Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Víctor Cardona Galindo

PÁGINAS DE ATOYAC

*Ayotzinapa, una historia de lucha (Cuarta parte)

Desde 1937 los alumnos de Ayotzinapa venían exigiendo que el personal docente estuviera completo y con la preparación requerida, en aquel tiempo como ahora, carecían de camas suficientes y muchos alumnos dormían en el suelo frío. Eran presa de los zancudos y algunos padecían paludismo. La escuela carecía de herramientas y maquinaria para los talleres y las labores agrícolas. La cuota que recibían para la alimentación era de 50 centavos diarios por alumno. La institución padecía el acoso de supervisores que llegaban sin avisar y siempre buscaban minuciosamente las fallas.
Los estudiantes planteaban sus demandas a cualquier representante del gobierno que llegara a visitarlos. Al encontrar oídos sordos en 1940 se vino la primera huelga nacional de normales rurales. Dice Hipólito Cárdenas: “Al finalizar el año de mil novecientos cuarenta, existía agitación de los estudiantes campesinos del país –convocados por la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM)– preparando un movimiento de huelga contra la Secretaría de Educación Pública, reclamando la satisfacción de sus necesidades urgentes; las demandas planteadas eran de carácter económico, cultural, recreativo y de salubridad, pues las escuelas campesinas se caracterizaban por ser las instituciones más abandonadas”.
Ese año al llegar a la Presidencia de la República Manuel Ávila Camacho, como parte de su plan de gobierno, se dedicó a destruir todo lo logrado por el cardenismo. Su blanco inmediato fueron las misiones culturales y las escuelas regionales campesinas. A las normales, “había que destruirlas o convertirlas en centros docentes con programas limitados a la simple conformación de profesionales anodinos desligados del medio concreto y del pueblo y, en cambio, para distraer a los jóvenes inquietos, despertar en ellos el apetito turístico que les desliga de su región (…) Fue por esta razón que el señor ministro, decidió dividirlas en Escuelas Normales Rurales unisexuales y en Escuelas Prácticas de Agricultura de varones”.
Por lo anteriormente expuesto al iniciarse el año de 1941, llegó la orden que el ingeniero Hipólito Cárdenas Deloya debería entregar la dirección de la escuela. El precursor del comunismo en Guerrero salió de Ayotzinapa, una mañana de los primeros días de marzo, más la conciencia ya estaba sembrada y las fuerzas retrógradas del estado preparaban su asedio. Un grupo llamado Frente Revolucionario de Maestros centró su objetivo primero, en la desaparición de las escuelas regionales urdiendo toda clase de intrigas, como veremos más adelante.
Fue entonces cuando “la Escuela Regional Campesina de Ayotzinapa pasó a ser normal rural de varones; consecuentemente, el director debería ser un profesor; y para castigar a los muchachos que tanto habían luchado por los intereses generales de la juventud campesina, enviaron a (Carlos Pérez Guerrero) uno de los frentistas más deshonestos y execrable sicofante quien, llamándose zapatista, hacía causa común con los sinarquistas, almazanistas, dorados y pícaros de toda laya”.
Por otro lado Carlos Carranco Cardoso llegó al poder en 1941 después que la comisión permanente del Congreso de la Unión declaró desaparecidos los poderes en el estado de Guerrero y destronó al gobernador Alberto F. Berber. Carranco se propuso destruir a los comunistas del estado y para sus fines contó con el apoyo del Frente Revolucionario de Maestros, con ellos el anticomunismo cobró fuerzas en esta entidad suriana.
La llegada del profesor Carlos Pérez Guerrero a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos facilitó los planes del gobernador. Formaron un grupo de esquiroles, llamado Bloque de Jóvenes Revolucionarios que se infiltraron en la escuela y junto con el nuevo director comenzaron a predisponer a la gente de Tixtla contra los estudiantes de Ayotzinapa. Se valieron de diversas artimañas para acabar con el movimiento de los estudiantes que en esos tiempos tomaba auge, impugnaban la llegada de la nueva autoridad y se resistían a cambiar de modalidad.
