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Trabajadores de la termoeléctrica, un adolescente de 15 años y familias completas sufren de cáncer

El 13 de mayo, la representante de familiares de enfermos de cáncer a causa de la contaminación que produ- ce la termoeléctrica de Petacalco, María de Jesús Reyes Rosas, participó en la segunda marcha para exigir a la CFE que pare las emisiones de cenizas * Foto: Brenda Escobar

Brenda Escobar

 

Petacalco

 

(Tercera y última parte)

 

En los días de la protesta de pescadores y productores de mango, y familiares de los muertos por la contaminación que causa la termoeléctrica, que empezó el 16 de abril y que fue desalojada el martes 29 de mayo, se reunieron mujeres a dar a conocer sus testimonios de los daños a la salud.

Sentadas en un semicírculo, debajo de la sombra de los árboles de mango con sus hojas cubiertas con ceniza, ahí en uno de los accesos a la planta, mientras se manifestaban para exigir a la CFE que cumpla con las obras sociales y los proyectos productivos que ha prometido desde hace años, un grupo de mujeres habló de cómo sus familiares enfermaron de cáncer y murieron y de cómo algunos que están enfermos luchan contra la enfermedad con la esperanza de recuperar su salud.

Responsabilizan de manera directa a la CFE de “estarnos matando a pausas por toda esa ceniza que echan las chimeneas”, y aseguraron que participaron en el plantón no para pedir dinero, sino para que la paraestatal les construya un hospital de tercer nivel o de lo contrario, que les pague a un precio justo sus propiedades para que puedan irse a vivir a un lugar menos contaminados, “lejos de esta planta del mal”.

Celia Torreblanca Peñaloza, es una mujer de 44 años, menudita, padece diabetes, es viuda desde hace 10 años y tiene una hija de 25 años y  cuatro varones de 23, 19, 18 y 15 años a quienes mantiene recolectando piedras para ornato en las otrora bellas playas de la bahía de Petacalco.

El menor de sus hijos, Diego, tiene cáncer en la nariz, se lo detectaron hace un año, luego de varios meses de que empezó “mormado, mormado y mormado, se iba a la secundaria y cuando llegaba, yo le decía que ya no tomara frío porque lo oía muy mormado y me decía que no lo hacía pero que sentía cómo se le tapaba el poro izquierdo”.

Al notar que la salud de su hijo no mejoraba, lo llevó a consulta en la diminuta clínica del IMSS en Petatalco, donde le dieron un pase para que lo viera el otorrinolaringólogo en el hospital de esa institución en el puerto de Zihuatanejo donde el especialista le diagnosticó sinusitis y aunque le dio tratamiento, Diego no observó ninguna mejora, “él cada día estaba peor”, dice su madre, “al último me dio un olorcito feo, le decía “Diego, te huele la nariz” y me decía que él no lo notaba, pero sus hermanos también notaban ese mal olor”.

Preocupada por Diego, doña Celia consiguió dinero prestado para llevarlo a una clínica privada en Lázaro Cárdenas, Michoacán, donde el médico le diagnosticó un tumor y le sugirió que lo llevara de urgencia a un hospital de Guadalajara, Jalisco, para que recibiera atención médica, “allá le hicieron una biopsia, a los 20 días nos dieron los resultados: tiene cáncer, de eso ya fue hace un año”.

“El doctor nos preguntó que si donde vivimos hay mucho polvo, mucha contaminación y le dije que sí;  yo llegué a Petacalco cuando se estaba construyendo la termoeléctrica, mis hijos tienen respirando la contaminación todos estos años”.

Doña Celia dice que el cáncer avanzó hasta el pecho de Diego, que con el tratamiento los doctores le han dicho que no ha seguido avanzando pero aún tiene la enfermedad, “es una enfermedad muy cara, aunque tiene el seguro, cada 15 días son 7 mil pesos que tengo que juntar para que vaya a su tratamiento a Guadalajara, porque hay que pagar casa de asistencia, comida, boletos de autobús”.

Agrega que por la afiliación al IMSS debieran de ir al puerto de Zihuatanejo para que de ahí lo canalizaran a un hospital de tercer nivel quizá en el Distrito Federal, pero no lo hace porque la doctora de la clínica de Petacalco le dijo que lo único que podrían darle de viáticos serían 500 pesos, “pues es muy poco y honestamente, yo me siento muy cansada, estoy trabajando nada más para la enfermedad de mi hijo”.

