y fórmulas que nada tienen que ver con la sensibilidad social a la que aspiran los principios y la razón histórica del PRD.

Si Armando Chavarría decide retirarse del campo de batalla, será el suyo un honroso acto de hombría y generosidad que debe ser justamente reconocido en el lado zeferinista. Sólo así será viable un acuerdo político. Si, en cambio, pretendieran ver un gesto de esa naturaleza como producto de la debilidad, cometerían un error y atascarían nueva y quizá definitivamente las posibilidades del consenso. Ya veremos.

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