Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Pineda Ochoa

La partera de la historia

(Octava y penúltima parte)

IX
La bola crece

Francisco I. Madero pertenecía a una de las familias más acomodadas del México. No obstante, este hecho no impidió que el acaudalado personaje formara parte de las filas opositoras al régimen del dictador Porfirio Díaz. Tampoco fue un obstáculo que le impidiera conocer los problemas económico-sociales del país, como lo demuestra su libro La Sucesión Presidencial de 1910. Sin embargo, su formación ideológica lo llevaba a buscar enmiendas únicamente en el ámbito político, diluyendo con ello enfrentar los problemas sociales y económicos. En el periodo previo a las elecciones presidenciales de junio de 1910, Madero y sus simpatizantes organizaron los clubes anti reeleccionistas para apoyar su candidatura. No fue suficiente. El viejo dictador se reivindicó triunfador y don Francisco paró en la cárcel de la capital de San Luis Potosí; logró su libertad condicional y huyó a Estados Unidos.
El 5 de octubre de 1910 apareció el Plan de San Luis, que incluye tres aspectos centrales: desconoce los resultados del proceso electoral, desconoce al gobierno de Díaz y declara a Madero presidente provisional de los Estados Unidos Mexicanos y confirma el principio de la no reelección; incluye contenidos torales relacionados con asuntos de carácter agrario e invita a las armas “el domingo 20 de noviembre de1910, de las seis de la tarde en adelante”. El llamado decía además que “todos los ciudadanos en todas las poblaciones de la república deberían levantarse en armas bajo el plan maderista”69.
Las primeras cuadrillas armadas salieron de Chihuahua. En Puebla dos días antes del día señalado, los esbirros porfiristas habían tomado por asalto la residencia de la familia Serdán, acción en la que murieron los hermanos Aquiles y Máximo; Carmen, herida, fue trasladada a prisión y aparecen los remplazos: Pascual Orozco, Francisco Villa, que pronto, con muchos otros, serán protagonistas de la guerra civil que durará una década; el levantamiento armado va extendiéndose a varios puntos del mapa nacional; en el estado de Morelos en marzo de 1911, Emiliano Zapata junto con varios dirigentes campesinos locales, asaltaron algunas haciendas para hacerse de armas e iniciaron el combate por la tierra; los guerrerenses Jesús H. Salgado, Adrián Castrejón y los hermanos Figueroa entre otros, por cuenta propia, se adhieren al movimiento y arrecian la lucha armada en el sur.
Seis meses bastaron .para que el ejército federal bajara armas. La toma del antiguo Paso del Norte por parte del bando rebelde selló la suerte del dictador. Lo apresurado de los arreglos de Ciudad Juárez entre Díaz y Madero, tuvo una razón: la fuerza que iba adquiriendo la lucha campesina. Adolfo Gilly puntualiza que ésta podía “pasar por encima de todos ellos”70. Los acuerdos fueron firmados por las dos partes el 11 de mayo de 1911; el viejo dictador se comprometía a renunciar y nombrar como presidente interino a Francisco León de la Barra, quien convocaría a elecciones generales en un tiempo perentorio. Pero el punto nodal del tratado residía en poner fin a las hostilidades entre los contendientes y el licenciamiento de las tropas revolucionarias y la entrega de las armas al ejército federal. ¡Entregar los rifles y el parque al enemigo que habían sometido!
El viejo dictador, cansado, renuncia a la Presidencia el 25 de mayo de 1911 y aborda con su familia el barco Ypiranga en Veracruz rumbo a Francia.
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Las pláticas entre Madero y Zapata fracasaron. Lo mismo sucedió con la persecución feroz de que fue objeto el Ejército Libertador del Sur, encabezado por Emiliano. Don Francisco quería convencer a Zapata para que entregara las armas de acuerdo con lo trazado en Ciudad Juárez, pero el morelense se negaba a hacerlo si antes no se repartía la tierra a sus antiguos dueños: las comunas campesinas. No hubo arreglo. El presidente interino envió a Morelos a los generales del ejército federal, Juvencio Robles primero, luego a Victoriano Huerta y empezaron los incendios, los campos arrasados, las matanza de campesinos fueran o no integrantes del ejército zapatista bastantes años antes de que los yanquis devastaran con las mismas tácticas de guerra, el territorio vietnamita. Esta disposición siguió aplicándose ya siendo Madero presidente de la República. Los zapatistas respondieron militarmente a través de la guerra de guerrillas actuando por momentos como campesinos y en otros como guerrilleros e ideológicamente con la publicación del Plan de Ayala. El movimiento agrario cobró fuerza extendiéndose a los estados de Guerrero y Puebla. El Ejército Libertador del Sur y sus aliados se convirtieron en una amenaza latente para la capital del país.
