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Tomás Tenorio Galindo

Zeferino: ¿de la Coparmex a la izquierda?

Uno. Por obra y gracia de la Providencia, Zeferino Torreblanca amaneció el sábado antepasado convertido en “un demócrata que aprende de todos y con capacidad de integrar un gobierno de izquierda democrático y moderno, incluyente, plural y de avanzada”, según quedó consignado en este diario. Ya sabíamos de las dotes camaleónicas del diputado federal, pero ignorábamos hasta dónde sería capaz de llevarlas. Ya no sólo es “más perredista que muchos”, como se proclamó el año pasado, ahora es nada menos que el portaestandarte de la izquierda guerrerense. Algo así como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez redivivos. Ya se sentirán reivindicados Othón Salazar, Eloy Cisneros, Félix Salgado y los cientos de luchadores sociales encarcelados por el viejo régimen priísta. Por fin apareció el mesías que guiará a la confundida izquierda que nunca ha sabido qué hacer en Guerrero.

Ese es el principal problema del contador Zeferino Torreblanca: pretender ser algo que no es, y que probablemente nunca será. Proclamarse perredista de corazón y ahora arrogarse una falsa identidad de izquierda son actos demasiado serios para dejarlos pasar. Por lo visto Zeferino ha decidido llevar su simulación hasta las últimas consecuencias, pasando por encima de la historia y faltándole al respeto a un ejército de luchadores sociales, vivos y muertos.

En esos actos simulatorios se pone de manifiesto la impostura del ex alcalde de Acapulco. Pero ésta también brota cuando él y sus partidarios retoman su alegato contra la elección abierta para elegir al candidato del PRD. En Zihuatanejo, Zeferino de plano dijo que el proceso electivo producirá una división en el perredismo y la derrota en los comicios de febrero, e insistió en la candidatura de unidad, obviamente con base en una encuesta. Es decir: sólo si él es candidato por dedazo disfrazado de encuesta no habrá división.

Porque para él, madurez y responsabilidad es que los demás precandidatos del PRD se inclinen y le cedan cómodamente la postulación. Y un insulto que lo sometan a la prueba de las urnas. Al precandidato “demócrata que aprende de todos y es moderno, incluyente y plural”, la sola posibilidad de someterse a un proceso electivo democrático le produce escozor. Por eso él y sus partidarios han desplegado una intensa campaña para desacreditar la elección interna, acusando de “facciosos” a aquellos perredistas que se atreven a recordar que el método previsto por los estatutos es el plebiscito, y que rechazan ceder la voluntad mayoritaria a una encuesta. De la Coparmex a la izquierda, o hasta la victoria siempre… ¿rebasando por la derecha?

Dos. Una mezcla de ideas, audacia política y liderazgo es la fórmula para sacar a Guerrero de las precarias condiciones en que se encuentra. Esto lo sabemos todos, aunque a la fecha ningún político haya podido reunir y poner en práctica esos elementos. El momento en el que más cerca han estado de reunirse estas tres características se presentó durante el gobierno de José Francisco Ruiz Massieu, pero esa oportunidad se desperdició bajo la frivolidad del extinto ex gobernador priista, que no tuvo capacidad para traducir sus ideas en auténtica obra de renovación política. Dedicado solamente a retener el poder, el PRI es hoy un cuerpo inercial incapaz de ofrecer opciones de gobierno, o de siquiera comprender el empuje de la alternancia política que se ha implantado en Guerrero.

La coyuntura actual plantea nuevamente la posibilidad de generar un cambio fundamental para el futuro de Guerrero, mediante la derrota electoral del PRI. Dar viabilidad y dirección a esta coyuntura es responsabilidad de la oposición política. No solamente del Partido de la Revolución Democrática, aun cuando sea éste el que más capital electoral haya acumulado en los diez años recientes.

En el juego de la alternancia juegan todos los partidos. El PT, el PRS y Convergencia han entendido la importancia de su papel y por eso negocian con el PRD. El PAN, pese a mantener diferencias profundas con el PRD en el plano nacional, podría encontrar que aceptar en Guerrero una alianza con el resto de la oposición puede ser de gran utilidad para la transformación del estado. Y si esa no es una coincidencia digna de ser impulsada, ¿cuál sí? La fragmentación del voto entre tres o más partidos opera en contra de la alternancia; es más fácil convencer a la ciudadanía electoral si el voto lo pide una alianza de partidos, que si lo piden varios partidos por su cuenta.

Pero lo anterior será verdad sólo si en el PRD recuperan la sensatez y sus precandidatos escenifican un ejercicio de credibilidad hacia el exterior del partido. De nada van a servir los foros que realiza el PRD para integrar su plataforma de gobierno, si no se establece un acuerdo previo entre los precandidatos para recoger las propuestas que ahí se adopten. De nada va a servir el trabajo de reflexión colectiva si el candidato resultante se considera por encima de cualquier opinión que no sea la suya.

Es del todo inútil, y frustrante, que en el PRD se siga discutiendo sobre el método para elegir al candidato, cuando la tarea fundamental una vez que existe un acuerdo institucional, es mantener la unidad en torno a la elección interna del candidato. Si alguno de los precandidatos no comprende que esto es fundamental, será porque tampoco ha comprendido cuál es el primer paso para darle viabilidad a la alternancia. Esta, la alternancia, no pertenece a ninguno de los precandidatos, por más “posicionado” que se crea en las encuestas.

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