Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jesús Mendoza Zaragoza

México no aguanta más

*Si la sociedad no se moviliza por un país verdaderamente democrático no va a suceder nada en los ámbitos de una clase política sin escrúpulos. México no aguanta más, ni a políticos corruptos ni a ciudadanos timoratos.

Dicen que los mexicanos somos muy aguantadores. Que somos agachones porque permitimos mil y un abusos del poder, trátese del poder que se trate. Dicen que no tenemos redención que valga, que estamos condenados a darle cuerda a la voracidad de quienes engañan o simulan, de quienes golpean o despojan hasta la dignidad. Eso nos han dicho y casi que nos lo creímos. Tantos muertos y desaparecidos, tantos desplazados y amenazados en los últimos años ya no se pueden contar. Y nuestros gobiernos no se cansan de traicionar y de entregar a pueblos enteros a manos de crueles cárteles. Ellos están seguros de que seguiremos aguantando lo que sea. Hasta la vida eterna.
Con la matanza y desaparición de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, México ya no aguantó más. Fue la gota que derramó el vaso de la indignación y de la rabia contenida por años o por décadas. No creímos que esto pasaría, aunque ya estaba anunciado por las condiciones de un Estado extraviado y una sociedad amedrentada. Es más, acostumbrados a que cada quien reacciona de manera aislada cuando lo toca alguna forma de violencia, nos tardamos mucho en reaccionar de manera organizada y contundente. Se han estado desatando muchas manos y se han estado abriendo muchas gargantas para gritar que ya basta.
Ya no es soportable un Estado insensible ante el dolor de un pueblo indefenso y adolorido. Porque ha sido el Estado el generador de tanta violencia y de tanto dolor. Ya no es tiempo para seguirle la corriente a una clase política que sólo piensa en sí misma y que no toma en serio su responsabilidad social. Los centenares de movilizaciones y expresiones que se han dado en el país han dejado un mensaje a las autoridades, desde el Presidente de la República hasta el último policía municipal: aún es tiempo de que reaccionen ante tanto dolor si quieren seguir en el gobierno; puede ser demasiado tarde si no lo hacen. México ya no aguanta más a una clase política que se ha colocado en el ámbito de los privilegios y no tiene intenciones de acercarse a los sectores más sufrientes. Y es que atender el sufrimiento no es políticamente rentable.
Para muchos desesperados, la tentación de la guerrilla está a la puerta y puede activarse de un momento a otro. El gobierno se ha encargado de abastecerla de pólvora para que haya un estallido social y una insurrección armada. En este sentido, Ayotzinapa puede representar la última llamada para que el Estado acepte la interpelación y reaccione a favor del pueblo al que se debe. Es desafortunada la sordera de gran parte de la clase política que ya está entretenida y aturdida, diría yo, en las campañas electorales. Es más, me parece que el próximo proceso electoral puede funcionar como un distractor formidable para ellos y, por otra parte, no ofrece salidas.
Yo creo en el voto, pero no creo que tengamos condiciones para que éste cuente de verdad. Votamos pero no elegimos a nuestros gobernantes. Algunos de ellos ya fueron elegidos por los narcotraficantes, como ha estado sucediendo. Por lo mismo, el proceso electoral está viciado y no emociona a la gente. Los personajes que se han estado promoviendo mediante la publicidad política gozan de un formidable rechazo de la gente porque representan a ese sistema político que ha generado tanto sufrimiento y no tiene visos de servir para poner condiciones de bienestar para el pueblo.
México ya no aguanta más a una sociedad amedrentada que vive atorada en el marasmo de la pasividad. Se requiere la responsabilización de todos los ciudadanos en los asuntos comunitarios y públicos. Al tiempo que se sale a las calles, hay que ir abriendo caminos para generar los cambios que se necesitan para salir de esta crisis mayor que se ha manifestado en el caso de Iguala y, más en particular, en la desaparición de los 43 normalistas. La crisis que sufre el país es colosal y tiene detrás tantos años de simulaciones y de abusos desde el poder, que ha tenido como efecto la desmovilización de los ciudadanos y la inercia social que ha vivido soportando todo.
Esta crisis no sólo afecta a Guerrero. Lo que pasa en Guerrero es una radiografía de lo que está pasando, de diversas formas en otras latitudes del país. Es una crisis nacional que manifiesta la grave descomposición social que se ha desarrollado a partir del secuestro de las instituciones del Estado por una clase política que no tiene escrúpulos.
La gran pregunta es ¿qué está pasando? Y otra pregunta viene después ¿qué hacer? ¿Los ciudadanos de a pie qué tendríamos que hacer para poner nuestra parte? Porque si no lo hacemos no va a suceder nada en los ámbitos políticos. Ellos saben cómo simular cambios que los sigan manteniendo en sus privilegios y saben cómo continuar la farsa, pues en eso ha quedado convertida la política. ¿Qué hacer? Además de los verbos gritar, marchar, manifestar y repudiar, hay que darle cuerda a verbos como cambiar, construir, fortalecer, colaborar, integrar, ayudar, proyectar, trabajar, etcétera. Hay que construir el México que queremos, verdaderamente democrático, incluyente, plural, equitativo y en paz.
México no aguanta más, ni a políticos corruptos ni a ciudadanos timoratos.

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