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Actos rápidos, discursos breves y movilizaciones de la base sin tortas

Una crónica de la visita de Madrazo a Acapulco

 El PRI y Astudillo buscan definir la estrategia para esta campaña por la gubernatura. Tienen tiempo. Hace seis años ni René Juárez ni Manuel Añorve –los protagonistas de la contienda– habían renunciado siquiera a sus puestos: secretario de Planeación uno y alcalde de Acapulco el otro. Esta vez llevan tres meses de adelanto al PRD y la campaña ya va sin disidencias internas.

Actos rápidos, discursos breves, movilizaciones de la base sin la torta ni el frutsi y un candidato entusiasta, que adolece de discurso. El ex diputado local, ex alcalde de Chilpancingo y senador de la República motiva, pero aún no deja propuestas para el debate. Quizá por rehuir la confrontación con los cuatro precandidatos del PRD, con el del PAN, con Convergencia, pero no va dejando material para la nota.

Sí esbozó, en el mitin de este sábado en el Centro Internacional Acapulco, ante unos 5 mil, una parte esencial de la estrategia para retener para el PRI el gobierno del estado: “Acapulco es nuestra prioridad electoral”. Lo mismo había advertido antes, en conferencia de prensa el presidente nacional del PRI Roberto Madrazo, cuando recordó que para el puerto se había designado a un delegado especial, el diputado federal poblano Víctor Hugo Islas, un político “de viejo cuño”, como se le conoce en su estado, madracista y con fama de duro.

En el despliegue de la táctica, el llamado de Astudillo a los jóvenes y a las mujeres para sumarse a su proyecto, a la sociedad civil, “que no acaba de convencerse que el PRI tiene la mejor propuesta”.

Al fondo del cuadro, los políticos del viejo cuño, la vieja guardia, la dinosauriada, aquella que ha saltado de puesto en puesto de gobierno, beneficiaria de media docena de regímenes priístas, sobrevivientes de purgas y pugnas internas, ni se inmuta cuando Roberto Madrazo limita la existencia de la pobreza a los cuatro años del gobierno del presidente Vicente Fox, ni cuando Astudillo afirma que quiere ser el candidato “de los que menos tienen”:

–¿Y esos pobres de dónde habrán salido, tú? –se podrían haber preguntado los dos viejitos de la guayabera, oteando alguna tormenta en el techo del salón Teotihuacan.

El cuadrazo

El PRI es cuadro casi inmutable. Alguna baja por causas naturales, uno que otro disidente que será recibido con bombo y platillo en algún partido opositor que usualmente era el PRD, y al que hoy le compite Convergencia, pero la imagen sigue siendo impecable. Acaso esa sea la unidad a la que se refirió Roberto Madrazo: “Nuestros adversarios estaban preocupados pensando que se pelearían los priístas, que se dividirían los priístas, pero aquí demostramos que por encima de los intereses personales (de los del presídium, se deduce), está la gente (los que aplauden enfrente, se razona)”.

Tras Astudillo, justamente, aplauden pausadamente desde segunda fila, el presidente de la Fundación Carlos. A Madrazo, Efraín Flores Maldonado, el notario y ex secretario de Gobierno figueroísta José Rubén Robles Catalán; el ex diputado federal Efraín Zúñiga Galeana, y la secretaria de Turismo, ex diputada y ex senadora, Guadalupe Gómez Maganda; al lado, los ex diputados Raúl González Villalva y Efrén Leyva Acevedo, y el hasta hace cuatro meses presidente estatal del partido, Héctor Apreza Patrón.

Enfrente, flanqueando a Astudillo, al presidente estatal priísta, Héctor Vicario Castrejón, y al coordinador de campaña, Manuel Añorve, están los ex gobernadores Israel Nogueda Otero y Angel Aguirre Rivero, quien es actual diputado federal. Por el ala derecha, inseparables, de guayabera blanca, el titular de la Promotora Turística, Virgilio Gómez Moharro, y el director de Fortalecimiento Municipal, Amín Zarur Ménez, de los indispensables del cuadro con canas. Al extremo, el procurador de Justicia estatal Jesús Ramírez Guerrero, y a su lado el notario Jorge Ochoa.

Por el flanco derecho de Astudillo un sector de políticos más jóvenes, pero que se inauguraron en el ciclo de derrotas del ex partidazo. Juntos, Miguel Mayrén, dirigente del sector popular (perdió una elección como diputado local y una interna por la alcaldía de Acapulco); Ernesto Rodríguez Escalona (perdió dos contiendas por la alcaldía), y Juan Salgado Tenorio (renunciado como alcalde por el desastroso manejo del paso del huracán Paulina, en octubre de 1997). A su lado, el coordinador de los diputados locales priístas, Juan José Castro Justo, también testigo como presidente del PRI de las derrotas en Acapulco, Iguala y Zihuatanejo, en 2002, y Margarita Nava, quien fue candidata a diputada federal por el distrito 09 en julio del año pasado, en donde ganó el PRD.

Ahí pega el discurso de Oscar Hernández, presidente del PRI municipal, quien al abrir el mitin recordó que “hace cinco años perdimos por primera vez en Acapulco”, y habló de trabajar por “recuperar la confianza de la sociedad acapulqueña”. Sostuvo que estos años de gobiernos no priístas han dado “inseguridad, basura, nepotismo, corrupción”, denuncias recibidas con aplausos por los de enfrente del presídium, entre quienes estaba la directora del INEA-Guerrero, Maricela Ruiz Massieu.

En esa zona se desplazaba Macaria Serrano, lideresa de La Jardín, paraguas en mano, conversando a grito abierto con la dirigencia en el presídium. Algo dijo, que estos sonrieron, Madrazo incluido. Cuando Oscar Hernández cedió la tribuna a Erika Lührs, la secretaria general del PRI estatal ofreció que en Guerrero “el triunfo del PRI va por cuenta de las mujeres”, y Macaria volvió a decir algo a los del presídium. Ahí la sonrisa nerviosa de Oscar, a quien hace diez días en pleno mitin ésta calificó de “ojete”.

Madrazo en su discurso habló de los millones de pobres que no ha podido atender el gobierno de Fox, que criticó el enfrentamiento entre el presidente y el jefe de gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, y adelantó que en Guerrero, “con el apoyo de la militancia de base como Macaria vamos a ganar”:

-¡Duro, duro! -se oyeron los gritos en el salón. Por el techo surcan confetis y serpentinas, regresa el estruendo de la música, distante se oye el chile frito, y cerca el grito de guerra de Macaria:

–¡A güevo!

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