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La cárcel de Tepic es el infierno, agravado por la presencia de los policías de Iguala: Suástegui

*Con la represión a los normalistas de Ayotzinapa se supendieron las pláticas para su traslado, que iba a ser el 10 de octubre. El vocero del Cecop tiene esperanza de su libertad inmediata sin Aguirre como gobernador

Maribel Gutiérrez

Segunda parte

El vocero del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa La Parota (Cecop), Marco Antonio Suástegui Muñoz, está enfermo a consecuencia de la tortura a que fue sometido por policías ministeriales en Acapulco, y su salud empeora cada día por el aislamiento, la comida descompuesta y el agua contaminada en la cárcel de Tepic. Aquí es el infierno, ahora agravado por la llegada de los policías de Iguala que participaron en los asesinatos y desapariciones de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Suástegui, de 38 años, oriundo de Cacahuatepec, arquitecto de profesión, que ha dedicado los 11 años recientes de su vida a encabezar la lucha de los pueblos en defensa de las tierras y del agua del río Papagayo amenazados por el proyecto hidroeléctrico La Parota, aparecía siempre con fortaleza física hasta antes del 17 de junio.
Ese día fue arrestado en Acapulco, sometido a golpes y tratos humillantes, encerrado seis horas en una camioneta sin ventanas que bajo el rayo del sol del medio día acapulqueño se volvió un horno. En las fotos publicadas de su llegada al reclusorio de La Unión, la tarde de ese día, se ve doblado por el dolor, encorvado, rodillas y cintura flexionadas, caminando con dificultad, vestido con bermudas, camiseta sin mangas y chanclas, y rodeado de policías del estado que lo llevan esposado de tobillos y muñecas.
En la nota publicada el 18 de junio, la corresponsal Brenda Escobar dice que lo primero que se oyó cuando a Suástegui lo bajaron de la camioneta es que pidió agua, y no le dieron ni un trago. El detenido entró al penal de La Unión, y al día siguiente, muy temprano antes de que pudiera tener contacto con los reporteros, fue trasladado al Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) de Tepic, Nayarit.
La seguridad de Suástegui, ante el presunto peligro que tenía en el reclusorio de Acapulco, fue el primer argumento que manejó la Secretaría de Seguridad Pública de Guerrero para alejarlo de Acapulco. Lo cierto es que su traslado ha servido para tenerlo aislado y obstaculizar su defensa, y tenerlo lejos de su familia, de sus compañeros del Cecop, de sus amigos y de su tierra, y cortar su participación a la cabeza del movimiento opositor al proyecto de la presa La Parota que cada año, desde 2003, reactiva la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Una bolita de jabón y pasta de dientes, único remedio

Desde su detención por policías ministeriales en Acapulco, a las 9 de la mañana del 17 de junio, la tarde de ese día y la noche en la cátcel de La Unión, el 18 que ingresó al penal federal de Tapic, y dos días después ya en un módulo de celdas en ese reclusorio de máxima seguridad, a Marco Antonio Suástegui no le dieron agua ni comida.
Tres días completos sin tomar un trago de agua ni comer le dejaron daños en la salud, y más aún la golpiza con unos palos, las patadas y puñetazos que le dieron en la comandancia de la Policía Ministerial de El Coloso en Acapulco.
La esposa de Marco Antonio Suástegui, María de Jesús de Suástegui, cuenta que en el penal federal de Tepic no les dan de beber agua potable a los presos, sólo el agua de la llave con la que riegan el jardín, es agua contaminada, muchos presos están enfermos del estómago, tienen diarrea todo el tiempo, y nadie les da atención médica.
Dice que también la comida es pésima, descompuesta. Aparentemente tienen un menú de carne, pollo y comida buena, pero sólo es para presentarlo a visitantes como la Cruz Roja, de organismos de derechos humanos o a sacerdotes, para decir que la alimentación es adecuada. Pero ese menú no se lo dan a los presos, a ellos les dan nopales podridos, soya aceda, huevo frito con todo y cascarón; muchos padecen de diarrea y enfermedades estomacales.
María de Jesús dice que en la cárcel de Tepic obligan a los presos a comer comida descompuesta. Por eso, desde que llegó, hace más de cuatro meses, Marco Antonio ha estado enfermo del estómago, de la garganta y otros padecimientos que no sabe con precisión porque no le han hecho un diagnóstico.
Cuenta que cuando visitó por primera vez a su esposo, el 25 de septiembre en la cárcel de Tepic, lo vio con el pie derecho enyesado y usaba muletas para caminar porque tiene lesiones en la columna por la golpiza que le dieron los policías ministeriales de Acapulco.
Marco Antonio platicó que días después de que llegó a Tepic lo pusieron a hacer actividad física y no pudo correr ni trotar, cuando lo intentó se cayó, por eso ahí le dieron las muletas y le enyesaron el pie.
Cuando María de Jesús recuerda cómo estaba Marco la primera vez que lo visitó insiste en que él no se merece estar en el penal federal de Tepic, ni en ninguna cárcel, porque lo único que hizo es defender la tierra y el agua que les quieren quitar.
Dice que en su segunda visita, el 23 de octubre, Marco Antonio le platicó que le hicieron un examen psicológico y que le dijeron que no tiene el perfil para estar ahí.
Este jueves en la visita María de Jesús vio enfermo a su esposo, tenía dolores y fiebre muy alta, escalofrío. Ha pedido que lo atienda un médico, que le den medicinas, pero no le dan respuesta.
Cuenta que probablemente por alguna infección, secuela de la tortura, tiene fiebres muy altas que en las noches lo hacen delirar, y el malestar es mayor en un lugar con una temperatura fría que un acapulqueño nunca había sentido, y del que todavía le asombra que “hasta cae granizo”, y al medio día mucho calor y lo obligan a estar en el sol.
Otros presos le dieron una receta para bajar la fiebre, le dijeron que hiciera una bolita con jabón en polvo y lo mezclara con pasta dental. “Tuvo que pasársela porque se sentía muy mal y no le dieron ni una aspirina”, dice su esposa.
Marco Antonio está desesperado, manda el mensaje de que quiere su libertad, que no merece estar en prisión porque no cometió ningún delito, y menos en esta cárcel que, afirma, es el infierno.

