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Erika Poblano

La historia y el poder

Cuando, desde una perspectiva crítica de la historia, observamos el contenido de los libros de texto de nivel básico y nivel medio, podemos encontrar serias deficiencias, cuya polémica no había trascendido más allá del círculo de pedagogos, historiadores y funcionarios de la Secretaría de Educación Pública, que lejos de replantear profundizar la enseñanza de las sociedades prehispánicas en el nivel secundaria, pretende suprimirla, bajo el argumento de no hacer repetitivos los contenidos, quedando implícito que la enseñanza en nivel primaria, para este periodo de la historia de México, es suficiente.

Pese a que los programas de estudio del nivel secundaria han sido revisados y cambiados, en lo que toca a la historia mesoamericana, aún teniendo al alcance los resultados de investigaciones muy recientes y serias al respecto, en las aulas abordar el periodo prehispánico sigue siendo para profesores y alumnos, tediosas sesiones recitales sobre periodizaciones cuyas fechas parecen ser lo más importante. El Posclásico y la caída de México-Tenochtitlán han servido en buena medida para rasgarse las vestiduras de aquél pasado maravilloso que no pudo ser; la batalla entre el bueno y el malo, entre lo blanco y lo negro. Es decir, ha servido de alimento al sentimiento nacionalista que en el discurso retórico nos otorga el signo identitario de mexicanos, esta es la razón de ser de la distorsión sistemática de la historia con fines irracionales; no enseñan historia para que la sociedad entienda la actualidad y entorno social, se percibe como ideología que tiende a presentar trozos “representativos” del proceso histórico.

Nuestras conclusiones al respecto podrán fundamentarse en el análisis discursivo, no sólo del contenido de los libros de texto, sino de los discursos que pronuncia el presidente de la República cuando se refiere a algún acontecimiento histórico.

Lejos de fomentar la indagación en el campo de la historia, se considera que ya todo está dicho y no hay nada nuevo por saber. El desinterés institucional por las culturas prehispánicas, y de las ciencias humanas en general, se apega a la relación actual del Estado mexicano con los pueblos indígenas, estos últimos, referencia obligada para abordar cualquier aspecto del mundo prehispánico. Esta consideración no ha sido retomada en la escueta exposición historiográfica oficialista, que busca justificar el agravio a que es conducido un pueblo a través de aquél soñado cambio que resultó ser el continuismo del sistema que empaña la realidad histórica con justificaciones tramposas.

Los desatinos en el rubro de la enseñanza en el área de humanidades en México son cuestiones que se agudizan en el sexenio foxista, al no contar con una estructura educativa que fomente la enseñanza de las lenguas indígenas a nivel de primaria y secundaria, y ¿qué hay de las sociedades indígenas actuales en los planes de estudio y en los libros de texto?, insistimos, referencia obligada para la explicación y comprensión del México prehispánico, cuyo conocimiento juzgan suficiente en el nivel primaria las autoridades de la Secretaría de Educación Pública.

Quienes dedican su tiempo a la búsqueda de estrategias para la didáctica de la historia, coinciden en enriquecer los contenidos bibliográficos, de acuerdo al nivel escolar, evitando la reiteración de conocimientos y la reafirmación de los mismos, que los alumnos interactúen con inspecciones extraescolares como visitas a museos, bibliotecas o exposiciones.

Las actuales reformas educativas son un ejercicio que obliga a pensar qué estamos haciendo los historiadores frente al poder, de cara a una nación como la mexicana que es diversa y plural, con una historiografía que busca homogeneizar conciencias y percibir los procesos de cambio social como producto de la esfera en el poder. Estamos obligados a fundamentar la importancia de mantener, trasmitir e incorporar conocimientos recientes sobre el México prehispánico en todos los niveles educativos. De lo contrario, seremos ciudadanos desconocedores de un parte fundamental, necesaria para comprender la diversidad cultural actual que reclama plasmar su existencia, reconocimiento y respeto en la Constitución Mexicana.

* La autora es originaria de Malinantepec, Guerrero. Licenciada en Historia, egresada de la Universidad Autónoma de Guerrero. Actualmente es becaria del posgrado en Estudios Mesoamericanos, en la UNAM. Su trabajo de investigación se enfoca a la intersección de elementos prehispánicos de estructuración social en las actuales sociedades indígenas y rurales de La Montaña de Guerrero.

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