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Conserva La Montaña su rica tradición de Día de Muertos que se remite a tiempos prehispánicos

*La celebración comienza en las últimas horas del 27 de octubre y las primeras del 28, comenta una indígena nahua de Tlaquilzinapa

Carmen González Benicio

Tlapa

En el Día de Muertos se realizaron diversas ofrendas para recibir a los fieles difuntos con el aroma del copal, el trueno de los cohetes, la luz de las velas y el colorido naranja del cempasúchil que señaló el camino a los hogares de las familias nahuas, na savi, me’phaa y mestizos.
La tradición inició en las últimas horas del 27 de octubre y las primeras del 28 en que “fuimos a encontrar a los difuntitos y traerlos a la iglesia y de ahí cada quien se va a su casa donde les pone ofrenda” contó una indígena nahua de Tlaquilzinapa.
La ofrenda son los primeros frutos que la cosecha de temporal dejó como la calabaza y el atole hecho de granos de maíz, es una ofrenda sencilla con velas y flores. Es la fecha que marca el inicio de la celebración y recordatorio de los difuntos que murieron en accidentes o fueron asesinados, pues es hasta el 31 de octubre en que se hacen los altares.
A mediodía del 31 de octubre se hicieron los altares poniendo una mesa especial para ello, donde formaron los arcos con otate, carrizo o caña según el gusto, la tradición o el costo porque pese a que se encuentran en los cerros o los ríos son muy demandados y algunos los cortan para vender de 5 hasta 10 pesos. La caña la cultiva especialmente para la fecha, pero es más usada en Copanatoyac.
Tras hacer los arcos los cubren con el cempasúchil, formando un arco color naranja de donde cuelgan los xatos que no son más que galletas hechas a base de maíz, pan de muerto pintado con pintura vegetal roja, naranjas, mandarinas que se compran con su rama para poder ser amarradas, la jícama, otro fruto de temporada, se colocan los santos y las fotografías. Este día es para los niños, por eso lo que se hace es poco.
El 1 de noviembre al medio día se retiran los niños y llegan los grande por lo que el altar se cambia con nuevas velas, esta vez más grandes, gruesa y por ende más caras entre 50 a 100 pesos, según la escojan.
El adorno del altar es similar, pero se agregan otros componentes como los cigarros si las personas fumaban; cerveza o mezcal si tomaba; refrescos, los panes son grandes , tanto los de sal como los de azúcar, los hechos de canela y así como transcurre el día se van agregando más alimentos como los tamales rojos de carne, de pipian; los nejos hechos con masa, ceniza y sal o los de frijol con mole.
Por la tarde noche, los atoles de arroz, avena, masa; el café o el chocolate para los familiares, y en algunos casos, los platillos preferidos de la persona.
El 2 de noviembre al medio día se despiden a los fieles difuntos y se inicia con el levantamiento de la ofrenda y su repartición con los vecinos o los familiares, así como llevar las flores al panteón y quemar las velas en medio del olor del copal.
La celebración del Día de Muertos para las familias que habitan en las colonias de la ciudad es un gasto oneroso, de acuerdo a la charla con algunas familias na savi el gasto es de 3 mil pesos hasta 10 mil, según el gusto y posibilidades de la familia.
El indígena na savi, Apolinar dijo que su altar este año estuvo sencillo porque su esposa estuvo hospitalizada por lo que se gastó sus ahorros ahí y ya sólo pudieron comprar las velas, el pan y algo de fruta “no se hicieron ni tamales porque mi esposa está enferma”, dijo y aun así se gastaron cerca de 3 mil pesos.
En la casa de la indígena na savi Ruperta, el altar se observó ostentoso, con cerca de 100 velas “puras de 50 pesos”, comentó orgullosa, y explicó que eso es porque cada hermano lleva a su papá y a su mamá y si ya tienen hijos éstos también llevan el presente. “En mi familia somos ocho así que trajimos 16 velas”, porque ella vive en Cuautla, Morelos, pero cada año asiste a la casa donde vivieron sus padres.
Ahí hay grande cantidades de pan, platos con tamales, con pozole, tortillas, totopos, refrescos, fruta, pero no se atrevió a dar una cifra de gastos porque cada integrante llevó cosas sin reparar en el costo, “son cosas que nacen hacer y porque así nos enseñaron”, dijo.
El bulto de las flores de cempasúchil estuvo entre los 100 y 150 pesos; el pan entre 5 a 40 pesos, según el tamaño y los ingredientes de los que estuviera hecho.
En la casa de doña Francisca colocaron dos altares, el suyo y el de su marido, por lo que cada uno puso sus velas, sus flores y la fruta y comida y en el transcurso del 2 y 3 de noviembre visitarán el cementerio para quemarlas y estar un rato con sus difuntos, que de igual forma fueron despedidos con rezos y cohetes al medio día de este 2 de noviembre.
También se colocaron ofrendas en la Unidad de Servicios Integrales (USI) del Programa de Jornaleros Agrícolas por los niños muertos en los campos; en el Ayuntamiento por los normalistas asesinados en los últimos años, en las escuelas a manera de concurso y en otras como protesta social.

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