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¿Acapulco contaminado? Para nada

 

 Aurelio Peláez  

La espalda roja, rojísima. Nada más de verla duele la piel propia. Pero Paco, segundo año de primaria, acento chilango y unos shorts abajo del ombligo y hasta las rodillas, dice que a él el sol no le hace nada. “Ya llevo tres días en la playa”.

En playa Hornos, compiten el bullicio de las olas y de la gente. Salen volando balones y sobre la arena caliente hay un correr de futbolistas panzones que inevitablemente terminan en el suelo. Al fondo el mar parece un espacio seguro y limpio. Nada que ver con los reportes de la Semarnat que advierten de problemas de contaminación en las playas de Acapulco, los cuales, según una nota del diario Reforma, no han sido actualizadas en sus monitoreos.

Sobre la playa trabajadores de la Administradora de Playas –que parecen vagos de Petaquillas y a los que mejor hay que darles una propina antes de que la cosa pase a mayores– se afanan instalando sombrillas deshilachadas con dos sillas de plástico ya deformes por 40 pesos, como derecho a estar en la playa. Se sienta uno y la silla se hunde y de pronto la sombrilla se vence hacia un lado.

Las vacaciones de verano. En la playa, un caminar de vendedores ambulantes vendiendo quesadillas, ceviche, camarones secos con sal y limón, mangos petacones con chile, trensitas y tatuajes que duran tres días.

Las vacaciones también con comida hecha en casa: sandwiches armados en el supermercado de enfrente; cocacolas de dos litros, papas fritas y eso sí, six de cervezas modelo y tecate que nadan en la hielera.

¿Acapulco contaminado? Para nada. En abril de 2003, el gobernador René Juárez y el alcalde de Acapulco Alberto López Rosas lo desmintieron. Se metieron a la playa a darse el chapuzón y salieron como león para el combate: “Hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan, mi plumaje es de esos”, escribiría hace tiempo el poeta Salvador Díaz Mirón.

¿O sería quizá la paráfrasis de un amigo?: “Hay plumajes que cruzan el pantano y se revuelcan en él, mi plumaje es de esos”.

Como sea, René Juárez va a terminar su periodo como gobernador. Que se sepa, no sacó ninguna roncha de su zambullida en playa Tlacopanocha para desmentir los infundios de la Semarnat, de que Acapulco tenía algunas playas contaminadas, y si se le cayó el pelo en estos meses seguramente fue del coraje de que se difamara al puerto.

López Rosas también resurgió incólume de su chapuzón en playa Hornitos. Si acaso es algo beligerante, pues se sospecha que tragó algo de agua en un descuido, en ese suceso que fue calificado después como la incursión en el mar de “los abdominables hombres de las playas”, pues se hizo acompañar de una treintena de colaboradores, que se metieron al mar con la tarjeta de chequeo en la mano.

Certificada la limpieza de las playas por el gobernador y el alcalde, aunque no lo sabe, Paco se lanza de nuevo a las olas con la confianza de que su plumaje –un salvavidas de 20 pesos en la cintura– no se mancha. Una ola lo despluma en el suelo.

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