Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Gil Florente Castellanos

 Del maestro tradicional al virtual

 (Tercera y última parte)  

En mi nota anterior comenté que para aminorar la presencia del maestro en el grupo escolar, lo ha suplantado el monitor, suplido el becario, marginado el método y negado el autodidactismo. Dije también que estos embates los ha resistido el docente camuflándose de ingeniero conductual, facilitador, tutor o asesor.

Desafortunadamente no encontró el camuflaje apropiado para soportar la embestida del sistema audiovisual, donde fue sustituido por la máquina. Esto es una realidad. Por ello, a quienes siguen considerando imprescindible al maestro, les recuerdo que en la modalidad de estudio audiovisual ya no está; y sin embargo, el proceso de aprendizaje continúa, pues el vacío que dejó, lo llena el televisor, desde cuya pantalla el maestro virtual – su sustituto- dicta lecciones, abarcando los contenidos de distintas asignaturas e instruye a los usuarios a fin de que realicen correctamente las actividades de estudio programadas.

Este modelo se ha implementado, hasta ahora, en el nivel medio básico, a través de la telesecundaria. Institución fundada, principalmente, en las aldeas, para ofertar los servicios educativos a la reducida población escolar que por lejanía o falta de recursos económicos no asiste a la secundaria federal, técnica o particular.

Por cierto, en cuestiones de economía, la telesecundaria es accesible al bolsillo de los usuarios, a quienes no se les imponen cuotas especiales de inscripción, ni por su estancia. Al contrario, con fines de arraigo, el estado otorga una beca mensual a los que tienen menos. Para quienes ejercen el presupuesto educativo, también resulta barata. En el aspecto material, solo requiere tres aulas con el equipo técnico necesario y los anexos básicos: dirección y videoteca. En cuanto a los recursos humanos, se necesitan tres operadores del sistema, uno de los cuales es habilitado como director.

En la telesecundaria no hay docentes. Los catedráticos especializados en español, matemáticas, física, química, biología, historia, geografía, civismo e inglés, son sustituidos –repito- por el maestro virtual que explica los contenidos de las distintas asignaturas en programas diferidos que se trasmiten a determinada hora del día con cobertura nacional. Por tanto, al operador del sistema (maestro de telesecundaria), corresponde la logística escolar, el repaso de algunos puntos de la videoclase y la asignación de tareas estipuladas en la guía programática, cuando el sistema sufre algún desperfecto o cuando  se va la luz. En la telesecundaria ya no se pagan sueldos por el ejercicio de la docencia, por lo que su mantenimiento resulta económico. Precisamente por esta cualidad, pronto se extenderá el modelo audiovisual a otros niveles educativos. No está lejano el día en que los jóvenes aldeanos comiencen a prepararse en la telepreparatoria y después en la teleuniversidad. Tampoco es remota la fecha en que el telesistema educativo atienda a los usuarios de manera individualizada, incluso a la primaria, porque no se trata únicamente de quitar al docente del grupo, sino de desintegrar al colectivo escolar y acabar con el arquetipo de escuela amurallada, donde permanecen los estudiantes encerrados varias horas del día durante el semestre o el año escolar, para lograr la promoción al grado inmediato superior, cuando de manera individual el estudiante puede avanzar a su ritmo y promoverse antes o después, dependiendo de su compromiso personal con el sistema formativo. Esto es posible, más ahora que el aprendente puede acceder al internet en cualquier ciberespacio.

Ahora bien, si observamos el acontecer educativo nos daremos cuenta que el sistema escolarizado, los estilos de docencia comienzan a cambiar, sobre todo en las escuelas cuyas aulas se han equipado con computadoras y cuentan con el servicio de internet. En esos espacios escolares, el maestro especialista en alguna rama del saber y versado en computación, no solo se comunica con sus alumnos de manera directa, usa también el correo electrónico y los programas computarizados para complementar la clase y asignar tareas. La interacción personal comienza a sucumbir ante la interacción cibernética. Y la relación maestro – alumno, de suyo bilateral, se torna trilateral: maestro, computador, alumno.

Al paso que vamos, cuando la mayoría de escuelas tengan sus aulas computarizadas, el maestro ya no tendrá necesidad de presentarse ante los usuarios, podrá dar la clase desde su biblioteca personal, o desde su videoteca; y cuando cuente con los contenidos programáticos grabados los enviará gradualmente a sus ciberalumnos por internet y se concretará a aclarar dudas por la misma vía.

Cuando esto suceda, el maestro tradicional habrá desaparecido para dar paso al cibermaestro y a los cibernautas que navegarán con él en la búsqueda del conocimiento, avanzando sin demora y actualizándose constantemente para evitar el estancamiento académico.

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