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Federico Vite

Publicidad de segunda mano

Durante los recorridos por librerías de segunda mano, uno suele encontrarse con autores que por alguna razón se quedaron a unos pasos del parnaso literario; por lo menos eso presumen los editores en las cintillas de ciertos volúmenes que aún puede adquirir el lector, pero el discurso que respaldaba a ese autor abandonado, en muchos casos, es grandilocuente. No porque con el tiempo se haya gastado el talento de quien publicó, sino porque la intención de apantallar es francamente infantil, pedestre y hasta vulgar. Al ver, por ejemplo, Amphitryon, de Ignacio Padilla, la cintilla suena a broma. Dice: “Un libro absorbente, con una prosa hipnótica que el lector no podrá abandonar”. Para regocijo de muchas personas, ese texto aún circula en varias librerías. Padilla, quien ha hecho grande su fama de polígrafo al obtener varios premios fuera y dentro del país, da la impresión de publicar un libro al año, pero sin duda alguna ese documento, con el que obtuvo en el 2000 el premio Espasa-Calpe, no es de los textos más representativos de su obra que incluye teatro, ensayo, cuento y, por supuesto, novela.
La promoción que recibió Amphitryon estaba encaminada a dotar de esteticismo el discurso de ese thriller y así convertirlo en una referencia insoslayable para los lectores que suelen adquirir bestsellers culteranos. Ya sabemos a quién recurrir para disfrutar de la literatura de aeropuerto: Jorge Volpi.
La nobleza de los libros de segunda mano es que conviven autores vivos con muertos, obra viva con obra muerta. A contrapelo de Padilla, entre las pilas de otros libros llenos de polvo, aparece muy orondo el rostro de uno de los escritores míticos de México. ¿Recuerdan al niño terrible de Bucareli? Luis Spota forma parte de esa especie de narradores que inició una empresa titánica: mostrar los entretelones del poder.
A este hombre se le recuerda por Casi el paraíso, editado en 1956 y la serie intitulada La costumbre del poder, integrada por Retrato hablado, Palabras mayores, Sobre la marcha, El Primer día, El Rostro del sueño y La Víspera del trueno, libros publicados entre 1975 y 1980. Toda su obra es parte del catálogo de Grijalbo. Y Casi el Paraíso, lleva inscrito en su contraportada, una leyenda sensata, nada espectacular ni mucho menos preciosista como la de Padilla: “Casi el paraíso consagró a Luis Spota como novelista, porque en ella supo retratar una situación real y candente del momento histórico: una burguesía rica y rastacuera, del México que crecía y se modernizaba después de la Revolución, pero que no por eso terminaba con sus prácticas tradicionales: el robo, la traición, el asesinato”. Ese comentario fue firmado por Sara Sefchovich, también novelista e historiadora. Y es de los pocos apoyos que Spota recibió del círculo de intelectuales defeños. El resto de la publicidad, para esa novela, fue de boca en boca. Los libros de Spota preceden, en México, el fenómeno Harry Potter. Años después vendría Carlos Cuauhtémoc Sánchez a desbancarlo.
La región más transparente, de Carlos Fuentes, apareció en las librerías mexicanas dos años después de Casi el paraíso, fue editada por el Fondo de Cultura Económica. De inmediato, se habló de Fuentes como el innovador de la narrativa nacional. A Spota se le veía como un arribista, incluso se le acusó de haber sacado la historia de Casi el paraíso de La región más transparente. Normal, digamos, para quienes creen que la gente de a pie no tiene más historias que contar aparte del hambre, el miedo y la inseguridad.
Spota siempre fue muy renuente con los intelectuales. En 1982 presentó su libro Mitad oscura en el Palacio de Bellas Artes. La sala Manuel M. Ponce se llenó por completo. Ahí estaban las personas para las que escribía Spota. Sin embargo, no asistió ningún escritor, sólo reporteros,
lectores, fans y uno que otro resentido social que veía en Spota el mesías de la clase obrera.
Las librerías de viejo también ofrecen la posibilidad del chisme, pues los autores suelen regalar con fervor y aprecio sus libros, pero algunos ingratos e ingratas se deshacen de esos ejemplares con todo y la dedicatoria bien puesta ahí, en la segunda página. Aunque duela, he visto varios libros de mis contemporáneos guerrerenses en esos sitios, con dedicatoria y todo. Ni modo pues.
Uno de los libros de segunda mano más extraños que he encontrado es un diccionario de flamenco que guardaba una carta entre sus hojas. La misiva estaba escrita en alemán para un hombre llamado Federico. Mucho tiempo después descubrí, con ayuda de una amiga, que ese texto era una transcripción de La educación sentimental, de Gustave Flaubert, era la parte en la que el protagonistas aborda un barco soñando que será poeta. Pensaba que esa carta podría ser la publicidad para alguno de mis libros. Que tengas buen martes.

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