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Ángel Aguirre, un político cervantista que termina como su paisano Caballero Aburto

Aurelio Peláez

Ángel Aguirre Rivero apareció en la política de Guerrero en un periodo que implicaba un parteaguas en la vida estatal: el punto y aparte de la Guerra Sucia con la que se identificó al saliente gobernador Rubén Figueroa Figueroa (abril de 1975-marzo de 1981), y la llegada de una clase política que se presentaba tendiendo la mano a los grupos que habían hecho la guerra al Estado, con Alejandro Cervantes Delgado (abril de 1981-marzo de 1987).
El originario de Ometepec tenía como referente de la política al paisano Raúl Caballero Aburto. El militar y político, como citan los diccionarios biográficos a quien participó en la represión al movimiento henriquista de 1952, fue premiado con el cargo de gobernador del estado que ejerció del 1 de abril de 1957 al 4 de enero de 1961, cuando desde el centro se declaró la desaparición de los poderes tras la matanza de 20 personas el 30 de diciembre de 1960 en Chilpancingo.
La desaparición de poderes no calmó los ánimos de demanda de apertura democrática que en ese momento se concretaba en la exigencia de la autonomía de la recién creada Universidad de Guerrero, ni la actitud de la clase política en el poder fue más plural y menos represora, tanto que en ese periodo se alimentó el germen de la guerrilla.
Caballero fue un personaje oscuro en la historia del estado, pero parte del linaje que ostentaban los políticos de la Costa Chica, del que Aguirre sería la nueva avanzada.
Y los hechos de violencia también fueron parte de su azaroso ascenso político. “Yo no voy a pasar a la historia como un Caballero Aburto”, reiteraba a sus cercanos el hoy gobernador dimitente.

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A sus 25 años, en 1981, Aguirre Rivero se integró como parte del equipo del gobernador Alejandro Cervantes Delgado como su secretario particular. Le sonreía la fortuna y la suerte. Un par de años antes, su tío Mateo Aguirre López, representante del poder regional de la Costa Chica como se llama eufemísticamente a los viles caciques, lo había presentado con este economista chilpancinguense y amigo suyo, entonces encumbrado en el PRI nacional como director general del Instituto de Investigaciones Políticas, Económicas y Sociales (IEPES), el área ideológica del partido del poder.
Aguirre recién había egresado de la izquierdista Facultad de Economía de la UNAM, donde se graduó en 1979 y en cuya estadía en la ciudad de México lo acompañó otro paisano y familiar, el ahora diputado federal Manuel Añorve Baños, con quien se habría de reencontrar años después y tener encontronazos otra vez años después.
Corrían los tiempos del Guerrero bronco, de la parte final de la ofensiva militar y fuera de toda ley contra las guerrillas del estado sureño, de la necesidad del Estado mexicano de presentar una nueva cara ante el mundo, y en 1980 el entonces secretario de Hacienda del presidente Luis Echeverría, José López Portillo –quien en 1986 promulgaría una reforma política, ya como presidente–, empuja a su compañero de aulas universitarias, Cervantes Delgado, como candidato del PRI al gobierno del estado. Con él se sella la fortuna del joven Aguirre, que se integra a la campaña en los tiempos en que las elecciones eran puro formalismo, ante la inexistencia de partidos de oposición reales, pues sólo se formalizaba el cargo con el ritual del dedazo.
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Aguirre sólo es secretario particular por dos años y asciende como secretario general de Gobierno cuando Humberto Salgado Gómez –que estaba en ese cargo– pasa en 1984 a ocupar una diputación federal. En este nuevo encargo, el costachiquense acumula inesperadamente poder, pues una afección cardiaca inhabilita temporalmente a Cervantes Delgado, quien le delega estratégicas funciones de gobierno, que Aguirre no desaprovecha y tiende puentes con quien se perfilaba como el próximo candidato del PRI al gobierno del estado, José Francisco Ruiz Massieu, el cuñado del poderoso secretario de Planeación y Presupuesto del presidente Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari.
Cervantes Delgado tiene la honrosa circunstancia de terminar su periodo, pese a sus problemas de salud.

