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Moisés Alcaraz Jiménez

PRD, convertir en derrota la victoria

Aún no concluían del todo las actividades posteriores al registro de aspirantes del PRD a la gubernatura, cuando ya habían iniciado las impugnaciones y reclamos, que serán la tónica de todo ese proceso. El sol azteca no puede esperar de su elección interna más que inconformidades y conflictos propios de un procedimiento que se realiza sin reglas claras y en un contexto de total desorganización e improvisación, donde cada aspirante buscará enderezar a su beneficio un proceso electoral inmerso en la confrontación y que carece de un riguroso marco jurídico que lo mantenga dentro de la legalidad y en los cauces institucionales.

Son muchos los factores que no permiten formular un escenario alentador alrededor de estos comicios. La escasez de recursos económicos, lagunas jurídicas, la premura con que se realizarán, la ausencia de infraestructura y personal capacitado, la falta de cultura cívica y política de los contendientes y un adversario al acecho para meter mano al asunto, no permiten pronosticar un proceso en paz, limpio y con resultados aceptados por todos.

Más bien, la experiencia indica que elecciones en ese ambiente sólo generan conflictos insuperables y heridas que jamás cicatrizan. Propician divisiones que lesionan directamente la fortaleza que puedan tener los partidos y sus candidatos y tornan en derrotas las que eran victorias seguras.

Inestabilidad y turbulencias se ciernen sobre los comicios perredistas, que posiblemente provoquen la fractura del sol azteca que el PRI necesita para conservar el poder. El PRD está dejando escapar de la peor forma la posibilidad histórica, real, de ganar la gubernatura en una entidad como Guerrero, donde como en pocos estados este partido ha adquirido una fuerte presencia.

Zeferinistas y chavarristas llegan a la contienda altamente polarizados y con más proclividad a la confrontación que al diálogo y los acuerdos. Desde ahora se observa la debilidad del árbitro de la contienda, que sin una normatividad eficaz no podrá imponer el orden en unas elecciones que se vislumbran destinadas al caos. Una dirigencia nacional autista, incapaz de detener esos comicios que son un disparate electoral y una atrocidad política, es el complemento de este explosivo coctel que hará volar en pedazos a un partido que ha sido presa de un grupo faccioso que se dice de izquierda, pero que a la vista de la opinión pública sus integrantes son afines al PRI y sólo han llevado al PRD al umbral de la derrota.

El adversario aplaude la labor de zapa que este grupo ha hecho y está presto para respaldarlo en los comicios internos, pues de lo que se trata es cerrarle el paso a quien ellos consideran el adversario que verdaderamente tiene la fortaleza para derrotarlos en febrero próximo.

No obstante, a pesar de que en el PRI hay gozo ante la tempestad que se avecina en terreno contrario, se está generando a la vez en ese partido un ambiente de preocupación que muy particularmente se expresa en priístas cautelosos y mesurados, que con mayor objetividad y autocrítica observan el entorno político, a diferencia del tono irreflexivo y perdido en el autohalago de quienes dirigen al tricolor.

Las encuestas bien hechas no fallan, mucho menos mienten. En todo proceso electoral candidatos, partidos y gobiernos de todas las tendencias las realizan para orientar sus actividades proselitistas, encubiertas tratándose de estos últimos. Nadie puede ahora prescindir de esta eficaz herramienta electoral, pues expresan con fidelidad el sentir popular. El pulso político y social en contiendas como ésta no es difícil de palpar y flota en el ambiente electoral la tendencia permanente a la alza de las preferencias electorales a favor de Zeferino Torreblanca Galindo.

A pesar de las condiciones adversas y de la esperada votación masiva de priístas en contra de Zeferino, crece la opinión de que el ex alcalde de Acapulco ganará los comicios del 15 de agosto. Escenarios sencillos, pero muy realistas, se han formulado sobre estas elecciones, de cuyos resultados muchos anticipan ya quien sería el gobernador a partir de abril del 2005.

La vox populi, que poco se equivoca, dice que si Armando Chavarría es el candidato del PRD, el gobernador será Héctor Astudillo. Pero también crece la versión de que si Zeferino Torreblanca logra triunfar en la elección interna será muy difícil que alguien pueda detenerlo después en el camino a Casa Guerrero.

En algunos sectores perredistas y zeferinistas empiezan a cobrar fuerza otros escenarios electorales. Se afirma que por muy grande que sea la fractura como resultado de las elecciones internas que ganaría Zeferino, no sería de la magnitud suficiente como para poner en riesgo el triunfo de Torreblanca Galindo en el 2005.                                                   Sustentan esta opinión en el hecho de que el grupo chavarrista, por su sospechosa necedad de llevar al partido a estas elecciones fratricidas, se ha quedado solo y únicamente tiene el respaldo de los sectores más atrasados del PRD ahora en abierta alianza con grupos ligados al PRI, como el PRS y el PT, y priístas que aparentemente han desertado para sumarse a Chavarría (principalmente gente enviada por Manuel Añorve Baños).

Se trata de una posición triunfalista que menosprecia el tamaño de la fuerza externa al PRD que participará en los comicios del 15 de agosto y que puede inclinar la balanza en contra de Zeferino, aunque a éste seguramente también lo respaldarán panistas y miembros de Convergencia. El peligro, en este escenario, es verdad, ya no lo sería tanto la división que se pueda provocar, sino la capacidad del adversario para incidir en los resultados electorales y hacer ganar a quien ellos quieren.

Sería ocioso hablar de establecer una férrea vigilancia para evitar acarreos masivos promovidos por otros partidos, en elecciones abiertas como éstas, es imposible establecer controles eficaces.

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