Esperaba su traslado junto con los presos de la CRAC

Con la mediación del organismo Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz), la familia de Suástegui y sus defensores del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan estaban en pláticas con el gobierno de Guerrero sobre el regreso al estado, no sólo del vocero del Cecop, sino de otros presos por motivos políticos, dirigentes de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias y Policía Comunitaria, Nestora Salgado, Gonzalo Molina y Arturo Campos.
En el caso de Suástegui el razonamiento legal es que el delito principal por el que está en prisión es robo agravado, que se puede reclasificar a robo simple porque no lo detuvieron en flagrancia, y el que lo acusa que es el dueño de la gravillera Humberto Marín no ha presentado los documentos que avalen lo que dice que se está robando, por 6 millones de pesos. Si se reclasifica, Suástegui alcanza su libertad bajo fianza.
Por otros cuatro delitos que también le fabricaron, Suástegui también alcanza libertad bajo fianza.
En la pláticas con el asesor del entonces gobernador Ángel Aguirre, Ernesto Aguirre, se había acordado gestionar que el 10 de octubre serían trasladados del penal de máxima seguridad de Tepic tanto Suástegui como Nestora Salgado.
Pero las pláticas con el gobierno de Ángel Aguirre se suspendieron tras la represión en Iguala a los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa el 26 y 27 de septiembre que dejó tres estudiantes muertos, otros tres muertos sin relación con los normalistas, y 43 desaparecidos.
La masacre de Iguala despertó un amplio movimiento en Guerrero, en México y en otros países por la presentación de los 43 estudiantes desaparecidos, y llevó al gobernador Ángel Aguirre a dejar el cargo el jueves 23.
Como resultado de las investigaciones de la masacre de Iguala fueron detenidos, primero 22 policías municipales de Iguala coludidos con el cártel del narcotráfico Guerreros Unidos, acusados de haber detenido y disparado contra los normalistas y de entregarlos a sicarios del crimen organizado para que los desaparecieran.
Los 22 policías de Iguala fueron trasladados al Cefereso de Tepic, el 8 de octubre.
Después fueron detenidos 28 policías municipales de Cocula y otros miembros de esa banda del crimen organizado que también fueron llevados al Cefereso de Tepic.
Marco Antonio Suástegui se queja de que los policías de Iguala están en una celda vecina a donde él está. “Marco se siente intimidado, amenazado, que corre riesgo. Y pregunta por qué no los llevaron a otro lugar, a otro reclusorio o a otro módulo”, dice María de Jesús.
Suástegui envió con su esposa el mensaje para sus compañeros del Cecop de que apoyen con todas sus posibilidades a los normalistas de Ayotzinapa, como siempre lo han hecho los opositores a La Parota.
Ahora, con la salida de Aguirre, a quien Suástegui identifica como el responsable de su encarcelamiento y de la tortura que sufrió, y el nombramiento del universitario Rogelio Ortega como gobernador interino, cree que puede haber un nuevo diálogo y espera su libertad inmediata.

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