Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Seguridad jurídica

A los guerrerenses, hombres y mujeres, que nunca debieron ser asesinados arrojándolos en alta mar desde un avión militar.

Jorge G. Castañeda como buen intelectual, a pesar de su egocentrismo, soberbia y cierta petulancia, produce ideas buenas. En su libro: Somos muchos: Ideas para el mañana, Edit. Planeta, hace un compendio de su plataforma ideológica electoral, como precandidato a la Presidencia de la República en el 2006.

En este libro dedica el segundo capítulo a la seguridad jurídica. Transcribo alguna de sus ideas, con agregados propios. Al respecto, indica que México es un país de leyes en la forma, mas no del todo en el fondo; es decir, todavía cuesta hablar de la vigencia plena de un Estado de derecho. Subsiste aún una brecha amplia entre la letra de la ley y su observancia y acatamiento estrecho en los hechos.

Hay una inmensa cantidad de leyes escritas que no se aplican y que por lo mismo, conducen al desprestigio de la ley. ¡Obsérvense mas no se cumplan! Tal parece que es la consigna generalizada.

Pero la ausencia de un auténtico Estado de derecho no se circunscribe tan sólo a la inoperancia de la ley, sino a la carencia de una cultura de la legalidad. Ese rezago únicamente puede ser subsanado transitando por cuatro vías: con una permanente renovación y modernización jurídica, del constante perfeccionamiento de nuestra vida democrática, del respeto irrestricto a los derechos humanos y de una renovada y fortalecida revolución educativa.

Por todos es aceptado que un principio básico de gobernabilidad es el respeto y acatamiento de la ley por todos; empezando por las autoridades. La ley obliga a todos y se debe respetar sencillamente porque es la ley. De lo contrario cundiría la anarquía y el desorden. Muchos mexicanos desde hace mucho y demasiado tiempo tienen la impresión de estar permanentemente sometidos a la arbitrariedad y al mundo de la transa. Medio mundo se la vive tratando de eludir el imperio de la ley. Esto es lo que evidencia un sentimiento generalizado de ilegitimidad práctica de las propias leyes.

La incredulidad en la aplicación de las leyes deriva en inseguridad e incertidumbre social. Sobre todo cuando se sabe que hay torcimiento de la ley; cuando es doblegada ante el mejor postor que exhibe contundencia económica o de poder para ponerla a su favor aún cuando no tenga razón legal. Así pues, la inseguridad y la incertidumbre se acrecientan con la discrecionalidad, la corrupción y la impunidad con la que es tronchada la ley en todos los ámbitos de la vida social de los individuos.

Cierto, puede haber leyes injustas que la moral inhiba legítimamente su acatamiento. Pero aún en este caso, no es válida su inobservancia en un país que se precia de tener un sistema político democrático: la mayoría tiene en todo momento, a la mano, los cauces y procedimientos para modificarlas, sustituirlas o abrogarlas. Nadie tiene por sí mismo, el derecho de no acatar el régimen de derecho, socialmente establecido.

Una sociedad moderna, de la que se distingue su vitalidad, por las múltiples transacciones económicas, políticas y sociales que se dan en su seno, no puede funcionar, democráticamente, sin un verdadero Estado de derecho. Estado que otorgue un mínimo de seguridad y certidumbre a la integridad física de las personas, a sus transacciones, a sus empresas, a los contratos y convenios que suscriben, así como a los bienes patrimoniales que poseen.

La existencia de reglas claras, de plena seguridad jurídica, beneficia más a los que menos tienen, que habitualmente son los más desamparados o perjudicados ante la falta de certidumbre de la aplicación de la ley en sus personas, bienes y transacciones.

Una nación como México, cuya economía se ha insertado plenamente al comercio mundial y que está consolidando la democratización plena de su sistema político, merece tener un andamiaje jurídico moderno que se signifique por su eficacia, oportunidad, imparcialidad, honestidad y justeza. Requiere que su paz social se derive y sea consecuencia, sin ambigüedades, de un auténtico Estado de derecho.

PD. Así son las cosas, zanca: En estos tiempos de contienda político-electoral, el oportunista y el arribista no van con alguna idea, van con el tiempo y la circunstancia; y mientras más ligero corran éstos, más ágil se amoldarán con tan sólo percibir el vah

468 ad