Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Mi compadre Tadeo

 Que nos dejen un poquito de lo mucho que se llevan

 Los primeros pasos

La familia Arredondo Villanueva residía en el barrio de El Hueso cuando nació Tadeo, el sexto de siete hijos y quien será más tarde una gloria musical de Guerrero. El calendario marcaba el 30 de junio de 1936.

El padre, don Filiberto Fili Arredondo, administrador de la Oficina de Telégrafos de Acapulco hasta su                               jubilación. La madre, doña Aldegunda Gunda Villanueva, también sanmarqueña, mujer devota y muy emprendedora.

Don Fili había andado en la bola y llegará a ser el telegrafista personal del presidente de la República, el chihuahuense Roque González Garza. A él corresponderá enviar un mensaje dirigido al presidente saliente, general Eulalio Gutiérrez, cuyo texto rezaba: “Paisano y compadre a la vez (coma) doyle diez días para regresar los diez mil pesos que quizás por las prisas llevóse usted de la tesorería (punto). Saludos a la comadre (punto)”.

El inolvidable Chachalaco, como le llamaban sus amigos en alusión a un juego musical creado por él mismo, resultará imprescindible con su guitarra en los fandangos de la mejor sociedad acapulqueña. Sus hijos Belermino, asesinado por pandilleros cuando estudiaba arquitectura en la UNAM, Ezequiel, Rigoberto , Darbelio, Idolina, Tadeo y Ervey le heredarán el gusto por las artes, particularmente en los dominios del canto, el baile regional y la guitarra.

Soledades

Mi compadre Tadeo fue un compositor de soledades. La soledad fue su compañera inseparable a la hora de dar rienda suelta a la creación literaria y musical. Le venía desde chamaco. Cuando, una vez apagada la luz de su cuarto, prendía una vela para escribir y escribir hasta caer vencido por el sueño. El cuaderno cómplice de aquellas versos será guardado bajo llave, cual diario de juventud, ocultando las voces del alma como si se trataran de pecados capitales. Había en ello, por los demás, un temor comprensible a la burla conociéndola cruel y despiadada frente a sensibilidades diferentes.

No fue él de escribir versos en servilletas o cajetillas de cigarrillos, como los clásicos. La creación fue para Tadeo un acto solitario, íntimo. Tampoco buscó opiniones. Nunca un “ a ver qué te parece esto que hice anoche”, o un “cómo oyes este verso”. Acostumbró dar a conocer sus obras ya hechas, ya pulidas, frente a su familia o sus amigos. A mi ahijado Tito, su primogénito, le cantó en la cuna Lo que soñarás y más tarde a su hija Virginia, Vicky, un amoroso canto filial. Lo engarzará con dos temas ya muy maduros Desconfianza y Por no estar junto a ti, subrayadas en su cancionero mayor.

El creador de Atolito con el dedo no sabía leer música. Tocaba y componía de “oreja”, como se dice en la jerga del oficio. Tal deficiencia no pesará en él por tener muy buenos mentores: José Agustín Ramírez en un principio y después Macario Maco Luviano, su arreglista de cabecera. Este y aquél compartirán la frustración de no alcanzar el triunfo verdaderamente grande por sus temores al desarraigo. El propio Tadeo reprochaba a Maco desaprovechar oportunidades para tocar con los gigantes del jazz estadunidense, nomás por la nostalgia del terruño, el relleno de cuche y el manjar de Tecpan.

Por esa misma época, mi compadre se unió al esfuerzo cultural del Instituto Regional de Bellas Artes en Acapulco, dirigido por el pintor Luis Arenal, cuñado del muralista David A. Siqueiros, y su esposa la luchadora social Macrina Rabadán. Tadeo será, además de vocero                               musical del IRBA, maestro de danza regional y nunca, a decir verdad, logrará bailar La Sanmarqueña con el señorío y elegancia del Chachalaco.

También fue sostén del IRBA el ahora acapulqueño escultor Alberto Chesall. Él recordaba hace unos días la ocasión en que Tadeo lo visitó en su taller y le recomendó nunca convertirlo en un monote como los suyos. Hoy, por no haber juramento de por medio, el artista ofrece esculpir en bronce a nuestro compositor sin cobrar medio centavo por su trabajo.

Mi compadre vendió leche, fue chofer materialista, fue tendajonero, sinfonolero, restaurantero, gasolinero y periodista. Cuando codirigí el diario vespertino de Trópico (Trópico PM) lo provoqué para escribir una columna diaria sobre espectáculos y aceptó el reto con gran disciplina. Se firmó con el retruécano de Tecla Varela Vergara, aunque el segundo apellido se omitió por aquello de la moral.

Precocidad

Fue el autor de Sarta de mentiras un compositor precoz. Qué digo precoz, precocísimo. Cursaba el tercer año en la escuela Ignacio M. Altamirano cuando sorprende a todos por igual –papás, maestros, hermanos y amigos– con su opera prima titulada Divina noche. A partir de entonces y hasta su muerte tendrá como obligación casi monacal la de correr el lápiz saliera lo que saliera. Y si bueno, mejor.