En Chihuahua el 3 de marzo de 1912 el general Pascual Orozco (1882-1915) inconforme con la postura del máximo dirigente, hizo un llamado para levantarse en armas en contra del futuro mártir de la revolución. Madero mandó primero al general González Salas, ministro de Guerra a combatir a los rebeldes pero fracasó rotundamente. Ante tal contratiempo ordenó al general Victoriano Huerta liquidar la revuelta. El levantamiento fue derrotado con el apoyo de Villa. Orozco tuvo que evadirse hacia Estados Unidos. La diferencia entre el rompimiento de los generales revolucionarios Zapata y Orozco con Madero quedó evidenciada cuando el segundo –ya de regreso de Estados Unidos– participó en los sucesos conocidos como La Decena Trágica. Posteriormente, el 27 de febrero de 1913 Orozco unió sus fuerzas con Victoriano Huerta. No fue todo. La divergencia también estuvo sellada con sangre; Pascual envió a su padre para que invitara a Emiliano a sumarse al dúo de confabulados (al parecer a sugerencia del general golpista). La respuesta del caudillo suriano fue tajante: fusiló al señor Orozco aduciendo que los aglutinados al Plan de Ayala no pactaban con traidores71.
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El acercamiento de Doroteo Arango al movimiento revolucionario se debió a su relación con el gobernador de Chihuahua Abraham González. El respeto que Villa tenía por don Abraham sirvió de conducto para que el hosco personaje se incorporara a las filas maderistas. El mandatario chihuahuense era el representante de Madero en el estado. Si la página de vida de Pancho Villa es diferente a la de Zapata, también lo es, un tanto, la composición de sus ejércitos. La División del Norte está integrada por rancheros pobres, peones, vaqueros, aparceros… Estos milicianos armados, en plena comunión con su jefe que era uno de los suyos, se convirtieron en una máquina de guerra que hizo pedazos a las tropas del asesino y usurpador Victoriano Huerta. El antiguo forajido resultó poseer un verdadero temple militar que se acrecentó con la presencia, a su lado del general Felipe Ángeles, que venía del ejército federal y se sumó a la causa revolucionaria. Francisco Villa nunca dejó de creer en don Pancho Madero, le fue fiel hasta el final. “Si todos los ricos de México fueran así, no habría revolución”, comentan que opinó Doroteo cuando conoció al apóstol de la revolución.
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El golpe de Estado y el asesinato del presidente y vicepresidente de México, Madero y José María Pino Suárez respectivamente, convirtió a Huerta en presidente de facto con el respaldo irrestricto de la embajada norteamericana. El embajador estadunidense Henry Lane Wilson participó directamente en el complot conocido con el nombre del “Pacto de la Embajada”. El pretoriano traidor estuvo 17 meses usurpando la silla presidencial. En este lapso disolvió el Congreso de la Unión, envió al exilio a Félix Díaz, uno de sus antiguos aliados nombrándolo embajador del Japón; militarizó a la capital del país y varios maderistas o simples ciudadanos fueron asesinados o torturados en distintas partes de la república. Quizás el martirio y asesinato más conocido es el del parlamentario chiapaneco Belisario Domínguez, que alzó la voz en la Cámara de Senadores, denunciando al militar asesino, cuando otros representantes populares guardaban silencio. Caló fuerte la mano dura del opresor, quien borracho de alcohol y de poder, impuso una férrea dictadura.
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Venustiano Carranza, antiguo porfirista y gobernador del estado de Coahuila, da a conocer El Plan de Guadalupe, titulado como Manifiesto a la Nación72 para derrocar por medio de las armas al dictador en turno. Este pliego de poco más de una cuartilla y media está firmado en la Hacienda de Guadalupe por un buen número de oficiales de diferentes grados, maderistas y futuros carrancistas. El inicio de las primeras batallas contra “los pelones” de Huerta y “los colorados” de Orozco unificó a todas las tendencias revolucionarias, pero una vez derrotado el opresor y sus adeptos se desencadenaron las contradicciones entre los distintos grupos insurrectos. Era la crónica de una ruptura previamente anunciada.
