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Porfirio Díaz en las grutas de Cacahuamilpa

 Ismael Catalán Alarcón  

En la historia de los pueblos y ciudades, hay personajes a los que rara vez se recuerdan, pero que en su tiempo fueron verdaderas instituciones. Muchos de ellos relataron o escribieron sobre sucesos que los impactaron, con lo que contribuyeron a dar permanencia a algunos momentos de la historia que, sin sus testimonios no hubieran sido preservados.

Tal es el caso de Don Teodoro Iturbide, quien viviera las últimas décadas de su productiva vida en la platera ciudad de Taxco. Eran los últimos años del siglo XIX, cuando Don Teodoro –que era miembro de una familia acaudalada en la ciudad de México– le dijo a su esposa: “ahorita vengo” y no volvió nunca más. Se dirigió a Taxco, donde decidió emprender una nueva vida. Era rico. En Taxco vivió modesta y alegremente. Se casó nuevamente y tuvo hijos; fue muy feliz hasta el 6 de abril de 1930, cuando falleció. Pero legó a Taxco y al estado de Guerrero un buen número de hermosos relatos.

Una de sus crónicas tiene que ver con la visita de Porfirio Díaz, el en ese entonces presidente de México, a las Grutas de Cacahuamilpa.

Este acontecimiento se conoció porque al hacer algunas reparaciones en la casa de Don Rafael Meléndez en la Calle de la Muerte, al momento de quitar un cielo raso del techo, cayó un viejo cuaderno en el que don Teodoro relata este episodio relevante para la historia de Guerrero.

Sí. Porfirio Díaz Mori, estuvo en el estado de Guerrero durante 20 días consecutivos, acompañado por todos los gobernadores de los estados de la república, el cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, la mayoría de los miembros de su gabinete, destacados miembros de la iniciativa privada y de su esposa, Doña Carmen Romero Rubio.

Y afuera de la cueva, unas cuatro mil personas pobres de la región que acudieron a vender sus cositas y a admirar el espectáculo nunca antes visto en ese lugar.

Una grandiosa expedición

“A las diez de la mañana del martes 8 de febrero de 1881, una salva de 21 cañonazos de artillería y las armoniosas notas del Himno Nacional, anunciaron el arribo del señor general Don Porfirio Díaz; la multitud se agrupaba en confuso desorden para presenciar su llegada. Las campanas del humilde pueblo de Cacahuamilpa (municipio de Pilcaya) echaban a vuelo su voz metálica y millares de cohetes atronaban el espacio…”.

Semanas antes, y para comodidad de los visitantes “se construyó un camino carretero de 22 kilómetros de Amacuzac (Morelos) a la gruta. Se construyeron 180 camarotes y un pabellón para que se hospedaran los visitantes”.

“Tanto en el pueblo como en los lomeríos que circundan a la caverna, se construyeron infinidad de barracas, enramadas y chozas cubiertas de palma y tejamanil… fueron habitadas por mas de 4 mil personas de todas las clases sociales. Abundaban ahí fondas, cafés, cantinas, carnicerías, vinaterías, tiendas de ropa, dulcerías y mercancías de toda especie”…

El texto agrega: “…el señor general Díaz descendió por la rampa que conduce al primer salón. Lo acompañaban los generales Gerónimo Treviño, Mariano Escobedo y Eusebio Naranjo; le seguían los embajadores y ministros representantes de las naciones extranjeras que formaban el cuerpo diplomático y otros muchos personajes”.

El dictador “Díaz permaneció en aquel recinto 20 días, en cuyo lapso de tiempo se verificaron cinco excursiones al interior de la gruta, lo mismo que a las cavernas aledañas”. Los visitantes a la cueva fueron más de 2 mil.

“El día 22 y en el Salón de los Tronos se dio un banquete de 200 cubiertos. Hubo discursos y poesía. Fueron dignas de reconocimiento las piezas discursivas de Guillermo Prieto y Justo Sierra. “El día 24, en el salón Los Hornos, tuvo lugar un concierto en el que tomó parte el Orfeón Alemán. El 26 se efectuó un espléndido baile que pasó de los límites de lo bello para ser sublime”. Era tal la belleza de la cueva que esta semejaba mas bien “un palacio encantado”.

Este baile fue maratónico, ya que “duró de las 7 de la noche hasta las 8 de la mañana del siguiente día. Se bailó intensamente y se ingirieron bebidas tan heterogéneas como champaña cogñac, cerveza, sidra y refrescos”.

“Aunque ya el señor general Díaz había ejecutado varias visitas al interior de la caverna; con motivo de la mucha aglomeración de la gente no había podido observar detenidamente los raros y sorprendentes fenómenos que se operan en la gruta, por lo que determinó efectuar una excursión con solamente unos cuantos acompañantes”.

En el interior y en viaje nocturno, el gran compositor musical oaxaqueño Juventino Rosas interpretó por primera vez su vals Carmen, dedicado a la señora Carmen Romero Rubio, esposa del gobernante. Una de las 12 niñas que había interpretado magistralmente el vals, se acercó a la señora Romero Rubio y le hizo entrega de una hermosa charola de plata en la que estaba grabada la música del vals ejecutado. La señora y su esposo agradecieron emocionados.

“Durante la estancia del señor Díaz en la Caverna de Cacahuamilpa, tuvieron lugar tres grandes cacerías en las montañas y bosques circunvecinos en los cuales se cazaron venados, jabalíes y otras piezas mayores. Por fin el día martes primero del mes de marzo del año de 1881, comenzó el desfile de aquel mundo bullicioso, desapareciendo como por encanto aquella provisional ciudad, y regresando a sus hogares todos los expedicionarios, bajo descripciones indescriptibles que jamás se repetirán en aquella comarca”.

 Fuente: Castrejón Diez, Jaime. El cronista (folleto). Ed. Nuspam. 1988.

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