Para establecer sus planes Pérez Guerrero viajaba diariamente a Chilpancingo y constantemente reunía en Tixtla a los sinarquistas en casa del jefe Ceballos Durán llevando las consignas de Carranco. El director de Educación Federal en Guerrero Leobardo Parra y Marquina, tenía acuerdos con la Sección de Maestros a quienes ya había entregado dinero para movilizarse en contra de la Normal. Entonces a Carlos Pérez Guerrero se le ocurrió la idea perversa de acusar a los estudiantes de Ayotzinapa de haber quemado nuestro lábaro patrio para en su asta izar la bandera rojinegra. Y se promovió un escándalo nacional nunca visto hasta entonces. Ese es el tema del libro de Hipólito Cárdenas Deloya, El caso de Ayotzinapa o la gran calumnia.
Incapaz de resolver el problema interno y de conciliar intereses con los estudiantes, el director Carlos Pérez Guerrero le fue subiendo de tono y los informes que enviaba a sus superiores eran cada vez más viles. Mientras los alumnos cada vez presionaban más para exigir la salida de su calumniador y la FECSM también se movilizaba preparando la huelga general de los estudiantes campesinos y logrando la solidaridad del SNTE y de los campesinos en torno a los alumnos de Ayotzinapa. Pérez Guerrero había hecho creer a las autoridades que el pueblo humilde odiaba a los normalistas, pero se dio contra la pared cuando la mayoría del pueblo se solidarizó con los tortugos.
“Los lectores confiados en las letras de molde de la prensa mercenaria, prostituta y venal, dedicada a combatir enconadamente a toda causa del pueblo, presentó en grandes titulares la bazofia secretada por el cerebro enajenado del que ocupaba la dirección de la escuela, cuyo texto acusaba a maestros y alumnos de haber ultrajado y quemado la bandera nacional. No tuvieron el menor respeto al público al afirmar que los estudiantes la habían pisoteado y quemado, izando en su lugar la roji-negra”, escribiría Cárdenas Deloya.
El gobierno de Ávila Camacho, en vista del escándalo provocado por los de Ayotzinapa y para calmar a la opinión pública procedió sin ninguna prueba que los incriminara en contra los alumnos y maestros de la institución. Reprimiéndolos sin consideración y llevando a los dirigentes a la cárcel.
El día 2 de mayo se presentó el gobernador Carranco a la escuela acompañado del procurador de Justicia del Estado, su secretario particular, el inspector de zona de Tixtla profesor Alberto González Valle, el presidente municipal de Tixtla y el coronel Badillo, con una sección de infantería del 37 batallón y otra más de Chilpancingo, la guarnición de Tixtla, la policía del estado uniformada, la policía judicial y un séquito de periodistas.
La tropa militar se colocó en lugares estratégicos y pusieron sitio a la escuela. “Daban órdenes altisonantes y ejecutaban maniobras, aplicando sus flamantes conocimientos militares. En poco tiempo, la escuela estuvo sitiada por el Ejército, con sus fusiles en posición de tiradores y bayonetas caladas, listos para la carga. El campo estaba dispuesto para atacar por todos los flancos y la retaguardia bien protegida; en el centro, como enemigo peligrosísimo, muchachas, muchachos y maestros, inermes que, contemplaba asombrados aquellas maniobras insólitas”.
Mientras el Ejército hacía sus maniobras, el gobernador interino con sus policías, sus esbirros, esperaban en la brecha que el sitio fuera seguro para entrar. Los alumnos no pudieron salir de la escuela y si lo intentaban se encontraban con las bayonetas de los soldados. “Traigo amplias facultades del señor Presidente de la República para resolver el conflicto interno”, dijo Carranco al entrar a las instalaciones y después mostró un mensaje donde decía que los alumnos y maestros ultrajaron la bandera. Pero después de hacer indagaciones se demostró que se trataba de un invento del director Pérez Guerrero. Sin embargo se empeñaron en mantener la calumnia.
Después de la visita del gobernador, el propio director de Educación Federal Leobardo Parra y Marquita y el director de la Normal Carlos Pérez Guerrero se echaron a cuestas la tarea de ir casa por casa invitando a los vecinos de Tixtla para realizar en la plaza una manifestación en contra la escuela de Ayotzinapa. Ya tenían el pretexto para cerrarla, únicamente faltaba el apoyo de la población que no tuvieron. Fue muy poca gente la que se juntó.