La División del Norte puso punto final a la dictadura con la toma de Zacatecas que destrozó al ejército federal huertista; los villistas salieron de Torreón que habían conquistado días antes. El 17 de junio iniciaron el ataque a las trincheras federales apostadas en La Bufa, El Grillo, Los Clérigos y otros puntos de la ciudad zacatecana el 23 de junio de 1914 y al día siguiente, luego de combatir 48 horas al compás de los cañonazos rebeldes y gobiernistas, llegado el ocaso, entre montones de muertos la resistencia de Los Pelones había cesado, los revolucionarios tenían controlada completamente la situación73. El 15 de julio renunció a la Presidencia el usurpador. Había caído el gobierno de Victoriano Huerta. La Revolución iba llegando a su clímax, teniendo a los ejércitos campesinos como los principales protagonistas, precisamente lo que había tratado de evitar Madero y ahora, aún más, Venustiano Carranza. El nuevo conflicto empezó siendo ideológico y terminó decidiéndose en el terreno militar.
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Las tropas de Pancho Villa se quedaron ancladas en el norte; de los tres cuerpos que componían al Ejército Constitucionalista, sólo avanzaron hacía la capital del país por mandato de Carranza la corporación del noroeste comandada por el general Pablo González y la del noreste cuyo comandante era el general Álvaro Obregón, ambos afines al primer jefe. Posesionarse de la ciudad de México era estratégico. Las negociaciones sobre la rendición del ejército federal que sería sustituido por el Constitucionalista y demás aspectos relacionados con el poder del Estado que negociarían con los representantes huertistas Francisco Carbajal –presidente interino nombrado por Huerta antes de huir al extranjero– y el secretario de la Defensa José Refugio Velasco, designado por Carbajal, no podían quedar en manos de los generales que no fueran de la entera confianza de don Venustiano. Por ello, el elegido para llevar a feliz término los arreglos fue Álvaro Obregón; a la par se requería contener y parlamentar con Emiliano Zapata dirigente del Ejército Libertador del Sur, instrumento fundamental en el derrocamiento del dictador Victoriano Huerta.
El intento de alinear al zapatismo a las columnas del constitucionalismo, terminó en una rotunda negativa de los surianos. Emiliano condicionó la unidad a que los constitucionalistas adoptaran como suyo el programa del Plan de Ayala, lo que significaba aceptar el reparto de las tierras, idea que estaba lejos de la ideología del primer jefe. Es sintomático que en las regiones donde gobernaban o dominaban los constitucionalistas se aplicaran medidas como la abolición de las deudas de los campesinos y peones agrícolas, la cancelación de las tiendas de raya, el aumento del salario mínimo, la aplicación de la jornada laboral de ocho horas, entre otras, pero nada de repartir tierras. En cambio, donde la División del Norte y el Ejército Libertador extendían sus dominios, el reparto agrario era el quehacer principal.
El fantasma de la experiencia con Madero estaba presente. Por otro lado, las diferencias y contradicciones entre Francisco Villa y Carranza se venían dando en el plano militar. No nos referimos al enfrentamiento bélico que surgirá después, sino que las estrategias, tácticas, logística, objetivos aplicadas en el transcurso de la guerra civil contra la dictadura de Huerta, tenían un fondo ideológico, clasista, que explotó en la Convención de Aguascalientes. Este evento fue instaurado el 1° de octubre de 1914 y las sesiones se llevaron a cabo en la Cámara de Diputados de la ciudad de México. En la sala de sesiones Carranza leyó un informe relativo a los acontecimientos más importantes del proceso revolucionario y hubo algunas voces que lo ratificaron como primer jefe de la Revolución y como presidente de la República de manera interina. A propuesta de los villistas, que reclamaban un lugar neutral, la Convención cambió su sede a la ciudad de Aguascalientes.
El Teatro Morelos de la ciudad hidrocálida fue el recinto escogido. La primera reunión para ponerse de acuerdo de quienes podrían ser considerados delegados se realizó el 6 de octubre. Ya en marcha el Congreso, en la primera asamblea efectuada el 14 del mismo mes designaron a los integrantes de la mesa, quedando como presidente de la misma, el antiguo magonista, Antonio I. Villareal; la proposición de que los zapatistas participaran en el Congreso la hizo el general Felipe Ángeles. La iniciativa fue aceptada y de inmediato, el 16, partió rumbo a Cuernavaca una comisión integrada por el propio general Ángeles, Lucio Blanco, Calixto Contreras y Rafael Buelna. Ya con la incorporación de los zapatistas la Convención, continúo su programa.
