Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Cuauhtémoc Sandoval Ramírez

Guerrero negro

Al mencionar Guerrero negro no me refiero a la extraordinaria película que vimos hace muchos años con el actor David Reynoso, sino a la tesis de diversos especialistas de que “no existe una historia social y cultural de la población negra en Guerrero” que constituyó la mayoría de los habitantes de la Costa Chica y de Acapulco en el periodo colonial, según lo comentaron Maria Elisa Velázquez, Ethel Correa, Alejandra Cárdenas y el doctor Edgar Pavía en la Mesa Redonda sobre Guerrero, que hoy finalizará en Taxco y que reunió a más de 150 antropólogos e historiadores que estudian Guerrero.

Al inaugurar el encuentro que duró tres días, presidido por Blanca Jiménez, directora del INAH-Guerrero, la Coordinadora Nacional de Antropología, Gloria Artís Mercadet subrayaba que “la riqueza cultural de Guerrero es enorme, tan enorme como poco conocida, y sin embargo, contrasta con las carencias que en todos sentidos se observan pueblo tras pueblo, comunidad tras comunidad en este estado”.

Esta Mesa Redonda tuvo su antecedente en septiembre de 2001, cuando también en la alarconiana ciudad de Taxco se reunieron cerca de cien especialistas. La última había sido en 1949, 52 años atrás, cuando el Congreso Nacional de Historia dedicó sus sesiones a nuestro estado. Ahora funciona regularmente, al cual he tenido oportunidad de asistir, el Grupo Multidisciplinario de Estudios sobre Guerrero que se reúne una vez por mes y que le da continuidad a este gran esfuerzo académico. En la sesión inaugural fue notoria la ausencia del gobernador y del rector de la UAG. (Lo señalo porque no corresponde al gran esfuerzo de los organizadores).

Los especialistas hicieron una crítica bien documentada a las tesis indigenistas que prevalecieron durante un buen tiempo en la ideología oficialista, que si bien reconocía el papel de los pueblos indios en la historia de México y los glorificaba en los libros de texto (con los nuevos ya ni eso) y los murales, a la vez se proponía “integrar”, léase desaparecer a estas comunidades, castellanizarlas, integrarlas como mano de obra barata, en esa concepción paternalista de “protección”, que prevaleció en el discurso de los ideólogos del Estado Mexicano benefactor.

En esta tesis, los indios ocupaban un lugar decorativo, para ensalzarlos como parte de nuestra nacionalidad pero escondiendo su real ubicación en la estructura de clases sociales de la sociedad mexicana. En esta concepción, los negros francamente no existían, lo que explica en parte la ausencia de estudios sobre los mulatos, negros y asiáticos en el periodo colonial, que fueron la mayoría de la población.

Existen estudios sobre las relaciones comerciales entre la Nueva España y las Filipinas, así como las ferias anuales que se celebraban en Acapulco a la llegada de los galeones que hacían el comercio transpacífico, cuyo excelente relato lo leímos ayer en el artículo de Anituy Rebolledo en la contraportada de El Sur.

Sin embargo, no existen estudios sobre los esclavos que llegaban a nuestras costas, provenientes de Mozambique y de otras regiones de África, que después de un largo periplo por el Medio Oriente e India y el sudeste asiático, llegaban a Manila, donde eran embarcados a Acapulco (donde todavía existe un barrio Guinea), en una larga travesía de tres meses, lo cual explica el fenotipo de algunos sectores de la población guerrerense, sobre todo de las dos costas.

Un tema interesante fue la interrogante de porqué Acapulco no se convirtió como Manila en un gran puerto comercial y financiero, pese a su cercanía con el centro del país. En parte puede explicarse por la ausencia de vías de comunicación, de carreteras, la primera construida en los años 20 y la carísima Autopista del Sol en 1995, por lo que hoy la construcción de un tren rápido se constituye en una prioridad del nuevo gobierno democrático en Guerrero. Si Villa usó el ferrocarril como instrumento militar, nuestros insurgentes y zapatistas usaron a los arrieros en su lucha.

Por cierto, en una interesante ponencia de Patricia Pensado y de Araceli Leal del Instituto Mora, se habló del caso de El Ocotito y su “encapsulamiento” ya que la Autopista del Sol cerró el acceso directo, hecho que alteró la vida de esta comunidad, cuyos habitantes sostienen la necesidad de separarla del municipio de Chilpancingo.

Tratándose del noveno aniversario de la masacre de Aguas Blancas, se presentó una magnífica ponencia de Jaime Salazar Adame, exposición que forma parte de una monumental obra sobre la Historia de la violencia en Guerrero de 1910-2000, que pone el acento en las causas de la violencia así como critica la concepción que prevaleció en el Centro, de que Guerrero es violento por autonomasia y por lo tanto se justificaba el autoritarismo como forma de gobernar. Pregunté, por cierto, de la ausencia de Tere Estrada Castañón, quien tiene magníficos estudios sobre la violencia política.

Hubo interesantes ponencias sobre diversos tópicos de la región de La Montaña por Raúl Obregón y Maribel Nicasio, así como sobre los proyectos arqueológicos en el Centro y la Costa de Guerrero, del rescate de Teopantecuanitlán de la investigadora Guadalupe Martínez Donjuán. Hubo toda una sesión sobre los códices, en lo particular me interesa la explicación del Códice de Huamuxtitlán.

Tomás Bustamante, investigador de la UAG nos habló de la perspectiva ambiental de la historia de Guerrero, tema del cuál ya había tenido oportunidad de escucharlo en la presentación de su libro el año pasado en el Senado de la República en cuya edición tuvo que ver el senador Armando Chavarría. La región norte del Estado también fue objeto de estudio, aunque los miembros del grupo cultural La Forja que encabeza Maricela Quinto, nos decían de la importancia de estudiar Taxco como un fenómeno cultural que a ratos suele ser distinto, en el marco de un enfoque global sobre Guerrero.

Desde mi punto de vista, quedaron algunos temas en el tintero. Por ejemplo, siento que la región de la Tierra Caliente está insuficientemente estudiada. Otro tema que es nuevo en Guerrero es el de la migración, tanto interna, a Acapulco y Zihuatanejo, como al vecino Morelos, y la que se realiza a los campos agrícolas de Sinaloa y Sonora. Me anoté para la siguiente mesa redonda y participar con otros especialistas que están estudiando la migración guerrerense a Estados Unidos.

Se inauguró una interesante exposición de Máscaras promovida por el infatigable Samuel Villela (nos enteramos que se cerró un museo de máscaras en Acapulco, ¿por qué?) y una exposición fotográfica sobre Temalac, una comunidad del municipio de Atenango del Río, denominada “una comunidad trasnacional y multisituada”, de la doctora Lilián González de la UAEM que nos muestra la migración de sus habitantes, tanto de vendedores ambulantes a las costas jaliscienses como a Waukegan, cerca de Chicago, lo cual genera diversos impactos culturales y sociales en su comunidad.

Hubo interesantes ponencias sobre los corridos guerrerenses (El corrido mexicano no deriva del romance español, nos decía el calentano Celedonio Serrano Martínez), sobre las distintas danzas y en especial la noche del tecuani. También sobre género y salud, sobre magia, curanderos y hechiceros, en fin una gran cantidad de estudios cuya memoria la tendremos próximamente.

Por lo pronto nos llevamos los tres cds de la anterior mesa redonda y la grata oportunidad de ver a viejos y nuevos amigos, con muchos de los cuales participaremos en la elaboración del programa cultural, histórico y antropológico integral del primer gobierno perredista de Guerrero.

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