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Diario de viajes por el río Balsas y la Costa Grande de Guerrero

 

 Unos meses antes de la Revolución, un grupo de mexicanos y extranjeros hicieron una expedición por esas regiones del estado con fines de expansión económica

 Ismael Catalán Alarcón

En esta ocasión, quiero compartir con ustedes un curioso viaje a través del río Balsas y la Costa Grande del estado de Guerrero, realizado en 1910 por Salvador Castelló Carreras, español de Cataluña y tío de la joven señora Carmelita Romero Rubio, esposa del dictador Porfirio Díaz.

El viaje se desarrolla entre el 17 de septiembre y el 12 de octubre de 1910, iniciándose el recorrido en el pueblo llamado Balsas; recorrieron por las aguas bravas del río alrededor de 500 kilómetros hasta la desembocadura del mismo; después continuarían a caballo por los 340 kilómetros que separan la desembocadura del río del puerto de Acapulco.

Los objetivos de la expedición eran dos: “el de apreciar la riqueza agrícola, forestal, ganadera y minera del estado de Guerrero, en concepto de tierras explotables y colonizables, y analizar el trazado general de una vía férrea que arrancando de Balsas, recorriera la cuenca del río hasta su desembocadura en la Ría (penetración del mar en la costa) de Zacatula, y luego siguiera por la costa hasta Acapulco, de donde se continuaría hasta Chilpancingo y luego a Iguala”.

Salvador Castelló Carreras, solo publicó una versión periodística de sus relatos de viaje en 1916 en España, con el título En las selvas y costas del Pacífico; fue el investigador mexicano José Iturriaga de la Fuente quién consiguió de un sobrino del autor, los manuscritos originales para que posteriormente, en 1990, el Fondo de Cultura Económica los publicara con el título de Diario de viaje por el río Balsas y la Costa Grande de Guerrero.

En una parte de la obra, se refiere que en 1899 la Secretaría de Fomento firmó un contrato con la empresa Fergusson and Ellis para colonizar algunas zonas de varios estados, entre ellos el de Guerrero, con fines agrícolas, industriales y mineros. La versión de que los inmigrantes serían negros provocó discusiones que mas tarde llegarían al Senado. Al senador Couttolenc “cupo la vergüenza de sostener que esa raza sólo trabajaba cuando era esclava” y remataba: “Son hombres de instintos salvajes que no tienen religión alguna… son una raza ruin, abyecta, degradada y perezosa”.

En el ramo de ferrocarriles, destaca que en 1890 el gobierno de Porfirio Díaz otorgó la concesión para construir la vía de la ciudad de México al puerto de Acapulco; para 1899 ya estaba construido el tramo de la capital al pueblo de Balsas, a la orilla del río del mismo nombre.

A partir de allí la compañía no avanzó en ninguna de las dos opciones de vía: ni Balsas-Chilpancingo-Acapulco, ni la que iría junto al río hasta su desembocadura y luego por Costa Grande llegaría a Acapulco. Por ello esa empresa perdió la concesión en 1905.

La expedición

El 17 de septiembre de 1910 da comienzo la expedición. En ella participan el coronel canadiense Andrew D. Davidsson; tres ingenieros también canadienses y un norteamericano; un cocinero francés; su pinche, quien a la larga se descubriría que era una mujer; el mexicano Luis Ibarra, que fue el verdadero precursor del viaje y el propio Castelló Carreras; el personal de guías y criados debía contratarse en el camino.

En el pueblo de Balsas, Castelló no fue nada tolerante respecto a las costumbres de nuestro pueblo; esto describe:

“El caballo de copas; el cinco de bastos; el siete de espadas… gritaba una india de formas redondas y muy negra sentada a la presidencia de una larga mesa, a cuyo derredor habíanse acomodado hombres y mujeres que, con frijoles señalaban en sus respectivos cartones las cartas anunciadas por la voceadora. Era una lotería en la que se jugaba de firme… allí dejaban paulatinamente sus salarios. Tal manifestación del vicio entre gentes tan pobres y miserables, resultó mil veces más abominable que en los aristocráticos garitos de una ciudad…”.

Durante la travesía, los expedicionarios se entretenían tirando al blanco a los animales que se atravesaban en su camino. Las piezas muertas ni siquiera las levantaban. También describen a los lugareños a su paso: “Chiquillos desnudos y bronceados corrían por la orilla chillando y su aspecto mejor que el de seres humanos, era de monos que huían despavoridos. Los habitantes de aquellas miserables viviendas son pastores o guardadores de ganado…”.

En septiembre, las aguas del río están crecidas por lo que los expedicionarios tuvieron muchos contratiempos. La navegación por los rápidos se tornó peligrosa. En el Cañón del Infiernillo –donde hoy está la cortina de la presa del mismo nombre– “100 veces creí naufragar”, relata. Finalmente llegan con vida a la desembocadura del río en un poblado que se llama Zacatula.

Inmediatamente emprenden el viaje hacia el puerto de Acapulco por toda la Costa Grande del estado. En Zihuatanejo, un indio lugareño les ofrece hermosas perlas; describe cómo en su trayecto se van dando cuenta de cómo el uso y consumo de tabaco estaba bastante generalizado entre hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos. “Ellos mismos fabricaban sus propios cigarrillos”.

En el río San Jerónimo, los viajeros observaron una curiosa manera de cruzarlo:

“Cuando llegamos al vado, numerosos arrieros esperaban turno y sucesivamente ocupaban sitio en las piraguas, donde se cargaba también la mercancía que conducían. Las caballerías que a nado pasaban el río, conducían la embarcación al otro lado”.

Respecto a los asuntos relacionados con los objetivos de la expedición, Castelló aporta abundantes datos: tanto en el río como en la costa, levantaron diversos planos con fines de irrigación, ferrocarrileros y de colonización, destacando las posibilidades que aparecieron en Coyuca de Catalán y sobre todo en Petatlán. En esta región costera, estimaban que podrían establecerse hasta un millón de inmigrantes extranjeros.

El viajero español dice que Porfirio Díaz le había confiado su interés para que en esa región predominaran los colonos de origen europeo, pero predominantemente españoles:

“Si la colonia del sudeste llega a establecerse en Guerrero, Oaxaca y quizás gran parte de Chiapas, hallarán cabida millares de colonos europeos… en las nuevas tierras cultivables han de encontrar un emporio superior a todas las tierras de América, puestos hasta ahora a disposición de los emigrantes de Europa que buscan en tierras americanas la compensación justa al sacrificio de su expatriación”.

Treinta y ocho días después de concluir la expedición, iniciaba la Revolución mexicana, que entre otras cosas, depondría del poder al viejo dictador. Sus planes para el ¿desarrollo? del sureste mexicano, en especial de Guerrero, quedaron olvidados tras la tromba revolucionaria.

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