En el centro del debate estaba la Presidencia de la República. Carranza usufructuaba el título de Presidente Interino de México, además de primer jefe de la Revolución. Los villistas primero y pronto, también los delegados del Ejército Libertador del Sur, propusieron a la asamblea la renuncia de don Venustiano. El argumento se sustentaba en que el primer mandatario debería ser elegido por la Convención. En el desahogo de la querella surgió la propuesta de que tanto Villa como Carranza renunciaran a los nombramientos que ostentaban E incluso se retiraran a la vida privada. No tuvo mayor trascendencia dicha opinión. La Asamblea adoptó el Plan de Ayala poniendo con ello en el foco de la lucha nacional el problema agrario y nombró presidente de la República a Eulalio Gutiérrez. Doroteo Arango estuvo conforme con las resoluciones y por su parte Carranza desconoció los acuerdos y llamó a las armas para combatir a los convencionistas. Villistas y zapatistas unieron fuerzas y aceptaron el reto y Francisco Villa fue nombrado Jefe de Operaciones del ejército de la Convención de Aguascalientes.
La División del Norte y el Ejército Libertador del Sur recorrieron triunfantes las calles de la capital el 6 de diciembre de 191474. Mientras que los constitucionalistas huían rumbo a Veracruz, hostigados por las tropas campesinas. Iban derrotados pero no aniquilados. Craso error no haberlos “arrojado al mar”, como aconsejaba el general Felipe Ángeles. Las coyunturas de los combates son inmediatas, cualquier error o cualquier acierto define una batalla estratégica; ganar o perder es algo que se decide en un instante. Esto sucedía en el terreno militar, pero en lo ideológico faltaba un proyecto totalizador para gobernar el disímil y cambiante territorio nacional. Entonces, no haber aniquilado al adversario militarmente cuando lo tuvieron en la mira de los 30-30 y no tener un programa de gobierno alternativo, condenaba a los Ejércitos de la Convención de Aguascalientes a la derrota. Por algo se repite que la guerra es la extensión de la política por otros medios. Ambas tendencias revolucionarias abandonaron, la ciudad de México que sin tardanza volvieron a recuperar los constitucionalistas, tan pronto desalojaron a los zapatistas de Puebla. Las partidas militares que representaban los intereses de los explotados volvieron a replegarse a sus respectivas regiones. De la ocupación de la capital mexicana por las tropas villistas y zapatistas sólo quedó como recuerdo la foto de Francisco Villa sentado en la silla presidencial con Emiliano Zapata a su lado.
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Los cuatro enfrentamientos del Bajío los ganó Obregón. Derrotó y dispersó a la División del Norte. En la segunda batalla de Celaya, los otros dos encuentros fueron en las poblaciones de Trinidad y Aguascalientes, el embate villista duró dos días. Una y otra vez, la invencible caballería de Villa fue rechazada; el precio por intentar tomar las trincheras enemigas fue muy alto. La División del Norte perdió 3 mil hombres muertos en combate y 6 mil cayeron prisioneros74. En el sur los zapatistas aislados poco a poco fueron reducidos a pequeños grupos guerrilleros y el 10 de abril de 1919, Zapata cayó asesinado víctima de una celada en la hacienda de Chinameca. Dos años antes del artero asesinato, los constitucionalistas convocaron a la elaboración de una nueva Constitución que fue sancionada el 5 de febrero de 1917. Esta Carta Magna continúa rigiéndonos formalmente, con las modificaciones sufridas a conveniencia de los intereses de los diferentes gobiernos pos revolucionarios.
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Como corolario leamos el siguiente párrafo escrito por Adolfo Gilly, publicado el 20 de noviembre de 2010 en el periódico La Jornada:
“Así México conoció en un siglo, entre 1810 y 1910, dos revoluciones. Pero después de la primera, entre ambas se sucedieron incontables rebeliones indígenas, grandes y pequeñas, todas ellas por antiguas demandas negadas por el régimen republicano: tierra, justicia, derechos y libertades; todas llevando en su núcleo una antigua demanda inmaterial: el fin de la humillación, la dignidad de cada uno y de todos como esencia de la relación humana”.