Actualmente Diego recibe quimioterapias en un hospital del IMSS en Guadalajara, pero ya le dijeron que le quedan sólo dos meses de vigencia, “ya no sé cómo le voy a hacer, no tengo dinero para pagarle su tratamiento en un hospital privado y me dijeron que son tres años de quimioterapias, también me dijeron que no me hiciera esperanzas de que ya se curó porque en cualquier momento puede salir de nuevo la enfermedad”.

Hasta hace cuatro meses, el adolescente desconocía que padecía cáncer, “él quería saber porqué siempre lo suben a un piso del hospital donde están los niños sin cabello y él le preguntó a su doctora que por qué no le decía qué es lo que tiene porque hasta entonces sólo le habían dicho que padecía de linfoma, entonces le pregunta, “¿pero no es cáncer, no me voy a morir? Ahora ya sabe que lo que tiene es cáncer”.

Con la voz quebrada por el llanto, doña Celia cuenta que su hijo le reprochó duramente el que le haya ocultado el nombre de su enfermedad, “pero yo no tenía palabras para decirle eso a mi niño; ahora él llora y me pide que le ayude a que le reparen su nariz, le quitaron parte de su nariz porque el cáncer se la estaba comiendo, siempre carga mascarilla, la prótesis cuesta 20 mil pesos y no tenemos dinero, con trabajos consigo los 7 mil pesos para sus quimioterapias, no me alcanza para que le arreglen su nariz a mi hijo”.

Las demás mujeres que la escuchan hablar se conduelen de su llanto, la abrazan y le dan ánimos pues saben el difícil trance que atraviesa, “mi hijo ya está un poco más tranquilo y a veces me dice “ni modo mami, de algo nos vamos a morir”, pero yo no quiero que se me muera mi hijo”.

 

Dijo el doctor que si no nos salimos la gente se va a seguir muriendo

 

María de Jesús Reyes Rosas perdió a su mamá hace seis años, “ella empezó a entumirse, luego que le dolían todos sus huesos, que no podía mover las manos ni los pies, después empezó a toser, luego se le subía la presión y cuando la llevé al doctor me dijo que era un problema respiratorio, que tenía malos los pulmones, y él nos dijo que era resultado de la contaminación de la termoeléctrica y que aunque nos dijeran que no daña, a la larga sí perjudica antes era el humo, ahora es ceniza y fue el doctor el que me dijo si no nos salíamos de aquí toda la gente se iba seguir muriendo de lo mismo, de cáncer”.

“Mi madre padeció cinco años, a toda la familia eso nos acabó económicamente, todavía no acabo de pagar lo que conseguí para tratar de curarla, el medicamento es carísimo, tanto tomado como inyectado para calmar los dolores, es muy caro, quedé muy gastada que nomás no vendí la casa porque no hubo quién me la comprara, nadie quiere venir a vivir en este infierno”.

Amparo Campos Albarrán dice que hace dos años, a su hermana Leticia, de 48 años, “se le secó el pulmón, le cayó cáncer, tenía los pulmones negros y ella nunca fumó, el doctor dijo que su problema era por el humo y ni siquiera guisaba con leña; cuando le dijeron que tenía cáncer en los pulmones ella no lo creía, porque nunca fumó y aunque se hizo lucha dos años, no sobrevivió, sufrió mucho porque sentía que se ahogaba, a veces no podía respirar”.

A María Sánchez Campos, el cáncer le cobró la vida de su hijo Jorge Luis Cadena Sánchez, de 33 años de edad y de su esposo Héctor Cadena Flores.

Jorge Luis fue trabajador en la termoeléctrica como montador en una de las chimeneas, hace 12 años le detectaron un tumor en la cabeza que resultó cancerígeno y durante dos meses se sometió a un tratamiento de radiaciones y quimioterapias, pero no sobrevivió.

Dos años después, a su esposo que también trabajó como velador en la termoeléctrica, los médicos le descubrieron cáncer en la nariz, “primero le descubrieron un tumor adentro de la nariz, lo analizaron y le dijeron que era maligno, se puso muy mal, cuando le detectaron eso, el cáncer ya estaba muy avanzado”.

