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Héctor Manuel Popoca Boone

Alto a los escándalos políticos

 Qué quiere usted, este país nuestro no quiere saber de espejos que lo reflejen, de ciencias que lo hagan apto. Tiene necesidad de vivir en un presente indefinido, en un hoy amorfo, informe, incoloro e imprevisible.

Leonardo Sciascia.

 Pareciera ser que el ejercicio de la política en México devino en práctica del escándalo por parte de los políticos. De ciertos, no de todos. La alta escuela de la política se transformó en lavadero común y corriente de pleitos de vecindario. La construcción de la gran estrategia para sacar adelante al país ha sido sustituida por la aplicación de tácticas banales de canibalismo político. Las principales figuras políticas que están en el escenario nacional, dirimen y saldan, en forma rijosa, sus cuentas personales o de grupo; sacrificando, postergando, los grandes pendientes nacionales. Es la política que ha sido secuestrada por las corrupciones y las conjuras subrepticias. ¡Es un escándalo! Como dice la canción.

Hoy lo que priva en México en materia política son los golpes bajos, las descalificaciones, las zancadillas y nulificaciones personales; utilizando a los medios de comunicación masiva para exponenciar sus efectos, alcances y reverberancias; en el marco de una gran ausencia de honestidad y de ética política. Es la disputa del poder por el poder mismo, para medrar y prevaricar en él. Por los grupos y para los grupos exclusivamente. En esta guerra feroz ya desatada por la sucesión presidencial, lo que menos importa es México.

De lo que se trata ahora no es de convencer con tesis programáticas sociales, sino de vencer; aniquilando políticamente, a como dé lugar o circunstancia, al adversario o competidor; utilizando, inescrupulosamente, cualesquier medio, práctica o recurso que esté al alcance de la mano. Reales o inventados. Es la política a golpes de ministerio público, de barandilla y de amarillismo publicitario. De infundios, calumnias y difamaciones.

Descrédito alto tiene ya la política y los políticos ante los ojos del pueblo. Ciertos, no todos. Incapacidad grande han mostrado en la resolución de los grandes problemas nacionales. Frivolidad y desvergüenza extrema han ostentado en el desempeño de sus deberes encomendados. Más que mostrar las bondades de la democracia, se empeñan en restregarle al pueblo las maldades y lacras de la misma. Empieza a cundir la desconfianza y el escepticismo en la alternancia del poder y en el fortalecimiento del ejercicio democrático como factores de progreso y de mayor civilidad nacional. Grave que se inicie la decepción de la democracia como sistema de vida.

Visión políticamente miope es soslayar y colocar en segundo término los problemas nacionales. El pueblo mexicano no puede vivir material ni anímicamente de puros escándalos políticos. La economía nacional no crece. El desempleo cunde. El campo no es negocio. La distribución del ingreso nacional es escandalosamente inequitativa. La migración de mexicanos al país vecino del norte es mayor que el éxodo bíblico de Moisés y su pueblo. La modernización de nuestra estructura productiva de energéticos es inaplazable. Lo mismo que la reforma fiscal. La globalización mundial nos avasalla. Nuestra industria, comercio y banca se extranjeriza. Perdemos liderazgo en nuestra política internacional al dar continuamente tumbos y bandazos. La inseguridad pública y el crimen organizado se enseñorean de las ciudades. Los alzados de Chiapas siguen ahí; esperando reivindicación y emancipación social.

Las principales personalidades políticas siguen enfrascadas en sus riñas personales, con sus codicias e intereses individuales o de grupo; en sus inocultables ambiciones mafiosas. Con sus partidarios y seguidores esforzándose en sus escalamientos burocráticos inescrupulosos y en sus sinecuras. En el regodeo en las prebendas y en los presupuestos públicos usufructuados venalmente. Pobre México al estar pobre y corrupto, políticamente hablando.

Es hora de erradicar la política de las malas artes, por el buen arte de la política. Es tiempo de que prevalezcan las ideas más que las querellas. Es conveniente que nos pongamos a trabajar y dejar de conjurar y denostar. Es inaplazable que se aplique la ley sin distingos, privilegios o impunidades. Es perentorio que prevalezcan los intereses del pueblo y no de los grupos en la política. Es necesario dejar la hipocresía y la simulación por el imperio de la honestidad.

Sé que es mucho pedir; pero es lo mínimo que se puede pedir en las actuales circunstancias. No podemos permitir que nuestra institucionalidad política republicana sea corroída por la perversión de los lucradores políticos. No debemos aceptar que algunos le roben la esperanza y el anhelo de superación a nuestro pueblo.

Tarea ingente es retomar los quehaceres y deberes que como nación tenemos que atender todos, pero principalmente los políticos y sus partidos. Atrevámonos también todos, a imaginar y a exigir un país diferente; mejor. Se puede. Podemos. A pesar y en medio de la saturación y el hartazgo de los escándalos políticos.

 PD. Un poderoso sin poder, un político liquidado, un intrigante gastado es siempre lo más miserable del mundo. Tarde, pero con usura, se paga la deuda de no haber servido nunca a una idea, a un sentimiento moral de la humanidad; la culpa de haber sido siempre esclavo del provecho deleznable del momento y del favor interesado de los hombres. Stefan Sweig.

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