* Investigador de tiempo completo adscrito a la Secretaría General de la UAG

NOTAS

69. Adolfo Gilly. La Revolución Interrumpida; Ediciones El Caballito, México, D. F., 1971. P. 43.

70. El mismo autor del texto ya citado, en la P. 46. dice “… Madero –cuyos representantes no habían interrumpido nunca las negociaciones con los representantes de Porfirio Díaz en busca de una transacción que les permitiera poner freno a la insurrección campesina- …”

71. Pascual Orozco, luego de derrotar a González Salas, dio a conocer el Plan de la Empacadora. Existe otro levantamiento en contra del gobierno de Madero encabezado por Emilio Salgado, como lo registra Heberto Castillo en su libro, Historia de la Revolución Mexicana, escrito en Lecumberri de 1969 a1971, Editorial Posadas, P. 148-154.

72. Ya siendo Carranza presidente de la República se le hicieron adiciones al Plan de Guadalupe; ver el texto de Arnaldo Córdova (Ibíd.) P. 447.

73. Para tener una mayor información sobre el tema, existe un pequeño folleto, de 32 páginas, escrito por el general Felipe Ángeles, titulado La toma de Zacatecas, cuadernos mexicanos No. 1 SEP/CONASUPO.

74. Poco antes “Francisco Villa llegó al Distrito Federal el 4 de diciembre de 1914 para entrevistarse en Xochimilco con Emiliano Zapata. Los caudillos convinieron que cada uno continuara sus acciones militares en la zona que habían venido operando y sólo en ciertas ocasiones unirían sus fuerzas. Villa se comprometió a procurar armamento y municiones a los zapatistas, y Zapata prometió apoyar los movimientos de la División del Norte”. (Ricardo Orosco, Francisco Villa; editorial Planeta, Divulgación Grandes Protagonistas de la Historia Mexicana/ Biografías. P.72 .

75. Ricardo Orozco… (Ibíd.); también hay que leer el folleto editado por la Comisión Nacional para las celebraciones del 175 aniversario de la Independencia Nacional y 75 Revolución Mexicana, titulado: Batalla de Celaya. Los que deseen profundizar al respecto, deben consultar el capítulo correspondiente del libro de Álvaro Obregón Titulado, Ocho mil kilómetros en campaña en dos tomos, CIEN DE MÉXICO.

Ilustraciones: Teta

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