Ya en cuarto año se armará un conjunto de tres voces y una guitarra. Tadeo, su hermano Ervey y el escribano. Los Costeñitos –guayabera blanca, paliacate rojo anudado al cuello y sombrero de palma–, serán, a partir de su presentación en un festival del Día de las Madres, el ajonjolí de todos los eventos artísticos escolares.

El repertorio de Los Costeñitos no fue ciertamente infantil. Las de cajón (y en eso quedaron pues nunca hubo gritos de ¡otra, otra!¡) eran la antedicha Divina ilusión; Amor, qué malo eres, de Luis Franquetti; Corazón de Consuelito Velázquez y como cierre triunfal una tour musical de Tadeo –“a Caletilla, al malecón; a Pie de la Cuesta y a Hornos, también”– que luego mi compadre incluirá como estribillo en su guaracha para el Carnaval de Acapulco 1968.

Un Día del Ejército, Los Costeñitos repitieron de 20 a 30 veces la frase “a Caletilla y al Malecón” sin poder terminar la pieza. Alguien gritará “¡se les                               rayó el disco!” y entonces el aplauso se apiadará de ellos.¡Uta!

Secundaria

Vino luego una secundaria federal. Tadeo y su guitarra eran el alma de las tertulias juveniles y de las serenatas románticas epilogadas casi siempre con tremendas corretizas por parte de cuñados o novios celosos. Para entonces mi compadre ya tenía en sus libretas secretas más de cien títulos. Algunos: Tu ausencia, Mi cielo, Mi tormento y Divinos ojos, inspirados todos ellos en amores primerizos cuanto fugaces. No será así el que despierte en él mi comadre Chevita Terán Radilla, a la que hará su compañera de vida cursando apenas el tercer año.

La joven pareja se instala en una casita con jardín al frente en la avenida Cuauhtémoc y el destino se encarga de reunir en ese pequeño universo a dos grandes cantores guerrerenses. A un lado del número 120 vive el maestro José Agustín Ramírez, quien dará a la joven promesa sus primeras nociones de música y, lo más importante, el consejo de maestro y amigo. Cuando muera el autor de Acapulqueña, Tadeo será el primero en ofrecerle una sentida ofrenda lírica titulada El trovador de Guerrero.

Precio

Cuando Tadeo cantaba su amargo lamento solía entreverarle nombres de poderosos como Alemán, Trouyet y Azcárraga, provocando gritos guerreros de auditorios compuestos casi siempre por “valientes hombres”

Alguna vez se le acercó un joven abogado de gran prosapia para hacerle una propuesta, presumiblemente en nombre de aquellos millonetas. Mi compadre, administrando a la sazón un restaurante llamado El Arca (Farallón, Comercial Mexicana), me invitó a escucharla imaginándose ya con acceso expedito al radio y a la televisión. ¡Madres!

Tomando Grand Manier luego de zamparse lo más caro de la carta, el malandrín aquel se abrió de capa. Su plan era chantajear a los magnates de la comunicación exigiéndoles “billete grande” para no incluir sus nombres en la grabación de la obra. Otra propuesta consistía en vender muy caros los derechos de la canción, así aquellos podían darse el gusto de destrozarla con sus propias manos.

–¡Eres pendejo o comiste mierda, hijo de tu pinche madre! –estalla un Tadeo rojo de ira arrojando                               la mesa sobre el aterrorizado loyer, quien debe haber volado pues cuando lo vimos corría como alma endiablada, bañado de salsa boloñesa.

–¡Vaya! –comentará luego el hijo de don Fili y doña Gunda. ¡Y estos hijos de puta son los prohombres de Acapulco!

Así era mi compadre Tadeo. Así lo recuerdo.

La mano y el pie

Mi compadre Tadeo no fue indiferente a la moda de la canción social o de protesta. Creó una titulada Pobre de mi patria chica llevada por primera vez al acetato por Amparo Ochoa, con el nombre de La mano y el pie.

Pobre de mi patria chica

ya la han explotado tanto

sus recursos naturales

se los están acabando

y ella no recibe nada

de los que le ha dado tanto

Tu ves compadre, tu ves,

les das la mano y se toman el pie

Que bonito era pasearse

por todititas las playas

en una linda mañana

o en un hermosa lunada,

hoy están llenas de hoteles

con letreros de privadas

Tu ves, compadre, tu ves…

Oye mi amigo extranjero,

sólo es cosa de conciencia,

que nos dejes un poquito

de lo mucho que te llevas

Tu ves, compadre, tu ves…

Oye amigo no creas eso,

ahí va mi contestación:

que una cosa es el progreso

y otra la explotación

Tu ves, compadre, tu ves…

Adiós Acapulco lindo,

tierra de valientes hombres,

donde algunos pa’vivir

tienen que prestar sus nombres

Tu ves, compadre, tu ves

les das la mano y se toman el pie

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