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Ruiz Massieu, con origen en una familia acapulqueña de presencia en los círculos bien, es sin embargo un advenedizo político en su estado. Un personaje con una alta autoestima intelectual, que miraba por debajo del hombro a los políticos locales, a los que consideraba rústicos. Fordcitos T, los llamaba. Educado en los ambientes académicos y políticos de la ciudad de México, tiene que pactar no obstante, con los grupos nativos. Por supuesto, los Figueroa, y con ese nuevo grupo que se llama “el cervantismo” y en el que está Aguirre, a quien encarga la coordinación de la campaña en la Costa Chica con lo que en los hechos, le reconoce y le alimenta su coto de poder. Ya como gobernador (abril 1987-marzo 1993), nombra a Aguirre secretario de Desarrollo Económico y luego lo promueva como diputado federal (1991-1994).
La aspiración de Ruiz Massieu, se supo siempre, fue ser presidente de la República o por lo menos, secretario de Gobernación o presidente nacional del PRI. Como gobernador, su primer cargo de elección, sorteó la irrupción del movimiento cardenista en las elecciones presidenciales de 1988, que tuvieron en Guerrero uno de sus bastiones y en la que por lo tanto, se consumó parte del fraude electoral en el país que permitió la llegada a la presidencia de su cuñado Carlos Salinas.
Un golpe demasiado fuerte para el ego y las cartas de presentación del acapulqueño pródigo.
En las elecciones locales de 1989 el cardenismo volvió a reaparecer, ganando varias presidencias municipales de las que parte le fueron arrebatadas por el fraude electoral del PRI, que impuso con violencia. Aguirre se esmeró como responsable de la Costa Chica en retener para su partido las alcaldías y en varios municipios se presentaron hechos de violencia, desalojos de ayuntamientos tomados en Ometepec y Cruz Grande, con saldo de decenas de muertos que sin embargo, fueron a parar a la factura de Ruiz Massieu, en cuyo sexenio se contabilizaron 300 asesinatos según cifras de la oposición perredista.
Con el prestigio de académico y presunto miembro de una nueva clase política abollados, tras terminar su mandato, Ruiz Massieu ocupa, sin embargo, la secretaría general del PRI nacional y se preparaba para asumir la coordinación de la fracción de diputados federales de su partido, cuando fue asesinado el 28 de septiembre de 1994.
La clase política guerrerense se había quedado sin su avanzada nacional, un ilustrado de mano dura.

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Ruiz Massieu no obstante, había operado para no dejar pendientes ni agravios con los grupos locales de Guerrero, aunque su prestigio nacional había decaído. Entre los amarres, dio el visto bueno para que Aguirre Rivero coordinara la campaña de su relevo, Rubén Figueroa Alcocer, que más que simbólicamente,representaba una vuelta al pasado del Guerrero bronco. Figueroa tenía el visto bueno del presidente Salinas y era “chompiras” de muchos políticos priistas del gabinete, entre ellos Luis Donaldo Colosio y Ernesto Zedillo. Como premio, ya como gobernador (abril de 1993-marzo de 1996), lo impulsa a la presidencia del PRI en el estado, lugar en donde le encuentra la matanza de 17 campesinos en Aguas Blancas, el 28 de junio de 1996.
Figueroa, abandonado por su compadre Zedillo tras el brutal ataque de sus policías a campesinos indefensos, es emplazado por el secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, a dejar el cargo, aunque se le concede la gracia de sugerir a su sucesor, ese que en el código no escrito tendría el compromiso de cuidarle la espalda. El originario de Huitzuco, El Tigre en desgracia, sugiere a Aguirre,  decisión de la que dicen se arrepentiría después, luego de los muchos desplantes y deslindes de éste hacia su predecesor. Así, Ángel Aguirre asume como gobernador interino el 12 de marzo de 1996 y concluye el periodo de gobierno de Figueroa el 1 de abril de 1999.