Con la voz entrecortada, doña María asegura que no ha superado la pérdida de dos de sus seres queridos, “se siente uno muy mal, aparte, a mi también ya me detectaron quistes con cáncer, me han quitado 11 que me han salido en diferentes partes del cuerpo, estoy en tratamiento con el oncólogo cada 15 días”.

Aurelia García Calderón es viuda desde hace dos años; su esposo Manuel Salvador Mancilla García, de 54 años de edad, resultó con leucemia y dos tumores en el pecho; durante 18 años trabajó como soldador en la termoeléctrica, “me contaba que los mandaban a los túneles a trabajar y que saliendo los hacían tomar leche porque sentían que se ahogaban adentro; cuando él regresaba de trabajar yo debía de tener listos dos litros de leche para que se los tomara, ahí fue donde se enfermó, de dónde más, él falleció de cáncer, yo sí le echo la culpa a la planta”.

Dijo que los síntomas de alarma que empezó a notar fue que su esposo sufría de fiebre y náuseas continuas, “él decía que sentía que se quemaba por dentro y sudaba mucho, quería tener el ventilador directamente, seguido se metía a bañar por el cáncer, nosotros no sabíamos que era eso hasta después que se lo diagnosticaron  y a los 28 días de que se le descubrió la enfermedad, falleció, ya estaba muy avanzado el cáncer, ya lo había invadido”.

Hace 12 años, Guadalupe Hernández Moreno perdió a sus papás Rebeca Moreno y Cipriano Hernández, asegura que también murieron de cáncer.

Comenta que aunque ambos eran adultos mayores, “toda su vida fueron sanos, empezaron a ponerse mal al poco tiempo que empezó a funcionar la termoeléctrica”.

En el caso de su mamá, cuenta que en una ocasión, “algo pasó allá adentro (de la central) que hizo que el canal de descarga se desbordara, mis padres tenían su casa cerca del canal y se les inundó; mi mamá anduvo entre esa agua tratando de rescatar sus cosas y poco tiempo después empezó a tener problemas en su pie, no tenía diabetes, nada, era sana, pero los doctores empezaron quitándole un dedo, luego otro, hasta que le cortaron todos y cuando la llevamos a una consulta le dijeron que era cáncer y también le detectaron cáncer en la garganta”.

Aunque trataba de contener el llanto, solloza bajito cuando platica que su papá fue a la termoeléctrica a decir que su esposa se estaba muriendo de cáncer debido al agua que tocó, “mi papá habló con los encargados de la planta, les pidió ayuda porque a su esposa se le caía el pie a pedazos, pero no le hicieron caso”.

Pocos meses después de que falleció doña Rebeca, la salud de don Cipriano empezó a deteriorarse, tenía una tos persistente, “le detectaron cáncer en la garganta; ahora me preocupan mi nieto y mi hijo más chico, los dos sufren de hemorragias nasales, a veces tardan para que les deje de sangrar la nariz”.

También los papás de Blanca Elia Álvarez Valdovinos fallecieron; Caritino Álvarez Estrada y Pasiana Valdovinos Ávila tenían 60 años, toda su vida vivieron en Petacalco y asegura que eran personas sanas, “mi papá no fumaba y le dijeron que tenía cáncer en los pulmones, se lo detectaron en un hospital de Morelia, a donde lo llevamos porque de buenas a primeras sentía que se le iba la vida, no alcanzaba resuello, en el hospital le dijeron que tenía el cáncer muy avanzado, que ya no tenía cura, murió en el año 2000”.

Su mamá, Pasiana Valdovinos sufrió cáncer en la garganta, se lo detectó un otorrinolaringólogo, “por dentro, en el pecho y garganta tenía como racimitos de uva verdes, el doctor le recetó quimioterapias pero también tenía avanzada la enfermedad, no alcanzó a hacerse una quimio porque no tuvimos 15 mil pesos que es lo que costaba y el cáncer se le extendió detrás de la oreja, se murió como a los dos meses de que le dijeron que tenía cáncer, fue en el 2002”.

Habla de las cenizas que respiran: “uno se levanta por las noches porque no aguanta la picazón en la nariz, todos podemos decir que el aire huele como a ácido, sentimos que nos quema la nariz y ahorita a mi nietecito de 6 años también le sangra la nariz, prácticamente nos están matando poquito a poquito”.

 

 

 

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