La campaña mediática era contundente, el hecho que en una escuela de provincia, llena de comunistas, se quemara la bandera nacional ocupaba las primeras planas de los periódicos del país. Un reportero de La Prensa, escribió: “Quisimos llegar a la escuela de Ayotzinapa, pero no nos fue posible, debido a que fuimos recibidos con palabras soeces antes de llegar; además, quisimos sacar fotografías de la bandera roji-negra que ondeaba en el pórtico de la escuela, pero tampoco pudimos por no poner en peligro nuestras vidas”.
El día 12 de mayo de 1941 estudiantes y maestros fueron detenidos y consignados. “Precipitó el hecho, porque los alumnos se habían declarado en huelga; entre cuyas justas peticiones figuraba la salida del director, en virtud de que no atendía la escuela, a la cual llegaba de visita ciertos días de la semana; porque había hecho la división del alumnado organizando un grupo de frentistas esquiroles; por inepto y porque era el autor de las calumnias que de manera sistemática se fraguaban en Tixtla por lo sinarquistas contra alumnos y alumnas”.
Después del simulado mitin de Tixtla, con periodistas y comparsas, Pérez Guerrero salió a Chilpancingo a entrevistarse con el gobernador y como resultado de esto, el coronel Badillo salió con un pelotón del 37 Batallón y llegó a la escuela a detener a nueve jóvenes de la sociedad de alumnos. Después de ser detenidos fueron llevados al cuartel de la partida militar en Tixtla donde los golpearon a culatazos, mientras el coronel se regresó a Ayotzinapa, arrancó un cuadro de Carlós Marx y encerró a los alumnos en el comedor donde los amenazó para obligarlos a firmar un acta donde se desistían de sus demandas, sin embargo nada logró y algunos estudiantes fueron aislados y retenidos en una camioneta militar.
Los alumnos contestaron, “ese director nos ha calumniado y quiere destruir la escuela que es la única donde pueden estudiar los hijos de los pobres que no tienen bienes para pagarnos los estudios (…) Estamos exigiendo a la Secretaría de Educación que cumpla con la ley y con sus compromisos con esta escuela porque nos tienen abandonados a pesar de tener presupuesto aprobado para atender nuestras necesidades”. El coronel los amenazó: “Ahí tengo una camioneta disponible para llevar a los rebeldes a tirarlos a otro lado donde no se vuelva a saber de ellos”, ni así se doblaron en sus demandas los estudiantes.
Los detenidos: Modesto Álvarez, Ezequiel Pérez, Efrén Hernández, Daniel Ramos, Rafael y Pablo Añorve, Luis G. López, Miguel Alonso y Estanislao Córdova, fueron acusados por los ultrajes a la bandera. Al caérseles el teatrito de que habían quemado el lábaro patrio quisieron justificar el ultraje con el hecho de que el alumno Modesto Álvarez tenía entre sus pertenencias una bandera que le había entregado el general Lázaro Cárdenas para la escuela y no se habían hecho los honores correspondientes para recibirla.
Los testigos comprados “aseguraron que alumnos y maestros, Sociedad de Alumnos, Comité de Huelga, Delegación Sindical, se reunían formando asambleas e integraban células comunistas; que la bandera nacional había sido guardada como cualquier objeto de uso particular entre los sucios hilachos de un alumno, omitiéndosele los honores e izando en su lugar la bandera roji-negra; que cuando el señor Gobernador visitó la escuela, no se le recibió como era debido y que incluso lo despidieron a silbidos”. Eso fue suficiente para decretarles la formal prisión, por delitos en contra de la autoridad, asociación delictuosa y ultrajes a la bandera.
Contra esos indefensos maestros y alumnos campesinos cayó todo el peso del poder. Fueron trasladados a la prisión de Acapulco donde estuvieron recluidos recibiendo en todo momento el apoyo de doña María de la O. Dentro del penal desarrollaron un labor alfabetizadora y únicamente salieron libres cuando cambiaron los vientos políticos ya siendo gobernador Gerardo R. Catalán Calvo.

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