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El primer periodo como gobernador interino de Aguirre no estuvo ausente de conflictos, de hechos de violencia y sangre, que lo persiguen. El 7 de junio militares rodean una escuela primaria en la comunidad de El Charco, en Ayutla, donde se realizaba una asamblea comunitaria. Matan a 11 personas y hieren a 22, bajo la presunción de que era una reunión guerrillera. Ronda en su gabinete el síndrome de Aguas Blancas, pero la libra por la sicosis del gobierno federal que teme el reagrupamiento de las guerrillas históricas, reciente como está el alzamiento de Chiapas en 1994, y en los hechos, la federación asume el costo político. Aguirre logra terminar el encargo, siendo además que dio espacios a los grupos de poder de su partido y buscó acercamientos con la oposición, incluyendo en su gabinete a varios políticos que le permitieron presentarse como un gobernante plural. El desencuentro llegó al final, cuando intentó ganar la candidatura del PRI para su primo y colaborador Manuel Añorve. Fueron derrotados en la contienda interna por el grupo de Rubén Figueroa, quien respaldó al ex ruizmassieuísta René Juárez Cisneros, que fue finalmente gobernador (1999-2005).

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Tras dejar el gobierno estatal, Aguirre toma aparentemente tres años sabáticos, pero mantiene presencia política. Sin problemas, se hace candidato y es diputado federal por el PRI en el 2003, por el distrito V de la Costa Chica, y tan pronto termina, en el 2006, se hace de la candidatura y la Senaduría por su partido, el PRI.  Hace política y relaciones, desde su condición de presidente de la comisión senatorial de Comunicaciones y secetario de la de Presupuesto, con la que acuerda recursos para los estados directamente con los gobernadores. Con el de Estado de México, Enrique Peña Nieto (2005-2011), logra una estrecha amistad. Y con el cantado candidato del PRI para las presidenciales del 2012, apalabra el apoyo para buscar la candidatura a gobernador de Guerrero en el 2011, en donde el CEN decide que el abanderado, finalmente, sea su primo y ex colaborador Manuel Añorve Baños, apuntalado por el rival de Peña Nieto en la carrera por la candidatura presidencial, Manlio Fabio Beltrones.
Aguirre pierde en el PRI, pero otro hecho de sangre le favorece: el asesinato del coordinador del PRD en el Congreso de Guerrero y adelantado aspirante a la candidatura de ese partido al gobierno estatal, Armando Chavarría Barrera, el 20 de agosto de 2009. Los perredistas se quedaron sin su carta fuerte, y las sospechas de que el crimen favorecía de alguna manera al candidato del gobernador Zeferino Torreblanca, Armando Ríos Piter, provoca el descarte de éste en función de que varias voces señalaron al entonces gobernador como autor intelectual.
Y Aguirre se beneficia de estas circunstancias. Obtiene la candidatura del PRD a instancias del entonces jefe de Gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrarr, y de la corriente Nueva Izuiqerda, Los Chuchos. Gana las elecciones por un amplñio margen que le permite además gobernabilidad y llega con fuertes consensos, entre ellos el del ya presidente Peña Nieto, que no lo ve como un mandatario de oposición. Por las reformas electorales para empatar comicios federales y locales, es nombrado par el cargo por cuatro años y seis meses. Un periodo por delante que, se le ve, busca disfrutar. Tanto que delega la parte política de su gobierno en un sobrino inexperto precisamente en política, Ernesto Aguirre, y la administrativa y financiera en alguien muy colmilludo en el manoseo de los dineros, su secretario de Finanzas Raúl Salgado Leyva. Se empeña además en trascender, impulsando con todo lo que puede a su hijo con su mismo nombre, Ángel, Ángelito, a la alcaldía de Acapulco, y en ese escenario provisorio se dio la circunstancia de Iguala.
Y quizá antes de firmar su solicitud de licencia al cargo pensó ayer en su paisano Raúl Caballero Aburto. Su referencia de juventud para bien de su ascenso en la política, y ahora, para mal, pues termina defenestrado por el Guerrero bronco como aquel.

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