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Invita Pedro Pardo a un viaje por la república del mezcal guerrerense

Juan Carlos Moctezuma R.

 

Como una especie de viaje al origen de la bebida mítico-mágica del mezcal, el fotoperiodista Pedro Pardo presentó su exposición bautizada con el nombre de ese efluvio etílico la noche del jueves en el Centro Cultural Acapulco.

Una veintena de coloridas imágenes de gran formato dan la bienvenida en las rejas de la sede del Instituto Guererense de la Cultura en Acapulco, lo que da un toque estético diferente a lo que comúnmente se ve en las fachadas de la Costera.

Desarrollada gracias al apoyo recibido por el fotógrafo del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Guerrero, administrado por el IGC, la muestra permite atisbar en el centenario arte de la destilación del mezcal.

La lente del fotoperiodista cuya primera colaboración en Guerrero fue con El Sur y ahora continúa en La Jornada Guerrero, capta lo mismo el verde fulgor de la planta de donde se extrae la bebida que los surcos en los hieráticos rostros de los hombres de campo que han continuado la añeja tradición que comenzaron sus ancestros.

Huitzuco, Chilapa, Totomo-chapa, Mazatlán, Amojileca, todos ellos son nombres del mapa imaginario de la República del mezcal guerrerense que, según afirma el autor, es tan importante como el que se produce en Oaxaca.

“Visité unas diez fábricas de mezcal ubicadas principalmente en las zonas Centro, Norte y La Montaña del estado para llevar a cabo este trabajo”, comentó.

También presenta las artesanales fábricas donde nace la bebida, los rituales sociales que acompañan su destilación y, por supuesto, su destino final: las mesas y barras donde los consumidores degustan de él.

Y para no desentonar, esa noche Pedro Pardo tuvo a bien convocar a una media decena de contertulios: poetas, periodistas, artistas y sirenas nocturnas que lo acompañaron en una especie de festejo tardío por el prestigiado premio Word Press Photo que se le entregó semanas antes en Amsterdam por su trabajo sobre la violencia en el puerto.

–¿Fotoperiodista o artista visual? –se le pregunta a bocajarro tras recorrer la muestra.

–Fotoperiodista, pero también documentalista. Me nutro de las acciones de la realidad, de la misma naturaleza de los hechos. El fotoperiodista trabaja para un periódico cotidianamente y el documentalista tiene más tiempo para elaborar proyectos y sus modos de expresarlos son diferentes, en una exposición o en un libro.

El canto del maguey lo llama y la entrevista termina como comenzó: con un ¡salud!

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