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Fraccionamiento Costa Azul,baluarte de la clase media de Acapulco

Guillermo Torres Madrid 

El territorio que ocupa el fraccionamiento Costa Azul formó parte, alguna vez, del Ejido de Icacos; por lo que habremos de referirnos a éste para conocer de sus orígenes.

Tal vez, el caso del Ejido de Icacos sea el que mejor ejemplifique los graves problemas que, aún en nuestros días, presenta la inseguridad en la tenencia de la tierra y la irregularidad en los usos del suelo de toda nuestra ciudad.

Según la historia, en 1691 el virrey Gaspar de Sandoval Cerda-Silva y Mendoza, conde de Gálvez, ordena al gobernador Miguel Gallo el traslado de una comunidad de indios de Sabana Grande, al paraje Los Icacos para que formaran una población, donde por espacio de 10 años quedaron libres de pagar tributos, con la condición de que construyeran sus casas. Este lugar se localizaba en el extremo oriental de la Bahía de Santa Lucía, pero a la vista de la guarnición del Fuerte de San Diego.

En el año de 1832, el gobierno del presidente Porfirio Díaz inicia los estudios para ubicar una zona de resguardo naval en Acapulco, resultando la mejor opción la playa de Icacos. Hacia finales del siglo XIX y principios del XX se suscitaron algunos conflictos entre particulares y el propio Ayuntamiento de Acapulco: todos se decían dueños de los terrenos de Icacos, sin que ninguno lo pudiera acreditar.

En 1932, los vecinos del poblado de Icacos solicitan, del gobernador Alberto F. Berber, la dotación de tierras para satisfacer sus necesidades agrícolas y ganaderas; quien falla en sentido negativo a la petición y remite la solicitud al gobierno federal. El 17 de marzo de 1937, se revoca la resolución tácita negativa del gobernador Berber y el Presidente de la República, Lázaro Cárdenas firma la resolución con la que se dota de 762 hectáreas de terrenos de uso común del pueblo de Acapulco al Ejido de Icacos.

El 27 de agosto de 1940, el entonces coronel, Ignacio M. Beteta, director nacional de Educación Física, solicita la expropiación de un predio de 75 has. en el Ejido de Icacos para la construcción de un centro deportivo que se denominaría Club Deportivo de Acapulco, argumentando que la obra sería de interés público para proporcionar un sano esparcimiento a la población y aumentar la importancia turística del puerto. En un tiempo sorprendentemente corto, el presidente Lázaro Cárdenas expidió el decreto de expropiación de las 75 hectáreas el 17 de octubre de octubre de 1940; en las que además del Club Deportivo se desarrolló un pingüe negocio inmobiliario: el fraccionamiento del mismo nombre.

Del mismo modo, en diciembre de 1943, Petróleos Mexicanos solicita la expropiación de 1.2 hectáreas para establecer una terminal de abastecimiento y distribución de petróleo y sus derivados; el 17 de enero de 1945, el Presidente Manuel Avila Camacho decretó dicha expropiación.

El propio Presidente Avila Camacho autorizó mediante decreto del 24 de diciembre de 1946, la permuta de las 686 hectáreas restantes del Ejido de Icacos a favor de la Compañía Mexicana Constructora Rural, S.A. de C.V., propiedad del general Gilberto R. Limón, otro de los actores de la llamada Noche de los Generales, en ese entonces Secretario de la Defensa Nacional, a quien representaba aquí en Acapulco Simón Tapia Colman. La permuta que nunca se cumplió, al fallar con la entrega de diversos predios y otras prestaciones económicas pactadas, a cambio de los terrenos del ex–ejido de Icacos y que los descendientes de los ex-ejidatarios aún litigan su cumplimiento.

A partir de ese momento se inicia la promoción y venta del fraccionamiento Costa Azul con una urbanización muy incipiente por la inexperiencia del fraccionador y la temprana liquidación de la empresa. No es sino hasta la década de los años setenta que, en un ejercicio sin precedente de la ciudadanía organizada, se funda el Consejo de Colaboración Municipal, organismo ciudadanizado que coordina la participación de los vecinos con las autoridades para completar la urbanización del fraccionamiento, tal como la conocemos ahora. Durante ese período (1946-1976) se desarrollan además las secciones Playa y Lomas de Costa Azul.

Lamentablemente, durante la administración municipal 1990-1994 este mecanismo de participación ciudadana es disuelto, y posteriormente fallece su principal promotor: Pedro Kuri; después de él, nadie más levantó la estafeta, por lo que no se pudo continuar con tan loable labor.

Otro promotor incansable de Acapulco y en particular de Costa Azul fué el señor Wolfang Schoenburn, quien poseía la mayor parte de los predios de la sección Playa del fraccionamiento y que convino en su momento, con la Junta Federal de Mejoras Materiales de Acapulco, que a su muerte la propiedad se convirtiera en un Jardín Botánico para preservar las especies forestales y florísticas de todo el mundo, que él personalmente, había sembrado para solaz y esparcimiento de la población. Dicho convenio no fue respetado por las autoridades en turno, los predios se comercializaron y ahora encontramos en ellos, las instalaciones de la Casa de la Cultura y los desarrollos condominiales que la sabiduría popular ha bautizado como los transformer y la ignominiosa torre Oceanic..

En virtud de las innumerables irregularidades que presentó el proceso de desincorporación de la tierra en el Ejido de Icacos, a través de las diferentes expropiaciones y de la permuta incumplida, en las áreas que no alcanzó a desarrollar la empresa beneficiada, los propios ex-ejidatarios, para resarcirse, comercializaron de manera irregular algunas de ellas, donde se fundaron las colonias Praderas de Costa Azul, Reforma, Balcones, Hermenegildo Galeana, etc., sin que contaran con proyecto o autorización alguna.

Para regularizar estos asentamientos y salvaguardar el patrimonio de cientos de acapulqueños de buena fe, el gobierno del estado, al final de la década de los ochenta, procedió a la expropiación de dichas áreas y a otorgarles títulos legítimos de propiedad para facilitar la introducción de la urbanización y los servicios públicos a dichas colonias, asuntos que aún siguen pendientes.

Con información de:

Martínez Carvajal, Alejandro, Crecimiento, torbellino del tiempo. Ed. Imprenta Cuauhtémoc. 1999.

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