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Los Azohuaztles, soneros de tarima que resguardan la tradición desde el siglo pasado

Me siento como el mezcal añejo, mientras más viejo, más bueno, dice en

entrevista en Tixtla el músico Isaías Basilio Bautista, fundador del grupo

 

Ismael Catalán Alarcón

 

Llegaron Los Azohuaztles

tocando con sus vihuelas

cantarán El Zopilote

y también La Petenera…

“Yo me siento como el mezcal añejo… mientras más viejo, más bueno”, afirma entre carcajadas el maestro músico Isaías Basilio Bautista, único sobreviviente del grupo original de sones de tarima de Tixtla Los Azohuaztles, fundado allá por la década de los treinta del siglo pasado.

Recuerda que el nombre del grupo lo toman de unas varas verdes y alegres que crecen en un arrollo que se llama Coacuilpa. “Cuando yo trabajaba en el campo, cortaba esas varas para pegarle a los bueyes. Ellas siempre están verdes y alegres como nosotros. Así es que yo soy como el hijo del azohuastle: siempre estoy alegre y me río. La risa es un remedio para la vida. El que no ríe es que anda enfermo”, afirma.

Abordo a Don Isaías en su céntrica casa de la ciudad de Tixtla. Dice tener 84 años. Los miembros de esta tercera generación de los Azohuastles son Juan y Eugenio Dircio, vihuelistas, y el mismo Isaías Basilio en el cajoncito del tapeo.

–¿Qué es tapear?

–Consiste en golpear con las manos y arrancar los sonidos musicales a un cajoncito de madera cerrado por todos lados excepto el de abajo. A veces se usa un pedazo de madera en la mano izquierda para que el sonido sea más fuerte.

Teniendo como fondo u concierto de canto de gallos –al que es aficionado–, recuerda cuál es el origen del son de tarima, que ellos han interpretado en prácticamente todo el estado de Guerrero, Distrito Federal, Monterrey y Aguascalientes.

Los sones de artesa o tarima son muy antiguos; los trajeron algunos marineros peruanos y chilenos. Con el tiempo, los arrieros que viajaban a la Costa Chica del estado llevaban mercancía y su cultura y traían lo mismo. Es así como los tixtlecos que tenemos el don de ser francos, bulliciosos y alegres, adoptamos esos ritmos y le aportamos el sello de la región.

Isaías Basilio el alegre, el parlanchín, el buen padre, a pesar de que tuvo ocho hijos, en ningún momento descuidó la posibilidad de superarse académicamente; hasta el quinto año de primaria lo cursó en la escuela Ignacio Manuel Altamirano de Tixtla; el sexto lo hizo en el internado de Ciudad Altamirano; la secundaria, en la ciudad de México cuando ya tenía cinco hijos y posteriormente se va de bracero a Estados Unidos en cinco ocasiones.

En 1958 su paisano Federico Encarnación le dice: “te vamos a dar una plaza de maestro. Veo que la vas a hacer”. Y la hizo, porque se desempeñó como tal durante 26 años, hasta que se jubiló por la edad. A la par que era mentor, estudiaba normal básica en el Instituto de Capacitación del Magisterio.

Sus grabaciones

Son tres las grabaciones discográficas que el grupo Los Azohuaztles ha realizado en sus 60 años de existencia como tal. La más significativa es la producción que se llama Fandango en Tixtla, Guerrero, Sones de tarima. Los sones que mas destacan en él y que son admirados en la cultura musical del mundo son: La iguana, La petenera, El arrancazacate, La calandria y El zopilote.

–¿Cómo surge esta grabación?

–Nos invitaron a un cumpleaños de la señora María Esther Zuno de Echeverría. Nos quedamos tocando allá en su casa 15 días. Le enseñábamos a bailar a unos niñitos. Un día, llega la señora y nos dice: aquí les entrego éstas cintas señores. Su música es muy hermosa. Se las entrego para que se ayuden. Ella pagó la producción.

Por esos años gobernaba en Guerrero un “negrito” (Israel Nogueda Otero). “Al estar tocando y bailando nosotros, su mujer le decía: mira, a Doña Esther le gusta mucho que bailen, vamos ensayando viejo. El contestaba: ¡No te preocupes vieja. Yo con cuatro mezcales te bailo lo que quieras!”

Su segundo disco está integrado a una producción que se llama Anthology of mexican sones; y el tercer trabajo discográfico se llama Los Azohuaztles, sones de tarima. Tixtla, Guerrero, y lo produjo el Instituto de Arte y Cultura de Chilpancingo, A.C.

Y continúa la charla en el patio de la casona de don Isaías, como le dicen afectuosamente sus amigos; los cantos de los gallos son incesantes. Me invita a conocer las jaulas de los gallos de pelea que se encuentran alrededor de la casa; son 80 aves listas para “pelear” en cualquier momento; más otras cien gallinas empollando. Gallinas con aves pequeñas y pollos jóvenes.

–¿Don Isaías. Los gallos son por vicio o por gusto?

Responde al instante sin dudarlo:

–Es por gusto. Lo tengo por herencia de mi padre. Yo no vivo de los gallos. Se gasta bastante dinero manteniéndolos, poniéndoles vacunas preventivas y entrenándolos para las peleas. Es mi gusto y hay que darle gusto al gusto.

Ya era un poco tarde. Don Isaías Basilio, con más de 40 años tapiando para el grupo musical Los Azohuaztles, se disculpa, tiene que salir en busca de su hijo Oscar, que es un joven maduro con la enfermedad de Down.

Vistiendo un modesto pantalón azul con un pañuelo salido, una camisa del mismo color y unos huaraches de correa cruzada, se trepa a su bicicleta y se va a recorrer las calles de Tixtla en busca de su Oscarín. ¡Que envidia!

 

Ser fandanguero es mi orgullo

y lo soy de corazón

a las muchachas arrullo

cantándoles mi canción.

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